Cántico de María que es cántico de acción de gracias, de liberación y de esperanza
1Sam. 1, 24-28; Sal.: 1Sam. 2, 1-8; Lc. 1, 46-56
Muchas veces hemos orado y meditado este cántico de
María. Es el cántico con el que María da gracias y alaba al Señor que ha sido
grande con ella, porque en ella ha hecho obras grandes el que es Poderoso. Ella
que se siente humilde y pequeña, que se llama a sí misma la esclava del Señor,
sin embargo Dios la ensalza cuando la quiere hacer su Madre y cuando quiere
contar con ella para realizar en su Hijo Jesús las maravillas de la Redención.
También lo llamamos el cántico de la liberación y mucho
hemos meditado con dicho cántico reconociendo las maravillas que el Señor
realiza en el hombre cuando lo libera del mal y del pecado, pero también porque
nos traza ese camino de liberación que se ha de realizar en toda la humanidad y
en toda la creación.
Se reflejan en este cántico las bienaventuranzas que
luego Jesús proclamaría en el Sermón del Monte porque los humildes serán
enaltecidos mientras los poderosos son abajados de sus tronos, a los
hambrientos se les colma de bienes mientras a los ricos y los que se sienten
saciados en sí mismos se les despedirán vacíos. Cuántas páginas del evangelio
vemos aquí resumidas en este cántico de María.
Pero yo me atrevería a llamarlo también el cántico de
la esperanza. Es la palabra quizá que más hemos repetido durante todo este
tiempo del adviento que en sí mismo es un tiempo de esperanza, y en esa
esperanza nos hemos sentido alentados a través de todo este camino que hemos
recorrido con la Buena Noticia que continuamente se nos ha ido trasmitiendo.
Ahora cuando ya está cercana la Navidad, la celebración del Nacimiento del
Señor la liturgia en su Palabra nos ofrece este cántico de María que nos anuncia
y con el que cantamos la misericordia del Señor que llega y que inundará
nuestro corazón haciendo brotar en él una nueva vida.
‘Su misericordia llega
a sus fieles de generación en generación’, canta María porque auxilia a su pueblo ‘acordándose de su misericordia, como lo
había prometido a nuestros padres’. Cercano está ya el momento en que se va
a manifestar esa misericordia del Señor que viene con su salvación. Como nos
habían anunciado los profetas ‘el Señor
ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos… el Señor está en medio de
ti y ya no temerás’.
Viene el Señor que nos salva. Viene el Dios que es
Emmanuel porque es Dios en medio de nosotros. Se va a manifestar lo grande, lo
inmenso que es el amor de Dios, tan grande que nos da a su Hijo para que
obtengamos la remisión y el perdón de los pecados.
Quienes nos sentimos abrumados por el peso de nuestros
pecados este anuncio, y este cántico en consecuencia, se convierte en anuncio y
en cántico de esperanza. Qué triste la vida del que no tiene esperanza; qué
triste la vida de aquel que se siente abrumado por el mal que le pesa en su
corazón, pero no tiene la esperanza de que por gracia puede ser liberado de él;
qué triste es la vida de los que no quieren reconocer a Dios, al Dios Salvador
y que nos ama, al Dios que nos regala su amor y su misericordia, al Dios que
con su sangre lava para siempre nuestros pecados.
Por eso hemos dicho muchas veces que es un presupuesto
muy necesario para vivir con todo sentido la alegría de la navidad el sentirnos
necesitados de salvación y tener la esperanza de que en ese Niño a quien
contemplaremos nacer en Belén está el Dios que nos ama y nos perdona, que
cancela nuestra condena, pero que además nos llena de vida nueva. Por eso
nuestra navidad no se queda ni en una cena o fiesta familiar ni en los más o
menos regalos que podamos recibir en estos días, sino que es la fiesta del gran
regalo del amor y de la misericordia del Señor. Cuando no pensamos en este
regalo del amor de Dios, nuestras fiestas pueden ser nostálgicas y hasta
tristes porque nos pueden asomar recuerdos y añoranzas de experiencias humanas
que no se van a volver a repetir, pero en donde nos falta lo principal que es
la fe y la esperanza que hemos puesto en nuestro Dios.
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