¡Cuánto más dará el Padre celestial el Espíritu Santo a los que se lo pidan!
Mal. 3, 13-18; 4, 2; Sal. 1; Lc. 11, 5-13
‘Enséñanos a orar’, seguimos pidiéndole hoy nosotros a
Jesús como lo hacíamos ayer. No nos cansemos ni nos parezca repetitivo, porque
así somos nosotros que pronto nos
cansamos, pero pronto también dejamos muchas veces de hacer y vivir lo que
Jesús nos propone.
O no terminamos de poner toda nuestra confianza en el
Señor, o somos tan exigentes que queremos ver inmediatamente realizado aquello
que le pedimos - parece que se lo exigiéramos - al Señor. Es necesaria una
actitud humilde además de llena de confianza. Somos pobres ante Dios y así
tenemos que ponernos delante de El. No nos valen ni las autosuficiencias ni las
exigencias de quien se cree siempre con todos los derechos. Es la actitud
humilde del pobre que tiende la mano y espera confiadamente.
Confiadamente podemos y tenemos que esperar nosotros
porque sabemos bien a quien le estamos pidiendo. Es el Padre amoroso que
siempre nos escucha. Es el Padre amoroso que nos dará siempre lo mejor. Es el
Padre amoroso que tiene entrañas de misericordia y se derrite de amor por
nosotros porque nos quiere como hijos, porque nos ha hecho sus hijos. Es el
Padre amoroso que está viendo en nosotros a su Hijo eterno, que nos lo ha
entregado y ahora no solo ha dado su vida por nosotros sino que es el mejor
mediador e intercesor que está siempre pidiendo por nosotros.
Es por eso por lo que hoy Jesús nos enseña cómo ha de
ser nuestra oración, constante, perseverante, confiada, humilde. Nos pone
ejemplos o parábolas para que lo comprendamos, como la del amigo que va a
medianoche a pedirle ayuda a su amigo, aunque lo importune, porque sabe que el
amigo siempre lo escucha. No es que Dios nos escuche como para quitarnos de
encima, sino que Dios nos escucha porque sus entrañas son entrañas de
misericordia y de amor.
‘Si vosotros, que sois
malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, - y nos habla del padre que si su
hijo le pide pan no le dará una piedra, o si le pide un pez no le dará un
escorpión - ¿cuánto más vuestro Padre
celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?’ Por eso nos
insiste: ‘Pedid y recibiréis, buscad y
encontraréis, llamad y se os abrirá, porque quien pide recibe, quien busca, encuentra,
y al que llama se le abre’.
Así nos escucha el Señor. Pero, ¿qué le pedimos? Por
supuesto ante Dios ponemos todas nuestras necesidades; y tenemos presentes
nuestras necesidades materiales - el pan nuestro de cada día nos lo enseñó a
pedir también cuando nos enseñaba el padrenuestro - pero tienen que ir todas
aquellas cosas que nos hacen bien a la persona en toda su integridad, en
nuestro crecimiento como persona, en nuestra maduración espiritual, en el
desarrollo de todos esos valores y cualidades que ya no solo van a ser una
riqueza para nuestra vida personal, sino que con ello vamos a contribuir al
bien de los que están a nuestro lado, al bien de nuestro mundo.
Igual que le estamos diciendo una y otra vez hoy al
Señor que nos enseñe a orar, hemos de pedirle que crezcamos en nuestra fe - ‘auméntanos la fe’, recordamos cómo le
pedían los discípulos el pasado domingo -, pero que crezca y se fortalezca
nuestra esperanza, que maduremos en el amor.
¿Cuáles son las peticiones concretas que nos proponía
Jesús cuando nos enseñaba el padrenuestro? Además del pan de cada día, le
pedíamos perdón que entrañaba el compromiso por nuestra parte de perdonar
también; por eso le pedimos perdón pero le pedimos al mismo tiempo que nos dé
fuerza para nosotros también perdonar, porque solo con nuestras fuerzas o
nuestra buena voluntad va a ser difícil que lo consigamos.
Si decíamos antes que le pedíamos para ese nuestro
crecimiento como personas desarrollando todos esos valores y cualidades que
poseemos, significará también que queremos apartarnos del mal; por eso pedimos
su gracia, la fuerza de su Espíritu que esté en nosotros para ser fuertes y no
dejarnos vencer por la tentación. Queremos ser mejores y solo lo lograremos con
la ayuda y la fuerza del Señor. Eso ha de entrar entonces en nuestra petición.
‘¡Cuánto más dará el
Padre celestial el Espíritu Santo a los que se lo pidan!’, escuchábamos que nos decía Jesús
hoy. Pidamos ese don y esa fuerza del Espíritu que nos llene de Dios, que nos
inunde de los dones de Dios.
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