Un hombre justo y honrado que teme al Señor y en El pone toda su esperanza
Job, 1, 6-22; Sal. 16; Lc. 9, 46-50
Durante esta semana, salvo los días que tengamos
celebraciones especiales, estaremos escuchando en la primera lectura el libro
de Job del Antiguo Testamento. Un libro de hondas reflexiones que en el fondo
nos plantea el sentido del dolor y sufrimiento del inocente y la respuesta del
creyente ante esta situación.
Hoy hemos escuchado la presentación de Job, ‘un hombre justo y honrado, que teme a
Dios y se aparta del mal’, que ha sido bendecido con toda clase de
bendiciones en la prosperidad con que vive su vida y su numerosa familia. En el
sentido del antiguo testamento muchas veces aparece el pensamiento de una señal
de las bendiciones de Dios en la prosperidad y en la larga vida.
Pero ahí comienza a surgir la cuestión. El relato nos
presenta ese encuentro de Dios con Satanás que le dice que si Job es un hombre
temeroso de Dios es porque ha sido bendecido de manera especial por el Señor, y
que si se viera privado de todas esas cosas no sería la misma su fidelidad a
Dios. Un pensamiento que algunas veces de alguna manera nos acompaña a nosotros
también que cuando nos vemos rodeados de males y de sufrimientos, de carencias
y necesidades llegamos a pensar que hemos sido abandonados de la mano de Dios y
de alguna manera castigados por algo que hayamos hecho. Es de donde surge la
prueba por la que va a pasar el paciente Job.
Dios permite a Satanás que le arrebate todas esas
cosas, pero el Señor no le deja tocar su vida. En estos párrafos que hoy hemos
escuchado vemos cómo perecen sus hijos, cómo se pierdan todas sus posesiones y
riquezas con robos, incendios y otras catástrofes. Es la gran prueba que va a
sufrir Job que al final verá su vida atormentada por el sufrimiento de una
terrible enfermedad.
En los próximos días iremos escuchando a través de la
visita que recibe de sus amigos o de los improperios incluso de su mujer cuáles
son las respuestas que nosotros los humanos vamos dando a esas situaciones difíciles
y de dolor. Escucharemos incluso a Job en su sufrimiento hacerse sus
consideraciones hasta que escuchemos la voz del Señor que viene a iluminar toda
la situación.
Hoy escuchamos ya una primera reacción de Job ante lo
que le va pasando que pudiera parecernos de simple resignación, pero que en el
fondo esconde una fuerte confianza y fe en el Señor, en cuyas manos se pone
confiadamente. ‘Job se levantó, se rasgó
el manto, se rapó la cabeza - son expresiones y señales de dolor muy
usuales en aquellos pueblos -, se echó
por tierra y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré a él.
El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; bendito sea el nombre del Señor’.
Aquí se queda el texto que hoy hemos escuchado.
¿Resignación? ¿Paciencia? ¿Esperanza? ¿Confianza total en el Señor para ponerse
en sus manos y dejarse hacer por el Señor? Son las primeras reacciones y
actitudes que contemplamos. ¿Cómo reaccionamos nosotros ante el sufrimiento, el
dolor, la enfermedad? Y si nos viéramos privados de todas nuestras cosas, ¿cuál
sería nuestra reacción? ¿No habrá en nosotros en alguna ocasión desesperanza,
desesperación, rechazo, rebeldía?
Creo que la lectura que iremos haciendo estos días,
breve e intermitente por las otras celebraciones intermedias, tendría que
hacernos reflexionar. Sabemos que como creyentes en Jesús siempre al final
tenemos que mirar a Jesús en su pasión y en su cruz. La esperanza no tendría
que faltar en nuestra vida, porque sabemos que el misterio pascual de Cristo
que es el que ilumina toda nuestra existencia siempre termina en vida y en
resurrección. Pero, reflexiones un poquito en todo esto sin temores, con
confianza, tratando de encontrar la luz.
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