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viernes, 11 de octubre de 2013

Atentos a descubrir la voz del Señor que nos llama y nos fortalece con su gracia

Joel, 1, 13-15; 2, 1-2; Sal. 9; Lc. 11, 15-26
‘Pasó por el mundo haciendo el bien’. Así decía Pedro de Jesús en uno de sus predicaciones que nos trae el libro de los Hechos de los Apóstoles. En Jesús estaba el amor; Jesús era el Amor, porque Dios es amor y El es la manifestación del amor que Dios le tiene al hombre. Y su amor nos llena de vida, nos trae la salvación nos libera del mal.
Es lo que había anunciado en la sinagoga de Nazaret; lleno del Espíritu divino, ungido por el Espíritu del Señor venía a liberar a los oprimidos, a anunciarnos el año de gracia del Señor. Es lo que le vemos hacer cuando anuncia el Reino, cuando realiza milagros y cura a los enfermos, cuando resucita a los muertos para darles vida, cuando expulsa a los demonios de aquellos que estaban poseídos por el espíritu del mal.
Y ante Jesús hay que decantarse, hay que decidirse. ¿Le seguiremos? ¿estaremos a su lado? ¿queremos seguir sus mismos pasos? ¿estaremos en disposición de vivir el mismo amor? ¿nos dejaremos liberar del mal? Hoy nos dirá que ‘el que no está conmigo, está contra mí; el que no recoge conmigo, desparrama’.
Y bien que El aceptaba a todo el que hacia el bien, fuera quien fuera. Recordamos cuando Santiago y Juan vinieron contando que uno echaba demonios en su nombre y ellos habían querido prohibírselo y El les había dicho que no, porque quien en su nombre expulsaba demonios, hacia el bien, no podía estar contra Jesús.
Sin embargo vamos viendo que no todos están con Jesús, no todos quieren interpretar de la misma manera las obras de Jesús. Es lo que hoy contemplamos en el evangelio. ‘Habiendo Jesús echado un demonio, algunos de entre la multitud dijeron: Si echa los demonios, es por arte de Belcebú, el príncipe de los demonios. Y otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo’. No les valían los milagros que Jesús hacía que aún pedían otros signos; en su malicia no eran capaces de interpretar con recto sentido lo que Jesús hacía y lo bueno de expulsar los demonios, signo que era del Reinado de Dios, sin embargo lo atribuían al espíritu del mal.
Que el Espíritu del Señor nos abra a nosotros los ojos para descubrir las acciones de Dios. Los caminos de Dios muchas veces podrían parecernos incomprensibles porque son más sencillos de lo que nosotros quizá queremos imaginarlos y nos cuesta en muchas ocasiones interpretar los signos que El nos va dejando de su llamada.
Dios nos va hablando en el corazón; nos ha dejado su Palabra, sus sacramentos, la Iglesia como señales claras de su presencia y de su gracia. Veamos ahí la acción de Dios. Pero algunas veces el Señor nos llama por otros caminos, con otras voces, que hemos de saber interpretar bien allá en lo hondo de nuestra conciencia, y podemos descubrir cómo podemos ir a Dios en tantas cosas buenas que nos suceden o que suceden a nuestro alrededor, o que podemos descubrir en las personas que están a nuestro lado. El Señor nos va llamando y va derramando su gracia. Hemos de estar atentos a esas llamadas del Señor y no malinterpretarlas sino dejarnos conducir por el Espíritu del Señor que nos va moviendo el corazón.
Pero quiere decirnos algo más hoy la Palabra del Señor. Es la vigilancia permanente que hemos de mantener en nuestra vida cuando nos hemos decidido a seguir los caminos del Señor. Porque el maligno nos acecha. Muchas veces nos sucede que dimos unos pasos para acercarnos al Señor y estábamos felices porque nos parecía que todo iba bien, que éramos fieles y nos manteníamos en la gracia del Señor; pero  nos descuidamos y cuando menos lo pensamos volvimos a tropezar quizá con la misma tentación, en las mismas cosas que pensábamos que ya teníamos superadas.

Como se suele decir, habíamos bajado la guardia, no estábamos tan vigilantes, quizá nos debilitamos en nuestra oración, no mantuvimos con la misma intensidad ese camino de ascesis y superación que nos habíamos trazado y vino y la tentación y sucumbimos otra vez. Es a lo que hoy nos quiere prevenir el Señor. Que la petición que hacemos cada día en el padrenuestro la hagamos de verdad y con todo sentido e intensidad: ‘No nos dejes caer en la tentación, líbranos del mal’. Como  nos dice Jesús hoy: ‘El final de aquel hombre resulta peor que el principio’. Que así nos mantengamos siempre vigilantes. Que sepamos descubrir siempre esa presencia del Señor a nuestro lado que nos llama y al mismo tiempo nos llena de la fortaleza de su gracia.

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