Si quieres entrar en la vida necesitas desprendimiento, generosidad, disponibilidad
Jueces, 2, 11-19; Sal. 105; Mt. 19, 16-22
‘Si quieres entrar en
la vida, guarda los mandamientos’.
Es la primera respuesta de Jesús. ‘Uno se
acercó a Jesús y le preguntó: ¿Maestro que tengo que hacer para obtener la vida
eterna?’
¿Alguno de nosotros se acercaría a Jesús también
haciéndole esa misma pregunta? ¿Seré ése, acaso, un interrogante, un
planteamiento que alguien de nuestro tiempo se hiciera pensando en la vida
eterna? Quizá nos hemos acostumbrado a escuchar este pasaje del evangelio y esa
pregunta que aquel joven - siempre pensamos que era un joven el que se había
acercado a Jesús - le hace a Jesús sobre lo que tiene que hacer para alcanzar
la vida eterna. No sé si ese sería un planteamiento que se hicieran muchos en
los tiempos de hoy.
He querido detenerme en este detalle porque nos
conviene reflexionar sobre la trascendencia que le damos a nuestra vida. No
siempre vivimos con esa trascendencia. No siempre pensamos en la vida eterna.
Tendríamos que preguntarnos y reflexionar sobre qué es lo que habitualmente le
pedimos al Señor en nuestra oración.
Vivimos en un mundo muy materializado y de eso tenemos
el peligro de contagiarnos. Pensamos demasiado en el momento presente y no
tanto en el futuro definitivo de nuestra vida. Queremos y buscamos las cosas
inmediatas y estamos acostumbrados a simplemente tocar un botón para que las
cosas se nos realicen, o tocar la pantalla táctil de nuestros utensilios
electrónicos para que las cosas o las respuestas las podemos tener al momento,
que quizá lo menos en lo que pensamos es en la vida eterna. Por eso decía que
nos convenía detenernos un poco a reflexionar sobre este planteamiento.
Y como hemos visto desde el principio la respuesta de
Jesús es bien sencilla. ‘Si quieres
entrar en la vida, guarda los mandamientos’. Los mandamientos como camino
para la vida y para la vida eterna. Pensamos en los mandamientos algunas veces
como en prohibiciones y mandatos que nos pudieran coartar en nuestros sueños de
libertad o en nuestros deseos. Pero Jesús nos está diciendo que son el camino
para la vida. Es lo que Dios quiere para nosotros cuando ha impreso en lo más
hondo de nuestro corazón su ley.
Sus mandamientos no están inscritos en tablas de piedra
o en papeles que se puedan destruir o se puedan borrar. El mandamiento del
Señor está grabado en nuestro corazón señalándonos lo que en verdad llevaría al
hombre a la mayor plenitud y felicidad. Seamos capaces de mirar con ojos de luz
los mandamientos del Señor; si miramos con ojos de luz nuestro corazón se va a
llenar de luz y podremos descubrir de verdad esa luz con la que el Señor quiere
iluminarnos para llevarnos a la plenitud y mayor felicidad de nuestra
existencia. Eso son los mandamientos para el verdadero creyente.
Es hermoso encontrarse con alguien que pueda decir
‘todo eso lo he cumplido desde mi niñez’. Por eso, como nos dice alguno de los
evangelistas Jesús se le quedó mirando con un cariño especial porque veían en
aquel muchacho una capacidad para algo más grande todavía.
‘¿Qué me falta?’, pregunta aquel muchacho y la
respuesta de Jesús no se hace esperar porque Jesús deposita una gran esperanza
en el corazón de aquel joven. ‘Si quieres
llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres - así
tendrás un tesoro en el cielo - y luego vente conmigo’. Jesús confía en
aquel joven y deposita en él grandes esperanzas. Podrás tener un tesoro en el
cielo… puedes ser de los míos, de los que estén más cerca de mí, ‘vente conmigo’.
Jesús está mirando también nuestro corazón. ¿Nos estará
diciendo también despréndete de todo eso que aprisiona tu corazón y vente
conmigo? Jesús quiere levantarnos también a nosotros hacia lo alto. Jesús
también quiere poner grandes metas en nuestra vida, que levantemos los ojos,
que no nos quedemos a ras de tierra, o solo mirando al fondo de nuestros
bolsillos. ¿Qué respuesta le vamos nosotros a dar? ¿Tendremos también
aspiraciones de vida eterna? ¿Queremos llegar también al final de lo que nos
propone Jesús?
Solo depende ahora de nuestra generosidad, de nuestra
disponibilidad, de nuestra capacidad de desprendimiento. ¿Nos pasará como aquel
joven que se fue triste porque era muy rico?
No hay comentarios:
Publicar un comentario