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viernes, 16 de septiembre de 2011

Un camino de superación, desprendimiento y fidelidad a la verdadera fe


1Tim. 6, 2-12;

Sal. 48;

Lc. 8, 1-3

Lo que escuchamos hoy en la carta de san Pablo a Timoteo son recomendaciones que le hace para la misión que se le ha confiado de obispo de aquella comunidad de Efeso y respondiendo quizá a problemas o cuestiones muy concretas. Sin embargo el mensaje que nos deja es muy hermoso y nos vale para todos en ese camino de superación personal que toda persona ha de realizar en su vida, y sobre todo un cristiano que quiere en verdad ser fiel a su fe, y no sólo en sí mismo como individuo sino también en su relación con los demás y en el ámbito de la comunidad cristiana donde vivimos nuestra fe.

Había algunos problemas en que incluso se trataban de infiltrar doctrinas no muy acordes con la fe en Jesús. Pero sobre todo en lo que podemos fijarnos en cómo previene frente a los orgullos y actitudes negativas para nuestra mutua relación que se nos pueden meter en el corazón y hacer tanto daño. ‘Todo esto provoca, le dice, envidias, polémicas, difamaciones, sospechas maliciosas, controversias… sin el sentido de la verdad…’ y un querer incluso aprovecharse de la piedad o de lo religioso para sus ganancias personales.

Como nos damos cuenta fácilmente todas esas cosas nos hacen mucho daño, rompen la armonía, merman el amor y la caridad cristiana, dificultan la convivencia, ahuyentan la paz en nuestro corazón y en el trato con los demás. Es, como decíamos, algo que tenemos que esforzarnos siempre en superar. Porque además unas personas sembradoras de esas discordias, tampoco podrán tener paz en sí mismas, en su corazón. Y eso no es lo que quiere el Señor.

Nos da a continuación un ejemplo de pobreza, de disponibilidad generosa y de austeridad que ya quisiéramos para nosotros. Como dice el apóstol ‘es verdad que la religión es una ganancia, cuando uno se contenta con poco. Sin nada vinimos al mundo y sin nada nos iremos de él. Teniendo qué comer y qué vestir nos basta. En cambio los que buscan riquezas, se enredan en mil tentaciones, se crean necesidades absurdas y nocivas, que hunden a los hombres en la perdición y la ruina…’ Entendemos lo de la ganancia de que nos habla en referencia a la religión no como ganancias materiales o económicas, sino esa otra riqueza espiritual y de valores de la que podemos llenar nuestra vida.

Parece como que el apóstol está hablándonos a los hombres de hoy con nuestros agobios y nuestras luchas absurdas, con las ambiciones y deseos de riquezas con las que andamos a veces que al final nos han llevado a peores crisis de nuestra vida y de nuestra sociedad, como estamos viviendo hoy.

Y nos previene porque la codicia es un pecado capital que nos hace daño muy profundamente, como nos dice, poniendo en peligro incluso nuestra fe. ‘Porque la codicia es la raiz de todos los males, y muchos, arrastrados por ella, se han apartado de la fe y se han acarreado muchos sufrimientos’. Nos recuerda muchas palabras de Jesús en el evangelio. Nos recuerda aquello de que no se puede servir a dos señores, a Dios y al dinero. Nos recuerda parábolas de Jesús como la de aquel rico que obtuvo grande cosecha, hizo acrecentar sus bodegas y graneros para vivir una buena vida, pero aquella noche murió, ¿de qué le servía todo aquello?

En el evangelio que hoy hemos escuchado contemplamos a Jesús caminando los caminos de Palestina en toda su pobreza dependiendo de la ayuda o las limosnas que le pudieran ofrecer los demás. ‘Otras mujeres que le ayudaban con sus bienes’, que dice el evangelista.

Termina con una hermosa recomendación el apóstol. ‘Tú huye de todo esto, practica la justicia, la religión, el amor, la paciencia, la delicadeza. Combate el buen combate de la fe. Conquista la vida eterna…’ Vivamos en ese amor y en esa fe. Démosle verdadera trascendencia a nuestra vida. Y lo importante es seguir el camino de Jesús que nos conduce a la vida eterna que es la mayor riqueza que podamos alcanzar.

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