Vistas de página en total

miércoles, 2 de octubre de 2013

El ángel del Señor que nos inspira y nos protege liberándonos de todo mal

Ex. 23, 20-23, Sal. 90; Mt. 18, 1-5.10
Quiero arrancar de una experiencia humana que habremos vivido de una forma o de otra que es la experiencia de la amistad, la experiencia del amigo, con el que hemos tenido una gran amistad y confianza, al que hemos sentido cerca de nosotros en los momentos malos y en los momentos de alegría; un amigo que es para nosotros un estímulo en nuestras luchas que siempre tiene para nosotros la palabra justa de ánimo, de comprensión y que su mismo presencia nos ayuda a superarnos en medio de las dificultades en que nos hayamos podido encontrar y al que quisiéramos tener siempre cerca de nosotros; de alguna manera su presencia a nuestro lado es como nuestra fortaleza en medio de las vicisitudes de la vida. Alguna vez en relación a un amigo así decimos que es como un ángel para nosotros.
Pero de un amigo así, por muy bueno que sea, siempre su presencia será limitada, y habrá momentos en que deseemos tenerlo cerca, pero no nos es posible. Sin embargo quiero partir de esta experiencia que de alguna manera nos introduzca o nos ayude a descubrir lo que en verdad son los Santos Ángeles Custodios, cuya memoria o fiesta hoy estamos celebrando.
Los ángeles son esos espíritus puros que Dios pone a nuestro lado como signos de su presencia y que como mensajeros divinos nos inspiran a lo bueno, nos previenen allá en lo hondo de nuestra conciencia contra lo malo, nos protegen y nos ayudan en nuestros caminos alcanzándonos la gracia del Señor. Ellos sí estarán siempre a nuestro lado y nunca nos faltará su inspiración y protección.
‘Ha dado órdenes a sus ángeles para que te guarden en tus caminos’, hemos repetido en el salmo, confesando así y reconociendo esa protección que Dios ha puesto a nuestro lado. Como escuchábamos en el libro del Éxodo ‘voy a enviarte un ángel por delante para que te cuide en el camino y te lleve al lugar que he preparado’. Es el ángel del Señor que está a nuestro lado y nos protege, nos inspira en nuestro corazón todo lo bueno que hemos de realizar y sentir su presencia a nuestro lado nos hace sentirnos estimulados y fortalecidos con la gracia del Señor para alejarnos de lo malo y vernos liberados de todo peligro.
Podríamos recordar muchos textos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento que nos hablan de esa acción de los ángeles a nuestro lado protegiéndonos de todo mal, como los hacía sentir el Señor junto a su pueblo en la historia de Israel. Recordamos en los Hechos de los Apóstoles como el ángel del Señor liberó a Pedro y los apóstoles de las cadenas de la cárcel impulsándolos a seguir con su tarea de seguir anunciando el mensaje de Jesús.
Y recordemos también lo que hoy hemos escuchado en el evangelio. ‘Cuidado con despreciar a estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial’. Y aquí podríamos recordar aquel texto del Apocalipsis que nos habla de los ángeles que en el cielo presentan nuestras oraciones ante Dios. ‘Vino un ángel, nos dice, con un incensario de oro, y se puso junto al altar. Le entregaron muchos perfumes, para que aromatizara las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro situado delante del trono. Por manos del ángel subió a la presencia de Dios el humo de los perfumes, junto con las oraciones de los santos’.
Recordamos cómo cuando el sacerdote Zacarías hacía la ofrenda del incienso en el templo apareció el ángel del Señor que le aseguraba que sus oraciones habían sido escuchadas por el Señor. Hermosa imagen, tanto la del Apocalipsis como la de Zacarías en el templo, que nos hace sentir la cercanía de Dios con la presencia de sus ángeles a nuestro lado con la seguridad de que nuestras oraciones son escuchadas por el Señor. Por eso en la plegaria eucarística primera ‘pedimos humildemente que esta ofrenda sea llevada a tu presencia, hasta el altar del cielo, por manos de tu ángel para que… bendecidos por tu gracia tengamos también parte en la plenitud de tu reino’.
Los ángeles que están para siempre en la presencia de Dios en el cielo alabándole y bendiciéndole. Por eso nosotros en nuestra liturgia terrena nos unimos a la liturgia celestial, nos unimos a los ángeles y arcángeles que en el cielo están cantando la gloria del Señor, como cantamos siempre en el prefacio.

En la providencia amorosa de Dios, como decíamos en la oración litúrgica, el Señor ha querido enviar a sus ángeles junto a nosotros; por eso pedíamos ‘vernos siempre defendidos por su protección y gozar eternamente de su compañía’. Tengamos fe en esa presencia de los ángeles de Dios a nuestro lado; dejémonos guiar por esas inspiraciones que nos hacen allá en lo secreto de nuestro corazón, y con los ángeles alabemos siempre la gloria del Señor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario