Que no tiemble vuestro corazón, mi paz os doy
Hechos, 14, 18-27; Sal. 144; Jn. 14, 27-31
‘Que no tiemble
vuestro corazón ni se acobarde’,
le dice Jesús a sus discípulos. Y les habla de la paz que no ha de faltar nunca
en su corazón. ‘La paz os dejo, mi paz os
doy; no os la doy como la da el mundo…’ Hermosa invitación y hermoso regalo
de Jesús.
Pudiera llenarse de temores el corazón de los
discípulos con lo que intuían que iba a suceder por lo que les estaba diciendo
Jesús; había anunciado tantas veces su pasión, su entrega, su muerte que
pudieran sentirse turbados en el corazón. Podría parecer que llegaba la hora de
las tinieblas y el príncipe de este mundo tuviera poder sobre todo y alcanzara
la victoria. Lo estaba anunciando Jesús. ‘Se
acerca el príncipe de este mundo; no es que tenga poder sobre mí, pero es
necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que lo que el Padre me
manda, eso hago’.
Se iba a manifestar en plenitud lo que era el amor de
Jesús que llegaría hasta la entrega final. Pero era la hora del amor. Se haría
palpable lo que es el amor verdadero. El también diría en Getsemaní, ‘no se haga mi voluntad, sino la tuya’
porque había venido para hacer la voluntad del Padre. Ese era su alimento como
ya había dicho un día allá junto al pozo de Sicar.
Y es que estando con Jesús ¿por qué no vamos a tener
paz en el corazón? Es un mensaje que se repite de manera machacona a través de
todo el Evangelio. Escuchamos ese mensaje de paz en su nacimiento, y será la
paz que tengan en su corazón los enfermos y los pecadores, los que se sienten
turbados en su espíritu y los que quizá se sientan solos y abandonados. ‘Vete en paz’, repite muchas veces Jesús
a los que se acercan a El con su dolor, con su angustia, con su hambre, con sus
problemas, con las dificultades de la vida.
Ha venido, como reflexionará más tarde san Pablo en sus
cartas, a traer paz a los de lejos y a los de cerca; ha venido para traernos la
reconciliación y el perdón; ha venido a poner amor en nuestros corazones y si
tenemos amor tendremos paz. Por eso nos
dice que nos da la paz, pero no la paz como la da el mundo. Y aunque pudiera
parecer una contradicción cuando nos llena de su paz y de su amor, sentiremos
una inquietud tan grande en nuestro corazón que tendremos deseos de hacer una revolución
para que las cosas cambien y los que no tienen paz puedan obtenerla. Es el
ardor que siembra en nuestro corazón.
‘Que no tiemble
vuestro corazón…’
nos dice, como en otras ocasiones nos dirá ‘no
temas’. La incertidumbre, las dudas, el no terminar de entender las cosas, el
no poder palpar las cosas con nuestras manos para convencernos más firmemente
nos puede llenar de temores. Pero como le dijo el ángel a María ‘no temas… porque el Señor está contigo’,
Como anunciaba cuando salía resucitado al encuentro de quienes le buscaban ‘no temas… que soy yo’. Y así en tantas
ocasiones.
Por eso queremos llenarnos de Dios, dejar que su
Espíritu inunde nuestro corazón, y aunque muchos hayan sido nuestros pecados
alcanzaremos la paz porque para nosotros hay perdón, que para eso murió el
Señor en la cruz derramando su sangre
por nuestros pecados. Nos llenamos de Dios y sentimos paz, porque con Cristo a
nuestro lado nos sentimos seguros y las tinieblas de la duda ya no harán mella
en nosotros.
‘Que no tiemble vuestro
corazón…’ nos dice
porque nos ha enviado su Espíritu para que esté con nosotros y aunque grande
sea la tarea y muchas puedan ser las dificultades con que nos vamos a tropezar
en ese camino de superación y crecimiento de cada día la presencia del Espíritu
es nuestra fuerza y nuestra gracia. El Señor nunca nos dejará solos.
Que no tiemble nuestro corazón. Es la hora del amor y
el amor tiene asegurada la victoria. Es lo que queremos poner en nuestro
corazón. Es de lo que queremos llenar la vida. Cristo está con nosotros y El es
nuestra paz.
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