La urgencia del evangelio, ser evangelizado y ser evangelizador
Hechos, 16, 1-10; Sal. 99; Jn. 15, 18-21
‘Ven a Macedonia y
ayúdanos. Inmediatamente decidimos salir para Macedonia, seguros de que Dios
nos llamaba a predicarles el evangelio’. Así nos narra el autor de los Hechos de los Apóstoles
con toda sencillez pero con un admirable mensaje el camino de predicación que
realizaba san Pablo que le hace en este momento saltar a predicar también en
Europa.
El texto que hoy hemos escuchado nos habla del segundo
viaje apostólico de Pablo. Vuelve a recorrer algunas comunidades donde había
predicado anteriormente; nos habla de Derbe, Listra e Iconio, donde ‘las iglesias se robustecían en la fe y
crecían en número de día en día’ y también de su intento de continuar por
otras regiones atravesando Frigia y Galacia – recordamos la carta a los Gálatas
que más tarde escribiría a esta comunidad – pero en otros lugares ‘el Espíritu les impidió anunciar la
palabra’, como en Bitinia, por lo que bajaron a Tróas (la Troya de las
antiguas leyendas griegas). Es ahí donde tiene la visión del macedonio que les
llama para que allí sí predique el evangelio y es por lo que salen para
Macedonia.
Es de admirar el celo apostólico que arde en el corazón
de Pablo para ir a anunciar el Evangelio allí donde el Espíritu le vaya
conduciendo. Y éste es un aspecto que hay que destacar, se deja conducir por el
Espíritu. En su deseo y en el ardor de su corazón quiere llegar a todas partes,
pero habrá lugares donde no podrá ir, y ve él en esos acontecimientos la
llamada del Señor. No se sentirá defraudado cuando no puede llegar a algún
lugar o cuando en algún lugar tiene dificultades, como ya hemos venido viendo,
sino que él se deja conducir por el Espíritu del Señor y a través de esos
acontecimientos, en ocasiones parecen sueños, él descubre la voz y la llamada
del Señor.
Cuánto tenemos que aprender. Qué hermosa lección para
nuestra vida. Saber descubrir y escuchar la voz del Señor que nos habla de mil
maneras. No nos podemos dormir ante la urgencia del anuncio del evangelio. Los
momentos son apremiantes y hoy la iglesia, podríamos decir con una fuerza y una
llamada especial del Espíritu, está embarcada sobre todo en nuestro primer
mundo en una nueva evangelización.
Hemos de sentir esa urgencia en nuestro corazón porque
somos conscientes de que se ha ido perdiendo el sentido de la fe, de lo
religioso, de los valores cristianos en nuestro mundo. Es necesario hacer un
anuncio nuevo para que se descubran de nuevo los valores del Evangelio. Mucha
gente hay a nuestro alrededor que está bautizada, pero poco conoce del
Evangelio y poco conocen a Jesús. Es una triste realidad. El pensar en esto
quizá nos produzca tristeza y desasosiego, pero veámoslo como una llamada del
Señor a nuestro corazón. Como aquel macedonio a Pablo también de una forma o de
otra nos está llamando, nos están pidiendo ayuda, hemos de ir a anunciarles el
evangelio.
Nos obliga a nosotros, los primeros, a que vayamos
creciendo en ese conocimiento de Jesús, vayamos empapándonos cada vez más del
espíritu del Evangelio, para así sentirnos en verdad evangelizados y luego
podamos ir también a evangelizar, a llevar el evangelio a los que nos rodean.
Evangelizarnos es dejarnos iluminar por el Evangelio, descubrir el mensaje de
salvación que Cristo quiere trasmitirnos y ofrecernos, y es ponernos en camino
de vivir esos valores, ese sentido de vida, de gracia, de salvación que nos
ofrece el evangelio. Porque también hemos de reconocer que necesitamos nosotros
ser iluminados cada vez más, porque muchas veces nuestra vida dista mucho de
ese espíritu y esos valores.
Sintamos la urgencia del Evangelio, siendo
evangelizados y siendo evangelizadores.
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