Le rogaban que se marchase de su país
2Samuel, 15, 13-14.30; 16, 5-13; Sal. 3; Mc. 5, 1-20
‘La luz brilla en la
tiniebla y la tiniebla no la quiso recibir’. Así nos habla el evangelista Juan en el prólogo de su
evangelio y es el primer resumen que quiero hacer de este texto del Evangelio
hoy proclamado.
Viene la luz, pero las tinieblas no quieren la luz. Es
el drama de nuestra vida en cierto modo; aunque con nuestras palabras queramos
decir lo contrario, en la práctica de nuestra vida es lo que en muchas ocasiones
hacemos. Tenemos la luz a nuestra mano y rehusamos iluminarnos con esa luz.
Tenemos la salvación que Jesús nos ofrece y preferimos nuestra vida de pecado.
Hoy escuchamos en el evangelio que Jesús llega a la
región de los Gerasenos, a la otra orilla del lago. Son los caminos que realiza
Jesús haciendo el anuncio del Reino. Es para todos. Aunque allí no sean
propiamente todos judíos, allí lleva Jesús el anuncio de la Buena Noticia. ¿La
acogerán y la recibirán? Es lo que nos ayuda a descubrir el evangelio, pero
para que revisemos nuestras propias actitudes, nuestra propia manera de actuar.
Le sale al encuentro un hombre poseído de un espíritu
inmundo que habitaba en las cuevas de la zona y que en cierto modo era el
terror de todas las gentes de la comarca. Como siempre el espíritu maligno
reconoce a Jesús y trata de rechazarlo. No quería que Jesús lo expulsara de
aquel hombre. Se llama Legión porque son muchos. Al final le rogarán a Jesús
que si los echa de aquel hombre les permita meterse en la piara de cerdos que
por allí está hozando. Jesús lo permite para liberar a aquel hombre y los
cerdos se abalanzaron acantilado abajo hasta ahogarse todos en el lago. Pero
aquel hombre es liberado del espíritu del mal.
Y es aquí el momento que enterados en el pueblo lo que
ha pasado le ruegan a Jesús que se marcha de aquel lugar. ‘Ellos le rogaban que se marchase de su país’. Ante el rechazo
Jesús se marchará. Ha llegado la luz y la salvación. Es para todos, no sólo
para aquel hombre que había sido liberado del espíritu maligno. Pero no quieren
escuchar el mensaje, rechazan la presencia de Jesús.
La Luz quiso brillar allí donde había tinieblas, para
que se iluminaran sus vidas pero prefirieron las tinieblas a la luz. ‘Le rogaban que se marchase de su país’.
¿Tendrían razones? ¿El aceptar a Jesús trastocaría sus vidas, sus trabajos, sus
negocios y eso era algo que iba a costar mucho? ¿Respetos humanos o intereses?
¿Falta de conocimiento de lo que es la verdad de la vida o confusión en el alma
para no saber qué escoger? ¿Estarían tan ofuscados que eran incapaces de ver de
donde arrancaba la verdadera luz? Muchas podían ser las razones, pero el hecho
estaba en que no querían saber nada de Jesús.
¿No será lo que nos pasa a nosotros en muchas
ocasiones? Preferimos vivir en nuestras tinieblas antes de que buscar la
verdadera luz. Tenemos miedo quizá a un mayor conocimiento de Jesús porque
intuimos que eso nos va a traer mayores compromisos y en cierto modo
complicarnos la vida. Nos hemos acostumbrado a nuestra manera fría de vivir
nuestra fe, que nos puede parecer imposible que podamos alguna vez caldear del
todo nuestro corazón. Nos buscamos nuestras disculpas y seguimos en nuestras
rutinas o comodidades.
La luz quiso brillar
en la tiniebla, pero la tiniebla no la recibió. Qué fácil nos es juzgar y condenar
a los demás. Eso es quizá lo primero que surja dentro de nosotros para
disculpar la actitud de aquellas gentes, pero nos olvidamos que es eso lo que
tantas veces hacemos con nuestras rutinas, nuestras desganas, nuestras
frialdades. Nos acostumbramos a esa forma de vivir lejos de Dios.
Que el Señor nos despierte, avive nuestro
espíritu, para que sepamos descubrir la luz y dejarnos iluminar por ella.
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