Acoger a Jesús, nuestra justicia y nuestra salvación
Jer. 23, 5-8; Sal. 71; Mt. 1, 18-24
Dándole vueltas y reflexionando en torno a los textos
de la Palabra que la liturgia nos ofrece hoy se me ocurre pensar en estos
textos como aquellos en los que se nos
viene a manifestar el nombre del Salvador que esperamos. Reflexionábamos ayer
cómo de la mano de la liturgia vamos a hacer una autentica profesión de fe en
Jesús que viene como nuestro salvador para lo que no es necesario ir realizando
un progresivo crecimiento en nuestra fe desde un mayor conocimiento de todas
las verdades reveladas y todo el misterio de la salvación. A esto nos quiere
ayuda hoy la liturgia que estamos celebrando en este nuestro camino de
Adviento.
Como decíamos, estos textos que nos ofrece hoy la
liturgia nos vienen a proponer los diferentes nombres de Jesús. ‘Suscitaré a David un vástago legítimo’,
nos dice, que ‘reinará como un rey
prudente y hará justicia y derecho en la tierra’, pero será la salvación de
Judá y de Israel, por eso ‘lo llamarán con
este nombre: El Señor nuestra justicia’.
Cuando los profetas hacen mención al derecho y a la
justicia no lo hacen solamente en un sentido jurídico, sino que esa palabra ‘justicia’ tiene más bien una
connotación de salvación y santidad. Por eso decir ‘el Señor nuestra justicia’ viene a ser lo mismo que decir ‘el Señor nuestra salvación’.
En ello vemos una clara referencia a lo que luego
escuchamos en el evangelio. Ante las dudas de José se le aparece el ángel del
Señor que le dice: ‘José, hijo de David,
no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en
ella es obra del Espíritu Santo. Dará un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús,
porque El salvará a su pueblo de los pecados’. Aparece el nombre de Jesús,
que también le había señalado el ángel a María en la anunciación. El nombre de
Jesús que significa ‘Dios salva’,
Dios es nuestro Salvador, es nuestra salvación, como habíamos escuchado antes
al profeta.
Pero esto además se viene a corroborar con el recuerdo
que el evangelista hace de lo anunciado por Isaías: ‘Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por
nombre Emmanuel, que significa Dios con nosotros’.
Dios con nosotros, Dios que es nuestra justicia y
nuestra salvación, Jesús porque El salvará a su pueblo de los pecados, el rey
prudente que implantará el derecho y la justicia, que viene a traernos la
salvación, que con su presencia en medio de nosotros va a hacer resplandecer la
santidad de Dios.
Pero Dios quiere contar con el hombre, Dios quiere
contar con nosotros. Para nosotros es esa salvación que el Señor nos ofrece, es
una gracia del Señor, es un regalo de Dios, pero al que tenemos que acoger,
saber aceptar y recibir. Dios no quiere hacer nada en nuestra vida sin contar
con nosotros, que para eso nos hizo libres desde la creación.
Quiso contar con María, como quiso contar con José. Fue
importante el Sí de María en la anunciación, pero ahora es importante la
colaboración de José al que se le pide que reciba a María, que la lleve a su
casa, que tome como hijo suyo al que María lleva en sus entrañas, que haga con
el hijo las funciones de padre porque es él, José, el que ha de imponerle el
nombre: ‘le pondrás por nombre Jesús’.
Nosotros también hemos de saber decir ‘sí’, acoger a
Jesús, nuestra justicia y nuestra salvación; acoger la gracia de Jesús que nos
llena de justicia, que hará resplandecer en nosotros la santidad de Dios;
acoger a Jesús, porque también nosotros hemos de saber llevarlo a los demás.
Nuestra acogida y nuestra santidad se van a convertir en un signo para el mundo
que nos rodea de esa santidad y de esa salvación de Jesús. Con nuestra acogida
y nuestra santidad hemos de ser misioneros de Jesús para los demás.
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