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lunes, 30 de enero de 2012


Le rogaban que se marchase de su país

2Samuel, 15, 13-14.30; 16, 5-13; Sal. 3; Mc. 5, 1-20
‘La luz brilla en la tiniebla y la tiniebla no la quiso recibir’. Así nos habla el evangelista Juan en el prólogo de su evangelio y es el primer resumen que quiero hacer de este texto del Evangelio hoy proclamado.
Viene la luz, pero las tinieblas no quieren la luz. Es el drama de nuestra vida en cierto modo; aunque con nuestras palabras queramos decir lo contrario, en la práctica de nuestra vida es lo que en muchas ocasiones hacemos. Tenemos la luz a nuestra mano y rehusamos iluminarnos con esa luz. Tenemos la salvación que Jesús nos ofrece y preferimos nuestra vida de pecado.
Hoy escuchamos en el evangelio que Jesús llega a la región de los Gerasenos, a la otra orilla del lago. Son los caminos que realiza Jesús haciendo el anuncio del Reino. Es para todos. Aunque allí no sean propiamente todos judíos, allí lleva Jesús el anuncio de la Buena Noticia. ¿La acogerán y la recibirán? Es lo que nos ayuda a descubrir el evangelio, pero para que revisemos nuestras propias actitudes, nuestra propia manera de actuar.
Le sale al encuentro un hombre poseído de un espíritu inmundo que habitaba en las cuevas de la zona y que en cierto modo era el terror de todas las gentes de la comarca. Como siempre el espíritu maligno reconoce a Jesús y trata de rechazarlo. No quería que Jesús lo expulsara de aquel hombre. Se llama Legión porque son muchos. Al final le rogarán a Jesús que si los echa de aquel hombre les permita meterse en la piara de cerdos que por allí está hozando. Jesús lo permite para liberar a aquel hombre y los cerdos se abalanzaron acantilado abajo hasta ahogarse todos en el lago. Pero aquel hombre es liberado del espíritu del mal.
Y es aquí el momento que enterados en el pueblo lo que ha pasado le ruegan a Jesús que se marcha de aquel lugar. ‘Ellos le rogaban que se marchase de su país’. Ante el rechazo Jesús se marchará. Ha llegado la luz y la salvación. Es para todos, no sólo para aquel hombre que había sido liberado del espíritu maligno. Pero no quieren escuchar el mensaje, rechazan la presencia de Jesús.
La Luz quiso brillar allí donde había tinieblas, para que se iluminaran sus vidas pero prefirieron las tinieblas a la luz. ‘Le rogaban que se marchase de su país’. ¿Tendrían razones? ¿El aceptar a Jesús trastocaría sus vidas, sus trabajos, sus negocios y eso era algo que iba a costar mucho? ¿Respetos humanos o intereses? ¿Falta de conocimiento de lo que es la verdad de la vida o confusión en el alma para no saber qué escoger? ¿Estarían tan ofuscados que eran incapaces de ver de donde arrancaba la verdadera luz? Muchas podían ser las razones, pero el hecho estaba en que no querían saber nada de Jesús.
¿No será lo que nos pasa a nosotros en muchas ocasiones? Preferimos vivir en nuestras tinieblas antes de que buscar la verdadera luz. Tenemos miedo quizá a un mayor conocimiento de Jesús porque intuimos que eso nos va a traer mayores compromisos y en cierto modo complicarnos la vida. Nos hemos acostumbrado a nuestra manera fría de vivir nuestra fe, que nos puede parecer imposible que podamos alguna vez caldear del todo nuestro corazón. Nos buscamos nuestras disculpas y seguimos en nuestras rutinas o comodidades.
La luz quiso brillar en la tiniebla, pero la tiniebla no la recibió. Qué fácil nos es juzgar y condenar a los demás. Eso es quizá lo primero que surja dentro de nosotros para disculpar la actitud de aquellas gentes, pero nos olvidamos que es eso lo que tantas veces hacemos con nuestras rutinas, nuestras desganas, nuestras frialdades. Nos acostumbramos a esa forma de vivir lejos de Dios.
Que el Señor nos despierte, avive nuestro espíritu, para que sepamos descubrir la luz y dejarnos iluminar por ella.

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