Eclesiástico, 35, 1-15;
Sal. 49;
Mc. 10, 28-31
‘El que me ofrece acción de gracias, ése me honra; al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios’. Así hemos expresado en el salmo 49.
¿Cuál es el sacrificio agradable y acepto a Dios? Es la pregunta que se hace el sabio del Antiguo Testamento en el libro del Eclesiástico y que se responde en el texto que hoy hemos escuchado. Es la pregunta también que le repiten continuamente los profetas al pueblo de Israel para que en verdad busquen siempre lo que agrada al Señor. Ya tendremos oportunidad en el principio de la Cuaresma de escuchar este mensaje de los profetas.
‘Honra al Señor con generosidad y no seas mezquino en tus ofrendas; cuando ofreces, pon buena cara, y paga de buena gana tus diezmos. Da al Altísimo como El te dio: generosamente según tus posibilidades…’ Pero ¿se trata de ofrecer solamente cosas materiales, el diezmo del trigo o del vino que hayas cosechado, o lo mejor de las reses y ganados? Es lo que trata de respondernos el texto sagrado. No son simplemente cosas las que tenemos que ofrecer al Señor. Es la tentación que todos tenemos de una forma o de otra. Es algo más que tiene que surgir desde lo más hondo de nuestra vida.
Recordemos simplemente lo que nos ha dicho. ‘El que observa la ley hace una buena ofrenda, el que guarda los mandamientos ofrece sacrificios de acción de gracias, el que hace favores ofrenda flor de harina, el que da limosna ofrece sacrificio de alabanza. Apartarse del mal es agradable al Señor, apartarse de la injusticia es expiación’.
Todo ha de pasar, pues, por la observancia y el cumplimiento de los mandamientos y de la ley del Señor; todo tiene que estar muy lleno de la generosidad del corazón para compartir y para amar; todo ha de conducirse por una vida recta lejos de toda injusticia y de toda maldad porque de lo contrario no sería agradable al Señor. Hacemos expiación de nuestros pecados arrepintiéndonos de ellos y dándole la vuelta al corazón para caminar por caminos de bien.
Si no lo hiciéramos así sería un contrasentido y una incongruencia grande. Lo que tiene que ser en verdad agradable al Señor tiene que ser nuestra vida llena de rectitud y de amor; una vida vivida con sinceridad y haciendo siempre el bien al tiempo que se busca en todo la justicia.
¿Queremos bendecir y alabar al Señor y seguimos al mismo tiempo en nuestro pecado? La mejor alabanza al Señor tiene que arrancar de nuestra conversión a El, de nuestro arrepentimiento y cambio de vida. Luego con ello podemos hacerle ofrendas de cosas que arrancamos de nuestra vida porque queremos que sean para el Señor; son los sacrificios que hacemos con nuestras ofrendas que tienen que mostrar ese amor que le tenemos a Dios, pero que lo reflejamos también necesariamente en los hermanos.
‘Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios’, que decía el salmo. Seguimos ese buen camino, estamos dispuestos a seguir al Señor aunque eso signifique muchas renuncias en nuestra vida. Pero en el Señor tendremos la recompensa y la plenitud del gozo y la alegría. Es de lo que nos habla también el evangelio cuando Pedro le pregunta qué es lo que van a obtener ellos que lo han dejado todo por seguirle. ‘Recibirá cien veces más… y en la edad futura, la vida eterna’.
Quien se entrega y en su entrega tiene que renunciar a cosas por seguir a Jesús, aunque le cueste, va a sentir en lo hondo de su corazón una alegría y una satisfacción tan grande que ninguna otra cosa aquí en la tierra se la podrá dar. Algunos no entienden que para seguir a Jesús en el sacerdocio o la vida consagrada se renuncie a cosas que son buenas porque son queridas también por Dios como puede ser el matrimonio. No entienden ni el celibato ni la consagración virginal al Señor en la vida consagrada. Se renuncia, es cierto, a algo bueno y lícito, pero el gozo que Dios nos da el corazón puede superar todas esas felicidades humanas.
Pedidle al Señor para que quienes nos hemos entregado así por el Reino tengamos siempre la fuerza del Señor para vivir nuestra entrega y consagración.
Amar a dios de corazon dios es para mi todo,en el confio y a el me debo,nadie me dijo ama a dios yo lo ame desde que naci,no es tener problemas y acudir a el y a su hijo,es creer en el sin verlo ya que el que tiene fe como un grano de mostaza tendra la vida con paz y llena de bendiciones amen.
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