El ángel del Señor que nos inspira y nos protege liberándonos de todo mal
Ex. 23, 20-23, Sal. 90; Mt. 18, 1-5.10
Quiero arrancar de una experiencia humana que habremos
vivido de una forma o de otra que es la experiencia de la amistad, la experiencia
del amigo, con el que hemos tenido una gran amistad y confianza, al que hemos
sentido cerca de nosotros en los momentos malos y en los momentos de alegría;
un amigo que es para nosotros un estímulo en nuestras luchas que siempre tiene
para nosotros la palabra justa de ánimo, de comprensión y que su mismo
presencia nos ayuda a superarnos en medio de las dificultades en que nos
hayamos podido encontrar y al que quisiéramos tener siempre cerca de nosotros;
de alguna manera su presencia a nuestro lado es como nuestra fortaleza en medio
de las vicisitudes de la vida. Alguna vez en relación a un amigo así decimos que
es como un ángel para nosotros.
Pero de un amigo así, por muy bueno que sea, siempre su
presencia será limitada, y habrá momentos en que deseemos tenerlo cerca, pero
no nos es posible. Sin embargo quiero partir de esta experiencia que de alguna
manera nos introduzca o nos ayude a descubrir lo que en verdad son los Santos Ángeles
Custodios, cuya memoria o fiesta hoy estamos celebrando.
Los ángeles son esos espíritus puros que Dios pone a
nuestro lado como signos de su presencia y que como mensajeros divinos nos
inspiran a lo bueno, nos previenen allá en lo hondo de nuestra conciencia
contra lo malo, nos protegen y nos ayudan en nuestros caminos alcanzándonos la
gracia del Señor. Ellos sí estarán siempre a nuestro lado y nunca nos faltará
su inspiración y protección.
‘Ha dado órdenes a sus
ángeles para que te guarden en tus caminos’, hemos repetido en el salmo, confesando así y
reconociendo esa protección que Dios ha puesto a nuestro lado. Como escuchábamos
en el libro del Éxodo ‘voy a enviarte un ángel
por delante para que te cuide en el camino y te lleve al lugar que he preparado’.
Es el ángel del Señor que está a nuestro lado y nos protege, nos inspira en
nuestro corazón todo lo bueno que hemos de realizar y sentir su presencia a nuestro
lado nos hace sentirnos estimulados y fortalecidos con la gracia del Señor para
alejarnos de lo malo y vernos liberados de todo peligro.
Podríamos recordar muchos textos tanto del Antiguo como
del Nuevo Testamento que nos hablan de esa acción de los ángeles a nuestro lado
protegiéndonos de todo mal, como los hacía sentir el Señor junto a su pueblo en
la historia de Israel. Recordamos en los Hechos de los Apóstoles como el ángel
del Señor liberó a Pedro y los apóstoles de las cadenas de la cárcel impulsándolos
a seguir con su tarea de seguir anunciando el mensaje de Jesús.
Y recordemos también lo que hoy hemos escuchado en el
evangelio. ‘Cuidado con despreciar a
estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo
el rostro de mi Padre celestial’. Y aquí podríamos recordar aquel texto del
Apocalipsis que nos habla de los ángeles que en el cielo presentan nuestras
oraciones ante Dios. ‘Vino un ángel, nos
dice, con un incensario de oro, y se puso junto al altar. Le entregaron muchos
perfumes, para que aromatizara las oraciones de todos los santos sobre el altar
de oro situado delante del trono. Por manos del ángel subió a la presencia de
Dios el humo de los perfumes, junto con las oraciones de los santos’.
Recordamos cómo cuando el sacerdote Zacarías hacía la
ofrenda del incienso en el templo apareció el ángel del Señor que le aseguraba
que sus oraciones habían sido escuchadas por el Señor. Hermosa imagen, tanto la
del Apocalipsis como la de Zacarías en el templo, que nos hace sentir la cercanía
de Dios con la presencia de sus ángeles a nuestro lado con la seguridad de que
nuestras oraciones son escuchadas por el Señor. Por eso en la plegaria
eucarística primera ‘pedimos humildemente
que esta ofrenda sea llevada a tu presencia, hasta el altar del cielo, por
manos de tu ángel para que… bendecidos por tu gracia tengamos también parte en
la plenitud de tu reino’.
Los ángeles que están para siempre en la presencia de
Dios en el cielo alabándole y bendiciéndole. Por eso nosotros en nuestra
liturgia terrena nos unimos a la liturgia celestial, nos unimos a los ángeles y
arcángeles que en el cielo están cantando la gloria del Señor, como cantamos
siempre en el prefacio.
En la providencia amorosa de Dios, como decíamos en la
oración litúrgica, el Señor ha querido enviar a sus ángeles junto a nosotros;
por eso pedíamos ‘vernos siempre
defendidos por su protección y gozar eternamente de su compañía’. Tengamos
fe en esa presencia de los ángeles de Dios a nuestro lado; dejémonos guiar por
esas inspiraciones que nos hacen allá en lo secreto de nuestro corazón, y con
los ángeles alabemos siempre la gloria del Señor.
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