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martes, 18 de diciembre de 2012


Acoger a Jesús, nuestra justicia y nuestra salvación

Jer. 23, 5-8; Sal. 71; Mt. 1, 18-24
Dándole vueltas y reflexionando en torno a los textos de la Palabra que la liturgia nos ofrece hoy se me ocurre pensar en estos textos como aquellos en los que se  nos viene a manifestar el nombre del Salvador que esperamos. Reflexionábamos ayer cómo de la mano de la liturgia vamos a hacer una autentica profesión de fe en Jesús que viene como nuestro salvador para lo que no es necesario ir realizando un progresivo crecimiento en nuestra fe desde un mayor conocimiento de todas las verdades reveladas y todo el misterio de la salvación. A esto nos quiere ayuda hoy la liturgia que estamos celebrando en este nuestro camino de Adviento.
Como decíamos, estos textos que nos ofrece hoy la liturgia nos vienen a proponer los diferentes nombres de Jesús. ‘Suscitaré a David un vástago legítimo’, nos dice, que ‘reinará como un rey prudente y hará justicia y derecho en la tierra’, pero será la salvación de Judá y de Israel, por eso ‘lo llamarán con este nombre: El Señor nuestra justicia’.
Cuando los profetas hacen mención al derecho y a la justicia no lo hacen solamente en un sentido jurídico, sino que esa palabra ‘justicia’ tiene más bien una connotación de salvación y santidad. Por eso decir ‘el Señor nuestra justicia’ viene a ser lo mismo que decir ‘el Señor nuestra salvación’.
En ello vemos una clara referencia a lo que luego escuchamos en el evangelio. Ante las dudas de José se le aparece el ángel del Señor que le dice: ‘José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella es obra del Espíritu Santo. Dará un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque El salvará a su pueblo de los pecados’. Aparece el nombre de Jesús, que también le había señalado el ángel a María en la anunciación. El nombre de Jesús que significa ‘Dios salva’, Dios es nuestro Salvador, es nuestra salvación, como habíamos escuchado antes al profeta.
Pero esto además se viene a corroborar con el recuerdo que el evangelista hace de lo anunciado por Isaías: ‘Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa Dios con nosotros’.
Dios con nosotros, Dios que es nuestra justicia y nuestra salvación, Jesús porque El salvará a su pueblo de los pecados, el rey prudente que implantará el derecho y la justicia, que viene a traernos la salvación, que con su presencia en medio de nosotros va a hacer resplandecer la santidad de Dios.
Pero Dios quiere contar con el hombre, Dios quiere contar con nosotros. Para nosotros es esa salvación que el Señor nos ofrece, es una gracia del Señor, es un regalo de Dios, pero al que tenemos que acoger, saber aceptar y recibir. Dios no quiere hacer nada en nuestra vida sin contar con nosotros, que para eso nos hizo libres desde la creación.
Quiso contar con María, como quiso contar con José. Fue importante el Sí de María en la anunciación, pero ahora es importante la colaboración de José al que se le pide que reciba a María, que la lleve a su casa, que tome como hijo suyo al que María lleva en sus entrañas, que haga con el hijo las funciones de padre porque es él, José, el que ha de imponerle el nombre: ‘le pondrás por nombre Jesús’.
Nosotros también hemos de saber decir ‘sí’, acoger a Jesús, nuestra justicia y nuestra salvación; acoger la gracia de Jesús que nos llena de justicia, que hará resplandecer en nosotros la santidad de Dios; acoger a Jesús, porque también nosotros hemos de saber llevarlo a los demás. Nuestra acogida y nuestra santidad se van a convertir en un signo para el mundo que nos rodea de esa santidad y de esa salvación de Jesús. Con nuestra acogida y nuestra santidad hemos de ser misioneros de Jesús para los demás.

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