Buscando a Dios que da sentido a
nuestro vivir y sufrir
Job. 9, 1-12.14-16; Sal.87; Lc. 9, 57-62
Job busca dramáticamente a Dios y le parece imposible
alcanzarle y comprender sus designios, pero aún asi sigue queriendo confiar en
Dios y reflexiona buscando la luz que necesita para su vida. Le cuesta
comprender todo lo que le está sucediendo y como hemos venido escuchando son
varios los pensamientos y los sentimientos que van surgiendo en su interior que
lo llenan de confusión.
Ha recibido la visita de sus amigos, que han pasado
largos de silencio a su lado como consuelo, pero tratando también de buscar una
respuesta o un sentido a todo lo que está pasando. Como nos sucede también a nosotros tantas veces
las palabras de invitación a la resignación o a pensar que lo que le sucede
puede ser también un castigo por algo que haya hecho, son las más fáciles de
decir. Qué fáciles somos para decir palabras bonitas, vamos a decirlo así, para
tratar de consolar al que sufre. Muchas veces nuestras palabras en lugar de ser
luz y consuelo verdadero lo que hacen es llenar más de confusión, porque no
siempre está inspiradas en un verdadero espíritu cristiano y evangélico.
Pero no satisfacen a Job ni le dan respuesta a los
interrogantes profundos que tiene en lo hondo de su espíritu las palabras de
consuelo de sus amigos. ‘Sé muy bien que
es así, les responde, y que el hombre no es justo frente a Dios’. Y
reflexiona sobre la grandeza y el poder de Dios que supera toda sabiduría y
todo poder humano. ‘¿Quién, fuerte o
sabio, le resiste y queda ileso?’ se pregunta. Se siente anonadado.
Y de alguna manera surge el pensamiento de que Dios se
manifiesta poderoso y realizando prodigios insondables casi como si fueran un
capricho de sus deseos. Se siente pequeño ante la inmensidad de Dios y no sabe
cómo podrá conocer sus designios, cómo podrá alcanzarle. ‘Si cruza junto a mí, no puedo verlo, pasa rozándome y no lo siento’.
Mucho queda aún para llegar a la plenitud de la
revelación que nos llegará en Jesús, donde ya no somos nosotros los que
intentamos alcanzarle, sino que más bien es Dios el que viene a nosotros, y ¿de
qué manera?, que se hará hombre como nosotros, para ser Dios con nosotros y así
manifestarnos su amor y toda la cercanía de Dios y su revelación.
Todo el antiguo testamento es una revelación progresiva
de Dios que alcanzará su plenitud en Jesús, verdadera Palabra de Dios,
verdadera revelación del misterio de Dios. Como
nos dirá en el evangelio nadie como al Padre sino el Hijo y aquel a
quien el Hijo se lo revela. Podemos ir acercándonos a esos designios de Dios, a
lo que es su voluntad, a lo que es el verdadero sentido del hombre en la medida
en que vayamos conociendo a Dios que nos ha creado y nos ha redimido.
Seguiremos aún estos días escuchando el texto de Job y
reflexionando sobre él. Pero nosotros desde la revelación de Jesús sobre el
misterio de Dios sí podemos encontrar respuestas y sentido para todo lo que nos
sucede en nuestra vida. Por eso, como hemos venido diciendo en el comentario
que hemos hecho en estos dias sobre el libro de Job, miramos a Jesús, miramos
su pasión, su muerte y ahí encontramos la luz y el sentido, porque estamos
encontrando el amor de Dios que se nos entrega en Jesús para nuestra salvación.
Tenemos que tratar de impregnarnos bien del espíritu del
Evangelio para ir descubriendo el verdadero sentido a lo que nos pasa. Hemos de
saber encontrar un valor y un sentido a lo que nos sucede, también esas
situaciones difíciles o dolorosas por las que tenemos que pasar en nuestros
problemas o sufrimientos. Hemos de leer mucho y meditar el evangelio en esa
profundización de nuestra fe para que sea auténtica y para que así podamos
llenarnos de Cristo. Hemos de orar mucho pidiendo esa luz del Señor, esa luz de
su Espíritu que es el que nos ayudará a encontrar el verdadero sentido de todo.
Busquemos a Dios para encontrarnos con su amor.
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