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domingo, 25 de diciembre de 2011

Una gran noticia: nos ha nacido Dios, nos ha nacido el amor, nos ha nacido la paz


Ya la noticia se ha producido. Acabamos de escuchar su anuncio. Es la Buena Noticia, el Evangelio que esta noche se proclamó solemne por los ángeles en Belén; es la Buena Noticia, el Evangelio que se repite esta noche en todos los lugares del mundo. Mensajeros nos la habían ido anunciando y para este momento nos habíamos venido preparando; los profetas, Juan el Bautista, María nos habían poniendo las señales y nos habían ido señalando el camino que habíamos de recorrer.
‘Mirad que yo envío mi mensajero para que prepare el camino ante mí’, habían anunciado los profetas. El mensajero llegó finalmente preparando los caminos y quienes escuchaban el mensaje purificaban su vida con la conversión del corazón. Juan Bautista lo señalaba ya bien cercano, porque nos decía que ya estaba entre nosotros y habíamos de aprender a reconocerlo.
Ha llegado el momento en que la Luz ha comenzado a brillar con fuerza y la noche ya no es noche, porque las estrellas han dejado paso al Sol que viene de lo alto y que todo lo ilumina. ‘Os traigo una buena noticia, una gran alegría: nos  ha nacido el Salvador, el Mesías, el Señor’.
‘El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban en tierras de sombra y una luz les brilló’, había dicho el profeta. ‘La gloria del Señor los envolvió con su claridad’, y los ángeles cantaban a gloria. ‘Ha aparecido la gracia de Dios que nos trae la salvación para todos los hombres’ nos diría san Pablo para hablarnos del momento de la salvación, de la gloria, de la gracia que con Jesús nacía para todos nosotros.
Y nosotros también nos llenamos de alegría. Hoy es fiesta. Hoy es la fiesta grande del Nacimiento de Jesús. Todos se llenan de alegría y ya no sabemos ni cómo celebrarlo; tanta fiesta hacemos que hasta los que no terminan de creer en el Salvador también hacen fiesta. Todos nos contagiamos. Todos tendríamos que conocer bien la gran noticia, la Buena Nueva de Salvación que para todos nos llega. Tendríamos que saber contagiar de nuestra fe para que todos lleguen a descubrir la Luz verdadera que viene a este mundo y nos trae la salvación. Tendría que ser un compromiso de quienes hemos puesto toda nuestra esperanza en el Salvador que nos ha nacido.
La luz que esta noche brilla con tanto resplandor tiene que de verdad iluminar a todos los hombres. Las tinieblas de la desesperanza tendrían que desaparecer para siempre. Si escuchamos de verdad en lo  hondo del corazón esta gran noticia que se nos comunica tendrían que desaparecer para siempre tantas negruras que nos atormentan y nos hacen sufrir.
El Niño recién nacido que contemplamos esta noche entre las pajas de un pesebre o en los brazos de María es nuestro consuelo y nuestra fortaleza en nuestros sufrimientos y en nuestras debilidades; es nuestra vida y el que nos llena de paz que nos resucitará de tanta muerte y hará brotar en nuestros corazones nuevos sentimientos de entendimiento y de armonía para que sepamos entendernos y querernos, de humildad y de generosidad para saber ir al encuentro con los demás; es el que nos despierta para una vida nueva y pone en nuestros corazones gérmenes de paz y de amor para que llenos de esperanza y de ilusión todos comencemos a hacer un mundo nuevo.
Ese Niño recién nacido que es anunciado a los pastores como el Salvador, el Mesías y el Señor, es el Hijo del Altísimo encarnado en las entrañas de María para ser Dios con nosotros, para ser Emmanuel. El profeta lo había anunciado y el ángel así se lo comunicó a María en la Anunciación de Nazaret. ‘La Virgen concebirá y dará a luz un  hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios con nosotros’, había dicho entonces el profeta. ‘Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo’, había anunciado el ángel.
No podemos olvidarnos. No podemos pensar en otra cosa ni darle otro nombre. Nuestra fiesta ya no es simplemente la fiesta del solsticio del invierno. El Sol que nos ha brillado con su luz no es una luz cualquiera, porque quien brilla entre nosotros es el Hijo del Altísimo, es el Hijo de Dios hecho hombre. No nos felicitamos por una fiesta cualquiera sino que nos felicitamos porque está Dios con nosotros. Nos felicitamos en el amor de Dios que se ha derramado sobre nosotros y nos trae la vida y la salvación. Nos felicitamos en el mundo nuevo de esperanza y amor que con Jesús nos ha nacido. Y esto tenemos que decirlo muy alto y muy claro para que no haya confusión.
Es navidad, es el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios lo que nosotros estamos celebrando y lo que tenemos que proclamar a los cuatro vientos. Es la fe que profesamos esta noche con rotundidad y es la fe que tenemos que trasmitir y contagiar a los demás. Nuestra alegría no es una alegría cualquiera. Es la alegría que nace de nuestra fe; es la alegría que nace del misterio que contemplamos y celebramos y que da sentido y valor a nuestra vida. Es el anuncio lleno de alegría que tenemos que llevar a los demás. Un anuncio alegre y entusiasta que nace del convencimiento de nuestra fe hasta contagiar a los demás.
Profesamos una fe que nos llena de esperanza para ver auroras de luz para nuestro mundo anunciadoras de tiempos mejores si en verdad nos disponemos a seguir a este Salvador que nos ha nacido. Por eso decíamos que las negruras tienen que desaparecer de nuestra vida y de nuestro mundo. Queremos celebrar la Navidad con tanto hondura y profundidad que ya nuestra vida tiene que ser distinta después de la vivencia de la presencia de Dios en medio de nosotros que experimentamos.
No puede ser una navidad cualquiera; no puede ser una navidad triste porque en el mundo haya problemas; tiene que ser una navidad llena de esperanza porque creemos que en Cristo es posible ese mundo nuevo y en el Niño recién nacido que contemplamos en Belén tenemos toda la fuerza de la gracia para nuestra lucha y para nuestro trabajo por hacer un mundo nuevo y mejor.
Es la gran noticia que esta noche recibimos, que nos llena de alegría y que nos pone en camino. Vayamos y comuniquemos a nuestro mundo que nos ha nacido un Salvador y que el mundo tiene ya esperanza, todos hemos de tener esperanza porque en Jesús nos nace un mundo nuevo que es el Reino de Dios.
Alegría, hermanos, que nos ha nacido Dios. Es nochebuena: nos ha nacido el amor, nos ha nacido la paz.

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