Atentos a descubrir la voz del Señor que nos llama y nos fortalece con su gracia
Joel, 1, 13-15; 2, 1-2; Sal. 9; Lc. 11, 15-26
‘Pasó por el mundo
haciendo el bien’.
Así decía Pedro de Jesús en uno de sus predicaciones que nos trae el libro de
los Hechos de los Apóstoles. En Jesús estaba el amor; Jesús era el Amor, porque
Dios es amor y El es la manifestación del amor que Dios le tiene al hombre. Y
su amor nos llena de vida, nos trae la salvación nos libera del mal.
Es lo que había anunciado en la sinagoga de Nazaret;
lleno del Espíritu divino, ungido por el Espíritu del Señor venía a liberar a
los oprimidos, a anunciarnos el año de gracia del Señor. Es lo que le vemos
hacer cuando anuncia el Reino, cuando realiza milagros y cura a los enfermos,
cuando resucita a los muertos para darles vida, cuando expulsa a los demonios
de aquellos que estaban poseídos por el espíritu del mal.
Y ante Jesús hay que decantarse, hay que decidirse. ¿Le
seguiremos? ¿estaremos a su lado? ¿queremos seguir sus mismos pasos? ¿estaremos
en disposición de vivir el mismo amor? ¿nos dejaremos liberar del mal? Hoy nos
dirá que ‘el que no está conmigo, está
contra mí; el que no recoge conmigo, desparrama’.
Y bien que El aceptaba a todo el que hacia el bien,
fuera quien fuera. Recordamos cuando Santiago y Juan vinieron contando que uno
echaba demonios en su nombre y ellos habían querido prohibírselo y El les había
dicho que no, porque quien en su nombre expulsaba demonios, hacia el bien, no
podía estar contra Jesús.
Sin embargo vamos viendo que no todos están con Jesús,
no todos quieren interpretar de la misma manera las obras de Jesús. Es lo que
hoy contemplamos en el evangelio. ‘Habiendo
Jesús echado un demonio, algunos de entre la multitud dijeron: Si echa los
demonios, es por arte de Belcebú, el príncipe de los demonios. Y otros, para
ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo’. No les valían los
milagros que Jesús hacía que aún pedían otros signos; en su malicia no eran
capaces de interpretar con recto sentido lo que Jesús hacía y lo bueno de
expulsar los demonios, signo que era del Reinado de Dios, sin embargo lo
atribuían al espíritu del mal.
Que el Espíritu del Señor nos abra a nosotros los ojos
para descubrir las acciones de Dios. Los caminos de Dios muchas veces podrían
parecernos incomprensibles porque son más sencillos de lo que nosotros quizá
queremos imaginarlos y nos cuesta en muchas ocasiones interpretar los signos
que El nos va dejando de su llamada.
Dios nos va hablando en el corazón; nos ha dejado su
Palabra, sus sacramentos, la Iglesia como señales claras de su presencia y de
su gracia. Veamos ahí la acción de Dios. Pero algunas veces el Señor nos llama
por otros caminos, con otras voces, que hemos de saber interpretar bien allá en
lo hondo de nuestra conciencia, y podemos descubrir cómo podemos ir a Dios en
tantas cosas buenas que nos suceden o que suceden a nuestro alrededor, o que
podemos descubrir en las personas que están a nuestro lado. El Señor nos va
llamando y va derramando su gracia. Hemos de estar atentos a esas llamadas del
Señor y no malinterpretarlas sino dejarnos conducir por el Espíritu del Señor
que nos va moviendo el corazón.
Pero quiere decirnos algo más hoy la Palabra del Señor.
Es la vigilancia permanente que hemos de mantener en nuestra vida cuando nos
hemos decidido a seguir los caminos del Señor. Porque el maligno nos acecha.
Muchas veces nos sucede que dimos unos pasos para acercarnos al Señor y
estábamos felices porque nos parecía que todo iba bien, que éramos fieles y nos
manteníamos en la gracia del Señor; pero
nos descuidamos y cuando menos lo pensamos volvimos a tropezar quizá con
la misma tentación, en las mismas cosas que pensábamos que ya teníamos
superadas.
Como se suele decir, habíamos bajado la guardia, no
estábamos tan vigilantes, quizá nos debilitamos en nuestra oración, no
mantuvimos con la misma intensidad ese camino de ascesis y superación que nos
habíamos trazado y vino y la tentación y sucumbimos otra vez. Es a lo que hoy
nos quiere prevenir el Señor. Que la petición que hacemos cada día en el
padrenuestro la hagamos de verdad y con todo sentido e intensidad: ‘No nos dejes caer en la tentación, líbranos
del mal’. Como nos dice Jesús hoy: ‘El final de aquel hombre resulta peor que
el principio’. Que así nos mantengamos siempre vigilantes. Que sepamos
descubrir siempre esa presencia del Señor a nuestro lado que nos llama y al
mismo tiempo nos llena de la fortaleza de su gracia.
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