Una profesión de fe con firmeza, un anuncio hecho con fidelidad, unas huellas que hemos de seguir
San Marcos Evangelista
1Pedro 5, 5-14; Sal.88; Mc. 16, 15-20
‘Id al mundo entero y
proclamad el evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice, se
salvará; el que se resista a creer, será condenado’. Es el final del Evangelio, el
último mandato de Jesús. ‘Y ellos fueron
y proclamaron el evangelio por todas partes…’
Pero si así concluye el evangelio de Marcos, en ese
mismo sentido tenía su comienzo. ‘Comienzo
del Evangelio (de la Buena Noticia) de Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios’.
Fueron las primeras palabras y el inicio que nos está manifestando lo que el
evangelista nos quiere trasmitir: la Buena Noticia de Jesús, que es el Mesías,
el Cristo, el Hijo de Dios; Buena Noticia que se ha de trasmitir a toda la
creación para que todo el que crea en esa Buena Noticia alcanza la salvación.
Marcos o Juan Marcos, el autor del Evangelio que más
tarde sería el fundador de la Iglesia de Alejandría - así se ha considerado
siempre y así lo tiene la Iglesia Copta de Egipto - aparece en distintos
momentos de la Escritura, ya sea el propio evangelio algo así como insinuado,
ya sea en los Hechos de los Apóstoles o en las cartas de San Pablo y San Pedro
que lo llama ‘mi hijo querido’, como
hoy mismo hemos escuchado.
Digo que en el evangelio es insinuado porque los intérpretes
suponen que aquel joven que tras el prendimiento de Jesús en el Huerto le sigue
envuelto en una sábana es el propio Marcos; ¿sería aquel huerto de la familia
de Juan Marcos? Son suposiciones porque el hecho de que lo siguiera envuelto en
una sábana da a entender que dormía cerca y al oír los ruidos saliera a ver lo
que pasaba.
En los Hechos aparecerá con Pablo y Bernabé - del que
se dice en la carta a los colosenses que eran primos o familia - en el primer
viaje apostólico aunque al llegar a Panfilia decide volverse a Antioquía. Eso
motivará que en el segundo viaje Pablo y Bernabé discutan a causa de Juan
Marcos a quien Bernabé quería llevar con ellos pero Pablo no, y es por lo que
ese viaje lo hará ya Pablo solo. Marcos acompañó a Bernabé a Chipre.
En distintas cartas Pablo hará alusión a un Juan
llamado Marcos, lo mismo que en la carta de San Pedro que hoy hemos escuchado.
Evangelizaría Egipto por lo que se le considera fundador de la Iglesia de
Alejandría que tanta importancia tuvo en la Iglesia de los primeros siglos y
donde murió mártir. Sus restos están en la Catedral de Venecia dedicada
precisamente a su nombre.
A Marcos se le ha considerado siempre como autor del
segundo evangelio, en el que se considera que recoge las catequesis de san
Pedro en Roma, puesto que él no fue discípulo directo de Jesús. Es el evangelio
más breve y tiene muchas concordancias con los otros evangelios sinópticos de
Marcos y de Lucas, porque los exegetas hablan de una fuente común para dichos
evangelios.
Tras esta breve reseña de la vida de Marcos y su
evangelio desde lo que nos refleja la propia Escritura sagrada, convendría
detenernos a reflexionar un poco en cual sería el mensaje que lleváramos a
nuestra vida en esta fiesta de san Marcos a la que nos invita hoy la liturgia
de la Iglesia. Muchas consideraciones podríamos hacernos fijándonos en aspectos
que se resaltarían de manera especial en este evangelio.
Ya desde un primer momento el evangelista nos hace una
afirmación contundente para definirnos quien es el Jesús del que nos va a
hablar en el Evangelio. Como resaltábamos al principio de esta reflexión el
evangelio se inicia diciéndonos ‘Evangelio
- Buena Noticia - de Jesús, el Cristo - Mesías -, el Hijo de Dios’. Quiere
presentarnos a Jesús en quien hemos de creer para alcanzar la salvación. El que
crea en esa Buena Noticia que se nos trasmite, y se bautice, se salvará.
Para centrar este mensaje quiero fijarme en las tres
intenciones o motivaciones principales de las oraciones de la liturgia en la Eucaristía
de la fiesta de san Marcos. Pedimos ‘seguir
siempre fielmente las huellas de Cristo… mantenernos fieles a la misión de
anunciar el Evangelio… y creer con firmeza en ese evangelio’. Una fe que
hemos de confesar, de vivir y de proclamar con toda fidelidad siguiendo siempre
las huellas de Jesús.
Queremos manifestar con toda firmeza nuestra fe en
Jesús y en la Buena Noticia de Salvación que nos llega con Jesús a nuestra
vida; la firmeza de la proclamación de nuestra fe. Pero esa proclamación no la
hacemos solo con palabras, sino en el camino de nuestra vida. ¿Cuál ha de ser
ese camino? Seguir las huellas de Cristo. No queremos otra cosa sino vivir a
Cristo, imitarle, ser como El, tener sus mismos sentimientos, vivir su misma
vida, empaparnos de sus mismas actitudes de amor, de humildad y de servicio.
Pero esa riqueza no nos la guardamos para nosotros sino que hemos de
trasmitirla a los demás: fidelidad en el anuncio del evangelio.
Es lo que hizo san Marcos con su vida, con su anuncio
del evangelio por todo el mundo, escribiéndonos también el evangelio inspirado
por el Espíritu Santo para que lo tengamos como Palabra de vida y de salvación
para nosotros, como Palabra de Dios, Palabra que Dios nos dirige para que
creyendo en Jesús alcancemos la salvación.
Que el Espíritu del Señor nos ilumine y fortalezca para
esa confesión de fe, para ese anuncio de nuestra fe para que llegue al mundo la
salvación.
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