El reconocimiento de Dios nos
conduce a una mayor plenitud de vida
Es camino del hombre en la medida en que va alcanzando
más y más su madurez el ir afirmándose en sí mismo con toda responsabilidad
logrando su propia autonomía de pensamiento y de obrar, no queriendo entonces
tener ninguna dependencia en vida que pudiera coartarle su libertad. Es el
crecimiento humano que nos lleva a la madurez humana, pero que sin embargo le
hace reconocer sus limitaciones porque no es perfecto en sí mismo. Muchas veces
se puede sentir frustrado por sus propias limitaciones porque en el fondo puede
ir creciendo en su interior el orgullo de la autosuficiencia que le puede
llevar erróneamente a creerse dios de sí mismo.
El hombre creyente, sin embargo, aún cuando también
quiera lograr esa autonomía y esa madurez, reconoce que no es dios de sí mismo
y que esa plenitud de su ser no la puede conseguir sólo por sí mismo. El hombre
creyente sabe ser humilde para reconocer su imperfección y su dependencia de
quien en verdad puede conducirle a la plenitud más total de su vida y en sus
limitaciones y errores reconoce su imperfección para no hacer siempre lo que
tendría que llevarle a esa mayor plenitud y felicidad. No busca la felicidad en
sí mismo sino que reconoce que en Dios es en quien obtiene la mayor plenitud y
felicidad y es en la convivencia con los demás en una interdependencia mutua
puede alcanzar caminos también de felicidad.
La celebración que la Iglesia nos ofrece en este día de
témporas, estas ferias especiales porque podemos celebrarlas incluso en varios
días, quiere ayudarnos a ese reconocimiento del Dios en quien podemos alcanzar
esa plenitud, pero al mismo tiempo del Dios que es amor y nos regala su amor.
Es una ocasión propicia para aprender a reconocer a Dios en nuestra vida y por
eso se convierte en un día de acción de gracias pero también de petición de
gracia y de perdón para nuestra vida.
El texto de Deuteronomio que hemos escuchado en primer
lugar quiere ayudarnos a ese reconocimiento de Dios y a que nos demos cuenta de
que lo que vamos logrando en nuestra vida, es cierto con nuestro esfuerzo y
responsabilidad, sin embargo no es solo fruto de nuestras manos, sino que hemos
de saber descubrir el actuar de Dios, principio y origen de todo don y de la
vida misma.
Moisés le recuerda y previene al pueblo para que cuando
se establezcan en aquella tierra que el Señor les va a dar y vayan viendo el
fruto de tus trabajos no fueran a llenarse de tal orgullo que se olvidaran del
Dios que les había sacado de Egipto. Era un cambio muy grande para un pueblo
que venía trashumante desde el desierto y que ahora se asentaba definitivamente
en una tierra que podía llamar suya viendo el fruto de sus trabajos pudiendo
además tener un techo bajo el cobijarse, quienes había vivido en tiendas con
las estrellas como techo en el desierto.
Es, pues, una invitación y al reconocimiento del Señor
nuestro Dios. El Dios amor que nos ama y nos protege y a quien acudimos también
desde nuestras necesidades y también desde nuestras limitaciones y errores del
caminar de nuestra vida; pedimos su ayuda y su gracia, su fuerza y su perdón
para saber vivir siempre según lo que es su designio de amor, su voluntad, y
para recuperar la gracia perdida cuando nos hemos desviado por otros caminos
lejanos de lo que es su voluntad y son sus mandamientos.
Ya decíamos que teníamos el peligro del orgullo y la
autosuficiencia; de querernos afirmar tanto en nosotros mismos que prescindamos
de Dios y no queramos necesitar de El. De sentirnos tan dioses de nosotros
mismos que subidos en nuestros pedestales no sepamos mirar con una mirada de
luz a los hombres y mujeres que están a nuestro lado y que son nuestros
hermanos junto con los cuales hemos de saber hacer este camino de vida y con
los que tenemos que hacer que nuestro mundo sea mejor. Por nosotros mismos nos
cuesta porque tenemos la tendencia a subirnos al pedestal de nuestro
endiosamiento y cuando nos endiosamos nosotros tenemos el peligro de querer
convertir a los que nos rodean en vasallos de nuestra vida, con todas las
consecuencias que se pueden derivar.
Dios no es obstáculo de ninguna manera a ese
crecimiento humano y a esa madurez del hombre sino todo lo contrario; no son
obstáculo para nuestro crecimiento personal los que caminan a nuestro lado,
sino que serán ocasión propicia que mutuamente nos ayudemos en ese crecimiento
como personas y como hermanos y sepamos caminar juntos hacia una verdadera
felicidad.
El Señor ilumina nuestra vida; su Palabra será siempre
palabra que nos conduzca a la mayor plenitud y nos recordará continuamente los
pasos que hemos de seguir, que serán siempre unos pasos de amor y de amistad. Y
la gracia del Señor será nuestra fortaleza, pero también nos dará ese perdón
que nos hará encontrarnos más en paz con nosotros mismos cuando nos llenamos de
la paz de Dios y cuando sabemos estar en paz también con nuestros hermanos.
Que caminemos estos caminos de Dios que nos llevarán
siempre a la madurez y a la plenitud, humana y cristiana.
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