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lunes, 5 de diciembre de 2011

Nuestro corazón se va llenando de una alegría esperanzada


Is. 35, 1-10;

Sal. 84;

Lc. 5, 17-26

En la medida en que damos pasos en nuestro camino de adviento acercándonos a la Navidad todo se va llenando de una alegría esperanzada. Y no me refiero ahora al ambiente “navideño” que pueda haber en nuestras calles o en las músicas que por donde vamos en estos días nos van repicando en nuestros oídos invitándonos a lo que el mundo llama una navidad feliz. Es algo distinto.

Hoy quizá el soniquete navideño en los ambientes externos pueda tener un fuerte sentido comercial que nos invita a consumir y a vivir una navidad hecha sólo de esa alegría externa. Eso de la feliz navidad que todos se dicen y desean. El origen de todo eso pudiera estar cuando el pueblo cristiano auténticamente se preparaba para la navidad que hacía que se sintiera esa alegría que se manifestaban por ejemplo en los cánticos navideños, como nuestro canto de lo “divino”, que anunciaban la navidad. Hoy se han secularizado mucho las fiestas de navidad y solo quedan esas músicas, luces y adornos que algunas veces ya puedan estar muy lejos del verdadero espíritu navideño que los cristianos tendríamos que saber recuperar en su auténtico sentido.

Bueno, esto que he dicho como en un paréntesis partía de lo que decíamos que en la medida que avanzamos en el camino del adviento nos vamos llenando de una alegría esperanzada. Es lo que nos manifiesta la liturgia. Los textos de la Palabra de Dios que estos días vamos escuchando ya nos van hablando de esa alegría. ‘Vendrán a Sión con cánticos; en cabeza alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán’.

Así concluía el anuncio del profeta que todo él estaba lleno de bellas imágenes de gozo, de transformación de todo, porque llega el Señor. ‘Verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios…’ Y en ese mismo sentido repetíamos en el salmo ‘nuestro Dios viene y nos salvará… la salvación está ya cerca de sus fieles y la gloria habitará nuestra tierra…’

Cómo no nos vamos a llenar de alegría si viene el Señor con su salvación. ‘Mirad a nuestro Dios que viene en persona y os salvará’. Y nos ponía bellas imágenes de los ojos de los ciegos que se llenan de luz, los oídos de los sordos que comienzan a oír, los cojos que recobran el movimiento de sus piernas inválidas, o los mudos que comienzan a hablar.

Será lo que vemos realizado en el evangelio en el milagro de la curación del paralítico que llevan hasta Jesús. La salvación llegó para aquel hombre. No era sólo la invalidez física o corporal de la que Jesús le sanaba, sino algo más hondo se producía en el corazón de aquel hombre. Cuando lo hacen llegar hasta los pies de Jesús descolgándolo desde el techo, ‘viendo la fe que tenían, dijo: hombre, tus pecados están perdonados’. Es la verdadera curación, el más profundo milagro, la salvación total que Jesús le ofrece, nos ofrece.

Nos tenemos que llenar de alegría. Es más profunda la transformación que se produce en el corazón del hombre cuando recibe el perdón del Señor, que el hecho de que los desiertos se conviertan en vergeles y surjan torrentes de agua en los lugares resecos. Son imágenes, sólo imágenes las que nos pone el profeta para hablar de esa salvación que el Señor nos ofrece, su perdón. Y quien se siente perdonado de verdad su corazón se llena de alegría y de gozo. Cómo sería la alegría de aquel hombre que trajeron a Jesús en la camilla de su invalidez y no sólo salió caminando de su presencia, sino con el perdón de sus pecados que el Señor le había concedido.

Por eso vamos ya pregustando ese gozo en nosotros en la medida que nos acercamos a la navidad y nos vamos preparando para recibir esa salvación. Es por eso que la mejor preparación que podemos hacer es esa conversión del corazón, y el que humildemente nos acerquemos al Sacramento de la Penitencia para recibir esa purificación, ese perdón que haga que nuestro corazón esté de verdad preparado para vivir una navidad auténtica. Con un corazón limpio de pecado nuestra alegría será mucho más profunda. Tenemos que prepararnos para ello. Y ya se va adelantando esa alegría en nosotros.

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