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lunes, 28 de febrero de 2011

Jesús nos mira con cariño y nos pide generosidad y desprendimiento


Eclesiástico, 17, 20-28;

Sal. 31;

Mc. 10, 17-27

‘Jesús se le quedó mirando con cariño…’ dice el evangelio. También nosotros cuando nos encontramos con una persona buena, generosa, de gran corazón parece que lo miramos de otra manera, surge de forma espontánea también en nuestro corazón un aprecio a esa persona.

Aquel joven que se había acercado a Jesús y, postrándose ante El, le preguntó: ‘Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?’ Ya hemos escuchado todo el diálago que sigue con Jesús. Cuando Jesús le dice que cumpla los mandamientos aquel joven responderá: ‘Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño’. Es entonces cuando se manifiesta esa ternura en la mirada de Jesús.

Como en otras ocasiones hemos reflexionado hemos de saber apreciar las cosas buenas de los demás. Y allí donde brilla un buen corazón por la rectitud de su vida, por lo bueno que hace o lo comprometido que está con los demás, hemos de saber valorarlo. No me canso de esta insistencia porque bien sabemos cuánto nos cuesta valorar a los demás. Siempre ponemos ‘peros’. No es que el que haga el bien necesite de nuestra aprobación por lo que hace porque estará obrando en la rectitud de su conciencia, pero siempre es un estímulo para seguir adelante el ser considerado o valorado por los demás, si sabemos dejar a un lado vanidades y vanasglorias.

Jesús le ofrece algo más a aquel buen muchacho. ‘Una cosa te falta; anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres – así tendrás un tesoro en el cielo – y luego sígueme’. Ya sabemos que no fue capaz de dar ese paso. ‘Era muy rico’, dice el evangelio y no tuvo valor para llegar a ese desprendimiento. ‘Se marchó pesaroso’. Una oportunidad para Jesús darnos más enseñanzas.

Pero nosotros no juzguemos ni condenemos. No somos nadie para juzgar ni para condenar. Nosotros, ¿qué hubiéramos hecho? ¿qué hacemos en este sentido? Algunas veces llegar a decisiones drásticas como las que le está pidiendo Jesús a este joven necesita un tiempo de maduración en el interior. No siempre somos capaces de dar a bote pronto una respuesta. No podemos entrar ni en justificaciones ni en condenas de este joven del evangelio, sino aprender la lección para nosotros. Son tantas las cosas que en nuestro interior vamos sintiendo que el Señor nos pide cada día cuando escuchamos su Palabra, pero no siempre damos la respuesta que desearía el Señor de nosotros. Y el Señor es paciente con nosotros porque siempre nos está esperando.

Como decíamos este episodio dará oportunidad a Jesús para dejarnos muchas enseñanzas. Jesús se lamenta de lo difícil que le es para algunos dar los pasos de una conversión auténtica. ‘¡Qué dificil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios! Y los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió: Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el Reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios’.

Ayer domingo escuchábamos a Jesús que nos decía que no podemos servir a dos señores. ‘No se puede servir a Dios y al dinero’, nos venía a decir Jesús. Lo que El nos pide es un corazón desprendido y generoso; un corazón que no se apegue a las cosas que se conviertan en dueñas de nuestra vida. Somos nosotros los que hemos de estar sobre las cosas, no las cosas sobre nosotros imponiéndonos una esclavitud. Lo que tenemos siempre tiene que estar en disposición de servicio, porque lo que Dios nos ha dado nos lo ha dado para todos. Y si por tus capacidades, tu trabajo o lo que hayas recibido ahora tienes algo, piensa en el bien que puedes y tienes que hacer con eso que tienes a los demás. Somos deudores de los otros y con los otros hemos de compartir lo que somos y lo que tenemos.

Muchas lecciones podemos recibir de este texto del evangelio.

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