Una invitación a una auténtica y renovada profesión de fe cuando llegue la navidad
Gén. 49, 2.8-10; Sal. 71; Mt. 1, 1-17
Iniciamos el último tramo de nuestro camino de
adviento. Son ocho días de preparación inmediata que tiene sus textos
especiales en la liturgia, en las lecturas de la Palabra de Dios, en el texto
de las oraciones y de las antífonas, destacando de manera especial las
antífonas para el canto del Magnificat en las vísperas de cada uno de estos
ocho días anteriores a la navidad.
En el evangelio escucharemos el inicio del evangelio de
Mateo hoy y mañana, y el resto de día los primeros capítulos del evangelio de
Lucas hasta que lleguemos en la nochebuena a las lecturas del nacimiento de
Jesús en Belén. Los textos de la primera lectura, del Antiguo Testamento
siempre en una relación con el mensaje del evangelio.
La liturgia nos irá llevando de la mano a la confesión
de nuestra fe en Jesús, verdadero hombre, nacido en el pueblo de Israel, del
linaje de Judá, de la dinastía de David, el anunciado por los profetas, como
verdadero Hijo de Dios, en quien vamos a obtener nuestra salvación. Y vamos a
pedir hoy, al confesar nuestra fe en Jesús, verdadero Hijo de Dios que se ha
encarnado y se ha hecho hombre, Palabra eterna de Dios encarnada en el seno de
María, que nosotros alcancemos la gracia de transformarnos plenamente en hijos
de Dios.
Hoy el evangelio nos ofrece la ‘genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán’. Es
Jesús, el Mesías de Dios, enraizado plenamente en el pueblo judío, al pertenecer
al linaje y dinastía de David y de Judá, que va a ser el Cristo, el Ungido, el
Mesías de Dios que nos viene a traer la salvación. La liturgia quiere que
apuntalemos bien nuestra fe contemplando lo que es la historia de la salvación.
Ese anuncio y promesa de Dios desde el principio, desde que el hombre cayó en
el pecado y abandonó el camino y vida de Dios, pero en el que Dios no abandona al hombre sino que siempre tendrá
una promesa de salvación.
Nos viene bien recordar estos aspectos fundamentales de
nuestra fe y más en este año de la fe al que nos ha convocado el Papa que ‘es una invitación
a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios,
en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que
salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los
pecados (cf. Hch 5,
31)’, como nos dice en su convocatoria de
este año.
Renovaremos en plenitud la conversión de
nuestro corazón al Señor en la medida en que vaya creciendo nuestra fe,
creciendo en el conocimiento de las verdades reveladas, en que la vayamos
confesando con mayor y más viva conciencia. Es importante esa formación que
vayamos adquiriendo en nuestra vida cristiana para que podamos en verdad dar
razón de nuestra fe y nuestra esperanza pero con las obras de nuestra vida.
Como nos dice el Papa ‘así, la fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad
para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in
crescendo continuo, en las
manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su
origen en Dios’.
Por eso nos sigue diciendo: ‘Habrá que intensificar la reflexión sobre
la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al
Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo
cambio como el que la humanidad está viviendo’.
Que nos ayude este camino que vamos
haciendo y estas reflexiones que en torno a la palabra nos hacemos a ese
crecimiento y fortalecimiento de nuestra fe, y así vivamos en la mayor plenitud
ese encuentro con el Señor que ha de ser la Navidad.
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