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martes, 9 de octubre de 2012


Bellas flores tomadas del jardín de Betania la hospitalidad, la acogida, el servicio

Gál. 1, 13-24; Sal. 138; Lc. 10, 38-42
Hospitalidad, acogida, escucha, servicio son las gestos, los detalles, las actitudes que se desprenden cual pétalos de bellas flores de aquel hermoso jardín que era la casa de Betania donde acababa de llegar Jesús.
Me van a permitir que les diga que siempre que he escuchado los textos que hacen referencia a aquel hogar de Betania, la casa de Marta, María y Lázaro, la he imaginado como una bella casa de campo o en un pueblo pequeño, como realmente era Betania, que se abría a bellos patios rodeados de jardines de flores de múltiples colores. Es una imaginación plástica de mi mente pero en la que quiero reflejar todas esas bellas virtudes de un hogar como aquel de Betania.
Allí estaba Marta siempre hospitalaria, con las puertas no sólo de su casa sino de su corazón siempre abiertas y dispuesta en todo momento para acoger al caminante que pasaba por aquel camino tan emblemático que tenía como meta Jerusalén. Los caminantes que subían desde Jericó y el valle del Jordán después de largo camino desde Galilea encontrarían allí el agua fresca, el pan de la amistad, unos corazones amigables que reconfortaban en el duro camino hasta llegar a la meta de Jerusalén. Así se sentiría acogido Jesús con sus discípulos a su paso por Betania como lo vemos hoy pero los veremos también en otras ocasiones descansar al calor de aquel hogar y de aquella amistad.
Son las lecciones que nos ofrece hoy el evangelio para hablarnos y enseñarnos de esas virtudes, de esos valores tan humanos y tan evangélicos que de muchas maneras tenemos que plasmar en nuestra vida.
Era Marta siempre dispuesta al servicio, pero era María también con el corazón abierto para acoger y para escuchar, bebiéndose, por así decirlo, las palabras de Jesús y quedándose quizá embelesada al escucharle que le había olvidar quizá otros deberes con los que tendría que contribuir también a la hermosa virtud de la hospitalidad.
Se queja Marta en la confianza, pero enseña Jesús el Maestro que siempre nos ilumine para que busquemos lo mejor en todo momento y lo que tiene que ser lo más importante. Al final tendremos siempre que desvivirnos en el servicio, porque además Jesús nos enseña que El ha venido a servir y no a ser servido y esas tienen que ser nuestras actitudes. Pero para que seamos capaces de llegar a ese servicio donde nos demos totalmente sin reservarnos nada para nosotros mismos, hemos también de saber sentarnos a los pies del Maestro para escucharlo, para aprender de El  y en El además encontremos las motivaciones y las fuerzas para poder llegar a una entrega como la de Jesús.
Ni preferimos a Marta, ni preferimos a María sino que de las dos hermanas tenemos que aprender la lección que necesitamos para nuestra vida. Marta y María tenemos que ser en verdad en el camino de nuestra vida cristiana, porque si no nos llenamos de Jesús poco podremos luego ser capaces de darnos en una oblación de amor por los demás, y si no terminamos dándonos así por los demás pudiera significar que no nos habíamos sentado lo suficiente a los pies de Jesús para escucharle y para llenarnos de El.
Vayamos al jardín de Betania y hagamos un hermoso ramillete con esas bellas flores que nos ofrece y que han de adornar nuestra vida. Será también el ramo de virtudes y valores que hagamos al Señor como la mejor ofrenda de nuestra santidad.

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