Por primera vez comenzaron a llamarse cristianos
Hechos, 11, 19-26; Sal. 86; Jn. 19, 22-30
‘Fue en Antioquia
donde por primera vez llamaron a los discípulos cristianos’. Hasta ahora eran simplemente los
discípulos de Jesús, ‘los que seguían
aquel camino’ como se referirá a ellos en otro momento el libro de los
Hechos de los Apóstoles. Pero ahora con la expansión, llegando a Antioquia de
Siria y donde nacería una comunidad de gran importancia en la Iglesia
primitiva y donde se anunciaba también a los gentiles el nombre del Señor
Jesús comienzan a llamarse cristianos.
Jesús había enviado a sus discípulos por todo el mundo
a predicar el Evangelio de manera que todo el que creyese y se bautizase, alcanzase la salvación; ahora
con la dispersión provocada por la persecución que se había desatado en
Jerusalén y el martirio de Esteban vemos cómo llega el anuncio del evangelio a
Antioquia como a otros muchos lugares.
Ayer escuchábamos cómo Pedro, impulsado por el
Espíritu, había ido a casa de un gentil al que también había bautizado; tuvo
que dar sus explicaciones a la comunidad de Jerusalén porque en principio solo
hablaban de Jesús a los judíos; estaba claro que el evangelio había de
extenderse por todas partes y a todos había de anunciarse. Ahora contemplamos
en la comunidad de Antioquía que también comenzaron a hablar de Jesús a los
gentiles que también abrazaban la fe.
Pero otro aspecto que podríamos destacar es la unidad
entre todos los que creen en Jesús. Se irán creando y estableciendo distintas
comunidades por todas partes en la medida en que se anuncia el Evangelio, pero
siempre habrá una unidad en todos los creyentes. Cuando los cristianos de
Jerusalén tienen noticia de esa nueva comunidad muy floreciente en Antioquía envían
a Bernabé como un signo de comunión. ‘Al
llegar y ver la acción de la gracia de Dios se alegró mucho y exhortó a todos a
seguir unidos al Señor con todo empeño…. y una multitud considerable se adhirió
al Señor’.
Ya el libro de los Hechos hizo mención de Bernabé por el
testimonio que dio al vender sus posesiones para generosamente entregarlo todo
para ayudar a los pobres y nadie pasara necesidad, pero ahora veremos la
importancia que Bernabé tuvo en la Iglesia primitiva, que sin ser del número de
los Doce se le considera también como un Apóstol. A Antioquía vino enviado por
la comunidad de Jerusalén y en diferentes asuntos que surgieron entre ambas
comunidades lo veremos a El como un mediador.
Hoy lo vemos que toma la iniciativa de ir a Tarso a
buscar a Saulo - hemos escuchado hace días su conversión y tras momentos de
tensión que se habían creado con su predicación y anuncio del evangelio, había
marchado a su pueblo de origen, Tarso de Cilicia - y Bernabé lo trae ahora
porque ambos van a realizar una gran tarea en la Iglesia naciente.
Es hermoso ir contemplando este camino de la Iglesia
naciente y como se va propagando; pero es algo que tendría que hacernos pensar
y que tendría que servirnos a nosotros de estímulo para esa tarea del anuncio
del evangelio, de llevar el nombre de Jesús a los demás. Un cristiano nunca se
puede cruzar de brazos en esta maravillosa tarea de la evangelización. Nos
gozamos viendo el crecimiento de la Iglesia, pero hemos de poner también el
granito de arena de nuestro esfuerzo, de nuestro testimonio para que así
podamos hacer que cada día más muchos puedan alabar el nombre del Señor.
Que el Señor nos dé ese espíritu apostólico y misionero
para que sintamos la urgencia de la evangelización de nuestro mundo. Si para
nosotros es un gozo el creer y en Cristo Jesús encontramos el sentido y el
valor de nuestra vida, ¿por qué no hacer partícipes a los demás de esa alegría
y todos puedan sentirse iluminados por la luz de la fe? ‘¡Ay de mí, si no evangelizare!’ decía en una ocasión san Pablo en
sus cartas. Es el compromiso que hemos de sentir en nuestro corazón, es el ardor
de nuestro espíritu para anunciar la Palabra de Dios a los demás.
Que todos puedan llevar el nombre de cristianos porque
en verdad nos adhiramos con toda firmeza y valentía a Jesús y a su evangelio.
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