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lunes, 5 de septiembre de 2011

Todos lleguen a la madurez en su vida cristiana


Col. 1, 24-2, 3;

Sal. 61;

Lc. 6, 6-11

Muchas veces lo hemos reflexionado. La fe que tenemos en Jesús nos tiene que hacer las personas más felices del mundo. Conocer a Cristo es lo más grande, porque toda nuestra vida se siente transformada en El. Algunas veces no terminamos de darnos cuenta lo maravillosa que es la fe que tenemos en Jesús, porque en El encontramos todo el sentido de nuestra vida y la mayor plenitud a la que podamos aspirar. Tenemos que tomarnos en serio nuestra fe.

Hoy nos ha hablado el apóstol Pablo del misterio de Dios en quien encontramos toda sabiduría y toda gracia. Y nos decía ‘este misterio es Cristo, en quien están encerrados todos los tesoros del saber y el conocer’. Por eso no nos podemos cansar de buscarle y querer conocerle cada día más, ahondar profundamente en ese misterio de amor que en Cristo se nos manifiesta. Los cristianos no podemos pensar que tenemos todo conocido lo que es el misterio de Cristo. Muchas veces vivimos con poca profundidad y poco compromiso nuestra fe y por eso mismo hasta nos cansa el que nos puedan estar diciéndonos cómo tenemos que crecer en esa fe y en consecuencial preocuparnos por formarnos más y más.

En mi experiencia parroquial tengo visto cómo costaba a la gente convencerla para que buscaran cauces de formación para su fe y su vida cristiana. Pero cuando una persona se dejaba conducir y comenzaba sus etapas de formación o una catequesis de profundización, luego daban gracias por la oportunidad que se les había dado y luego siempre estaban deseando más y ya no querían que se agotaran esos planes sino que querían seguir profundizando más y más.

Hoy, en la carta de los Colosenses que estamos comentando, el apóstol nos manifiesta lo que es su preocupación y sus deseos, no importándole incluso que esa tarea conllevara incluso sufrimientos para él. ‘Me alegro de sufrir por vosotros, les decía, así completo en mi carne los dolores de Cristo sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia’. Además de manifestarnos lo que es su preocupación y al mismo tiempo alegría a pesar del sufrimiento, nos está enseñando cómo también nosotros en nuestros sufrimientos hemos de saber unirnos a la pasión de Jesús, que adquieren entonces un hermoso valor ante los ojos de Dios.

Se siente apóstol con la misión de anunciar el mensaje de Cristo en toda su integridad, porque lo que busca que ‘todos lleguen a la madurez en su vida cristiana’. Es un gozo el conocimiento del misterio de Cristo que se les revela y que los llena de esperanza. ‘Dios ha querido dar a conocer a los suyos las gloria y la riqueza que este misterio encierra: que Cristo es para vosotros la esperanza de su gloria’.

¿En qué se va a manifestar esa madurez en la vida cristiana? ‘Busco que tengan ánimos y estén compactos en el amor mutuo, para conseguir la plena convicción que da el comprender y que capten el misterio de Dios’. Que tengan ánimos, les dice, porque muchas veces cuesta el camino de la vida cristiana, porque desde dentro de nosotros tenemos la tentación que nos acecha y nos quiera atraer por otros caminos y hemos de sentirnos fuertes para superar esa tentación. Que tengan ánimos porque quizá el ambiente que nos rodea no nos facilita las cosas e igualmente hemos de sentirnos fuertes para vivir nuestra fe con todas sus consecuencias.

‘Que tengan ánimos y estén compactos en el amor mutuo’, les dice. Porque todo ha de manifestarse luego en ese amor, ese comunión de hermanos en que hemos de vivir, y en todo eso bueno que siempre hemos de hacer por los demás. Y todo esto, con la fuerza y la gracia del Señor.

Que crezcamos así nosotros en nuestra fe; que lleguemos a esa madurez de nuestra vida cristiana; que tengamos deseos cada vez más de conocer todo el misterio de Cristo.

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