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miércoles, 3 de octubre de 2012


Buscando a Dios que da sentido a nuestro vivir y sufrir

Job. 9, 1-12.14-16; Sal.87; Lc. 9, 57-62
Job busca dramáticamente a Dios y le parece imposible alcanzarle y comprender sus designios, pero aún asi sigue queriendo confiar en Dios y reflexiona buscando la luz que necesita para su vida. Le cuesta comprender todo lo que le está sucediendo y como hemos venido escuchando son varios los pensamientos y los sentimientos que van surgiendo en su interior que lo llenan de confusión.
Ha recibido la visita de sus amigos, que han pasado largos de silencio a su lado como consuelo, pero tratando también de buscar una respuesta o un sentido a todo lo que está pasando. Como  nos sucede también a nosotros tantas veces las palabras de invitación a la resignación o a pensar que lo que le sucede puede ser también un castigo por algo que haya hecho, son las más fáciles de decir. Qué fáciles somos para decir palabras bonitas, vamos a decirlo así, para tratar de consolar al que sufre. Muchas veces nuestras palabras en lugar de ser luz y consuelo verdadero lo que hacen es llenar más de confusión, porque no siempre está inspiradas en un verdadero espíritu cristiano y evangélico.
Pero no satisfacen a Job ni le dan respuesta a los interrogantes profundos que tiene en lo hondo de su espíritu las palabras de consuelo de sus amigos. ‘Sé muy bien que es así, les responde, y que el hombre no es justo frente a Dios’. Y reflexiona sobre la grandeza y el poder de Dios que supera toda sabiduría y todo poder humano. ‘¿Quién, fuerte o sabio, le resiste y queda ileso?’ se pregunta.  Se siente anonadado.
Y de alguna manera surge el pensamiento de que Dios se manifiesta poderoso y realizando prodigios insondables casi como si fueran un capricho de sus deseos. Se siente pequeño ante la inmensidad de Dios y no sabe cómo podrá conocer sus designios, cómo podrá alcanzarle. ‘Si cruza junto a mí, no puedo verlo, pasa rozándome y no lo siento’.
Mucho queda aún para llegar a la plenitud de la revelación que nos llegará en Jesús, donde ya no somos nosotros los que intentamos alcanzarle, sino que más bien es Dios el que viene a nosotros, y ¿de qué manera?, que se hará hombre como nosotros, para ser Dios con nosotros y así manifestarnos su amor y toda la cercanía de Dios y su revelación.
Todo el antiguo testamento es una revelación progresiva de Dios que alcanzará su plenitud en Jesús, verdadera Palabra de Dios, verdadera revelación del misterio de Dios. Como  nos dirá en el evangelio nadie como al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo revela. Podemos ir acercándonos a esos designios de Dios, a lo que es su voluntad, a lo que es el verdadero sentido del hombre en la medida en que vayamos conociendo a Dios que nos ha creado y nos ha redimido.
Seguiremos aún estos días escuchando el texto de Job y reflexionando sobre él. Pero nosotros desde la revelación de Jesús sobre el misterio de Dios sí podemos encontrar respuestas y sentido para todo lo que nos sucede en nuestra vida. Por eso, como hemos venido diciendo en el comentario que hemos hecho en estos dias sobre el libro de Job, miramos a Jesús, miramos su pasión, su muerte y ahí encontramos la luz y el sentido, porque estamos encontrando el amor de Dios que se nos entrega en Jesús para nuestra salvación.
Tenemos que tratar de impregnarnos bien del espíritu del Evangelio para ir descubriendo el verdadero sentido a lo que nos pasa. Hemos de saber encontrar un valor y un sentido a lo que nos sucede, también esas situaciones difíciles o dolorosas por las que tenemos que pasar en nuestros problemas o sufrimientos. Hemos de leer mucho y meditar el evangelio en esa profundización de nuestra fe para que sea auténtica y para que así podamos llenarnos de Cristo. Hemos de orar mucho pidiendo esa luz del Señor, esa luz de su Espíritu que es el que nos ayudará a encontrar el verdadero sentido de todo. Busquemos a Dios para encontrarnos con su amor.

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