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viernes, 9 de septiembre de 2011

La humildad y el amor una buena base de unas relaciones fraternas


1Tim. 1, 1-2.12-14;

Sal. 15;

Lc. 6, 39-42

¡Qué necesaria es la humildad en nuestras relaciones fraternas! El orgullo y la autosuficiencia todo lo destruye y para mantener una relación de hermanos, como tiene que ser entre nosotros si en verdad nos llamamos discípulos de Jesús, es necesario apartar de nosotros todas esas actitudes dañinas. Son malos consejeros, podíamos decir, el orgullo, la autosuficiencia, el subirnos en pedestales en nuestra relación con los demás.

El texto que hoy hemos escuchado podríamos decir que abunda en el mensaje que escuchábamos el pasado domingo en que Jesús nos hablaba de la corrección fraterna. Pero como todos bien sabemos es algo que cuesta hacer, como nos cuesta también aceptar. Pero si ponemos amor y humildad en el corazón sabremos tener la delicadeza que necesitamos para acercarnos al otro para ayudarle. Amor y humildad de parte y parte, porque siempre hemos de reconocer que no somos perfectos y estamos llenos de debilidades y errores.

Porque cuando vamos desde el orgullo y la autosuficiencia de creernos nosotros buenos, mejores que el otro y sabedores de todo lo que nos está sucediendo es lo que nos dice hoy Jesús con esa breve comparación. Seremos el ciego que quiere guiar a otro ciego, como nos dice hoy Jesús en el evangelio. Si yo me reconozco que también tengo mis debilidades y errores iré con una actitud distinta al hermano al que quiero ayudar. Porque además significará que en mi también hay una lucha por superarme en mis cosas aunque quiera o tenga que ayudar al otro con un buen consejo.

Con qué facilidad en la vida sentimos la tentación de juzgar al otro y de fijarnos primero que nada en lo negativo que pudiera haber en su vida. Incluso a veces nos sucede que destacamos cosas buenas que vemos en el otro, pero… siempre le ponemos un ‘pero’, siempre dejamos caer la coletilla, pero si no fuera así o no tuviera aquellas cosas… y ponemos desconfianza en nuestro trato manifestado en palabras, gestos, actitudes negativas; nos hacemos reservas en la amistad que luego no es tan sincera, y podemos terminar haciendo mucho daño al otro.

Somos hermanos que caminamos al lado del hermano y que mutuamente nos ayudamos y buscaremos siempre lo bueno. Por eso tenemos que aprender a valorar a los demás, tener en cuenta las cosas buenas del otro.

Claro que como nos dice Jesús tenemos antes que mirar lo que hay en nosotros para corregirlo. Esa sentencia que nos propone Jesús tendría que hacernos pensar y tenerla muy en cuenta. Hacernos pensar para mirar en positivo siempre sobre las otras personas.

‘¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no te fijas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano, déjame que te saque la mota del ojo, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? Sácate primero la viga que llevas en tu ojo y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano’.

Pongamos humildad y amor verdadero en nuestras relaciones. Seamos sinceros los unos con los otros pero siempre con un gran respeto porque en nombre de la sinceridad no tenemos derecho a molestar o dañar a nadie. Desterremos de nuestras relaciones todo lo que pueda provocar ruptura, desconfianza o aquello con lo que podamos dañar los demás, palabras, gestos, actitudes negativas.

Pidámosle al Señor que nos enseñe a buscar siempre lo bueno y que nos dé fortaleza para que podamos ofrecer siempre lo mejor al hermano.

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