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domingo, 21 de abril de 2013


Jesús, Buen Pastor está siempre a nuestro lado

Hechos, 13, 14.43-52; Sal. 99; Apoc. 7, 9.14-17; Jn. 10, 27-30
Este cuarto domingo de Pascua es conocido desde siempre como el domingo del Buen Pastor. Es la imagen con la que Jesús se nos presenta en el Evangelio pero, además todos los textos de la liturgia propios de este domingo, las oraciones, las antífonas, están impregnados de ese sentido y de una forma o de otra nos aparece esa imagen del Buen Pastor.
‘Yo soy el Buen Pastor - dice el Señor - conozco a mis ovejas y las mías me conocen’ es la antífona del Aleluya con que hemos aclamado el Evangelio antes de proclamarlo. De ello nos ha hablado Jesús. ‘Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna’, nos decía en el evangelio.
Esta imagen del pastor es muy rica en significado para hablarnos de ese amor de Dios que nos busca y que nos llama, que nos cuida y que nos alimenta, que nos conduce por caminos seguros y nos llena de vida. Es imagen bien hermosa para manifestarnos todo  lo que es el amor de Dios que se nos manifiesta en Jesús. Un amor fiel que permanece invariable sobre nuestra vida, que nos llena de esperanza porque nos sabemos siempre amados de Dios.
En el mensaje que nos dejaba Benedicto XVI para la Jornada de oración por las vocaciones que se celebra en este día nos decía: ‘¿En qué consiste la fidelidad de Dios en la que se puede confiar con firme esperanza? En su amor. El, que es Padre, vuelca en nuestro yo más profundo su amor, mediante el Espíritu Santo. Y este amor, que se ha manifestado plenamente en Jesucristo, interpela a nuestra existencia, pide una respuesta sobre aquello que cada uno ha de hacer de su propia vida, sobre cuánto está dispuesto a empeñarse en realizarla plenamente. El amor de Dios sigue, en ocasiones, caminos impensables, pero alcanza siempre a aquellos que se dejan encontrar. La esperanza se alimenta, por tanto, de esta certeza: Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Y este amor exigente, profundo, que va más allá de lo superficial, nos alienta, nos hace esperar en el camino de la vida y en el futuro, nos hace tener confianza en nosotros mismos, en la historia y en los demás…’
¡Qué hermoso sentirse así amado por Dios! Es necesario que nos dejemos encontrar por su amor. Nos sentimos engrandecidos y llenos de vida, nos sentimos alentados a caminar con esperanza y a luchar con empeño por superarnos y crecernos, nos sentimos impulsados a amar más para entrar en una relación mutua más humana y más fraterna, nos sentimos con deseos profundos y comprometidos por hacer que nuestro mundo sea cada día un poco mejor, nos hace sentirnos con más confianza en nosotros mismos para sentirnos capaces de hacer ese mundo mejor. Siempre el que se siente amado se siente dignificado en su ser más intimo y eso le enseñará también a valor la dignidad de los demás a quienes ya mirará siempre como hermanos.
Y es que no nos sentimos solos, porque sabemos que Jesús, como Buen Pastor que está siempre al lado de sus ovejas, está junto a nosotros alentándonos con su presencia pero llenándonos también con su gracia. Como el pastor que buscará siempre los mejores pastos, el mejor alimento para sus ovejas, así el Señor nos ofrece cada día la riqueza de su Palabra que alimenta nuestra vida, pero también se nos dará El mismo para ser nuestra fuerza y nuestro alimento en la Eucaristía de su Cuerpo y Sangre.
Así nos cuida el Señor y nos defenderá como el pastor que no es un asalariado, porque el asalariado no defiende a las ovejas sino que cuando  ve venir al lobo huye y las abandona, como nos dice en otros lugares del evangelio. Hoy nos dice que sus ovejas ‘no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano’. Nos sentimos seguros en el amor del Señor.
Como nos decía Benedicto XVI ‘¡En el Señor resucitado tenemos la certeza de nuestra esperanza!... También hoy Jesús, el resucitado, pasa a través de los caminos de nuestra vida… y en ese devenir cotidiano sigue dirigiéndonos su palabra; nos llama a realizar nuestra vida con El, el único capaz de apagar nuestra sed de esperanza. El, que vive en la comunidad de los discípulos que es la Iglesia, también hoy nos llama a seguirlo’.
‘Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen’, que nos decía Jesús en el evangelio. Por una parte está esa respuesta nuestra escuchando al Señor y queriendo seguirle porque en El nos sentimos totalmente seguros con esa seguridad y certeza que nos da el amor, pero está también cómo el Señor nos conoce; y nos conoce por nuestro nombre, como somos, con nuestras necesidades y debilidades, con nuestras ilusiones y nuestras esperanzas; y aún así nos ama y nos está invitando continuamente a seguirle, a estar con El. Le escuchamos y nos llenamos de su luz; le escuchamos y nos sentimos envueltos por su amor; le escuchamos y nos ponemos en camino de vida eterna. Queremos seguir a Jesús, verdadero pastor de nuestra vida y al mismo tiempo Cordero de Dios que se sacrifica por nosotros para darnos vida.
Como ya hemos venido expresando al hacer mención al mensaje del Papa hoy estamos celebrando la Jornada de Oración por los Vocaciones. Jesús es el Buen Pastor de nuestra vida pero El se hace presente en su Iglesia en aquellos que llama con una vocación especial para ejercer ese ministerio de pastores en su nombre para bien de la Iglesia. Un día llamó a Pedro y a los Apóstoles para que continuaran su misión enviándolos por el mundo a anunciar el evangelio constituyendo la Iglesia en las comunidades de creyentes en el  nombre del Señor Jesús que iban surgiendo. Esa misión se continúa en los pastores que Dios sigue llamando a través de todos los tiempos como regalo de gracia para su Iglesia.
Pastores compenetrados en todo con Cristo Pastor y que se hacen pobres y desprendidos, con Cristo empobrecido, para evangelizar a los pobres; pastores humildes, con Cristo humillado y servidor, para estar más cerca de los pobres y los pequeños; pastores misericordiosos, con Cristo compasivo, para estar más abiertos a las miserias humanas; pastores pacíficos, con Cristo-Paz, para llegar a ser instrumentos de reconciliación; pastores limpios de corazón, con Cristo transparencia divina, para poder descubrir y proyectar la presencia de Dios en medio del mundo.
Hoy es un día de especial oración de las comunidades cristianas por sus pastores y también por todos aquellos llamados por el Señor con una vocación de especial consagración, como son los religiosos y religiosas, testigos de Cristo en medio del mundo. Oremos al dueño de la mies que envié obreros a su mies, como nos enseña Jesús en el evangelio. Como nos decía Benedicto XVI en su mensaje para esta Jornada ‘la oración constante y profunda hace crecer la fe de la comunidad cristiana, en la certeza siempre renovada de que Dios nunca abandona a su pueblo y lo sostiene suscitando vocaciones especiales, al sacerdocio y a la vida consagrada, para que sean signos de esperanza en medio del mundo’.
La abundancia de vocaciones es la mejor expresión de la intensidad de vida de nuestras comunidades cristianas; ‘la respuesta a la llamada divina por parte de un discípulo de Jesús para dedicarse al ministerio sacerdotal o a la vida consagrada se manifiesta como uno de los frutos más maduros de la comunidad cristiana, que ayuda a mirar con particular confianza y esperanza el futuro de la Iglesia y a su tarea evangelizadora. Esta tarea necesita siempre de nuevos obreros para la predicación del evangelio, para la celebración de la Eucaristía y de todos los sacramentos’.
Oremos al Señor para no falten sacerdotes, personas que consagren su vida a Dios y al servicio de la Iglesia en una especial consagración en la vida religiosa en sus diferentes órdenes y carismas. Oremos al Señor para que sean muchos los llamados, pero que sientan en su corazón la fortaleza de la gracia para responder a su vocación con total fidelidad. Son un regalo bien preciado del Señor a su Iglesia. 

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