Rezar el Rosario de María es recorrer y contemplar todo el Evangelio de Jesús
Hech. 1, 12-14; Sal. Lc. 1, 46-54; Lc. 1, 26-38
Esta fiesta de la Virgen del Rosario nació con una
acción de gracias a Dios que con la intercesión de la Virgen a la que se invocó
con el rezo del santo rosario concedió la victoria a las tropas cristianas
sobre los turcos en la batalla de Lepanto en 1571. De ahí que en muchos lugares vaya
acompañada esta fiesta de la representación en teatro popular de esta batalla
en escenificaciones de carácter muy popular, verdaderos autos sacramentales
podríamos llamarlos, como son las ‘libreas’
que se representan en muchos de nuestros pueblos.
Pero como decíamos el origen en sí mismo está en la
devoción del pueblo cristiano a la Virgen Madre de Dios a la que invoca con el
rezo del santo rosario. Fue santo Domingo de Guzmán el que en su tiempo
extendió por todo el sur de Europa esta devoción a la Virgen y el rezo del
rosario, como expresión de la piedad popular, que no sabiendo quizá utilizar
otras oraciones de la Iglesia como podrían ser los salmos en el oficio divino
también por la dificultad del idioma en la liturgia de la Iglesia, sin embargo
unía el rezo del avemaría a la Virgen con la contemplación del Misterio de
Cristo, siendo además una verdadera catequesis para el pueblo cristiano.
Es por eso por lo que decimos a cada una de sus partes
los misterios del Rosario porque vamos contemplando diversos momentos del
misterio de Cristo podríamos decir desde los ojos de María mientras la
invocamos con el saludo Angélico del Avemaría. Como bien sabemos la enunciación
de los diversos misterios en cada una de las decenas de avemarías que rezamos
no se tiene que quedar en esa simple enunciación, sino que ha de darnos motivo
para nuestra meditación con lo que iríamos empapándonos más y más de Evangelio
si lo hiciéramos bien.
De ahí el texto de la primera lectura, de los Hechos de
los Apóstoles, que nos ofrece la liturgia en esta celebración. La Iglesia
naciente estaba reunida en oración en la espera de la venida del Espíritu Santo
y con ellos estaba María, la madre de Jesús. Ahí nos está expresando ya lo que
iba a ser la función de María junto al camino de la Iglesia. Es la madre que está
a nuestro lado; la madre que nos ayuda a meternos más y más en el misterio de
Dios para que nos sintamos inundados de su gracia y empapados cada vez más de
los valores nuevos del evangelio; la madre que estando a nuestro lado se
convierte también en intercesora ante el trono de Dios para impetrar las
gracias que necesitamos en ese camino de la fe, en ese camino del amor.
Es María la que siempre nos está diciendo, como les
decía a los sirvientes de las bodas de Caná, ‘haced lo que El os diga’. Siempre María nos lleva a Cristo. Por
eso en las imágenes benditas de nuestra devoción a la Virgen siempre nos está
mostrando a Jesús. No nos quedamos en María, ella es la madre como toda madre
siempre modelo y espejo de lo que ha de ser nuestra vida; pero ella es la buena
madre que nos acompaña, nos señala los caminos que hemos de recorrer para
apartarnos del mal y del pecado, nos impulsa y nos lleva de la mano para que
recorramos caminos de virtud y de santidad; ella es la buena madre que siempre
estará dando la cara por nosotros, por eso la tenemos como abogada y como
intercesora para alcanzar esa gracia del Señor que necesitamos.
Y cuando le rezamos a ella, quiere que siempre tengamos
ante nuestros ojos el misterio de su Hijo. Es lo que hacemos, como decíamos,
cuando rezamos el rosario. Son esos piropos que no nos cansamos de dirigir a María,
porque ella se lo merece porque es la Madre del Señor pero es también nuestra
madre; pero quiere ella que, mientras la invocamos y pedimos su intercesión o
le damos gracias por cuanto con su intercesión alcanzamos, tengamos siempre
presente ante los ojos de nuestra mente y muy metido en el corazón todo el
evangelio de Jesús. Hacer un recorrido por los misterios del Rosario es ir
recorriendo el evangelio de Jesús, porque es ir recorriendo su vida y
considerando todo el misterio de salvación que nos ofrece.
Por eso, con qué sentido, con profundidad tenemos que
rezar el rosario a la Virgen; que nunca sea una rutina, una carrera para acabar
pronto porque tenemos que irnos a otra parte; que lo recemos pausadamente,
deteniéndonos bien para meditarlos en todos los misterios que son los misterios
de la vida de Cristo para nuestra santificación.
Celebramos a María en esta fiesta preciosa del Rosario,
cuya devoción tan extendida está en el pueblo cristiano. No hay un pueblo que
no tenga una imagen de la Virgen de una especial devoción para el pueblo cristiano,
pero pocos pueblos habrá donde falte una imagen de la Virgen del Rosario. Que
ella interceda siempre por nosotros y que nosotros, como buenos hijos de María
que la amamos con todo nuestro corazón, la escuchemos y hagamos lo que nos
señala para hacer siempre lo que Jesús nos dice.
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