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viernes, 21 de enero de 2011

Llamó a los que quiso y los hizo sus compañeros


Hebreos, 8, 6-13;

Sal. 84;

Mc. 3, 13-19

‘Subió a la montaña, llamó a los que quiso, y se fueron con El’. Y a continuación el evangelista nos da el listado de los discípulos escogidos con los detalles incluso de los sobrenombres que les puso Jesús o de lo que hicieron.

‘Llamó a los que quiso y se fueron con El’. Les iba a confiar una misión, su mismo misión, pero tenían que ser sus compañeros. ‘Los hizo sus compañeros…’ Los que estaban con El, los que caminaban juntos. Era necesario que estuvieran con El, fueran sus compañeros si les iba a confiar su misma misión. ‘Para enviarlos a predicar, con poder para expulsar demonios’, dice el evangelista. Sólo estando con El aprenderían, más aún podían llenarse de su ser, de su vida para poder realizar su misma obra.

Os confieso que al escuchar este texto del evangelio e ir reflexionando sobre él, primero que nada me miro a mí mismo. Llamado también por el Señor. Los sacerdotes tenemos que escuchar con especial agrado, por así decirlo, este pasaje del evangelio, esta llamada que Jesús hace a aquellos que quieren que estén con El. Me ha llamado el Señor y me ha confiado una misión, también anunciar la Palabra y haciendo el bien liberar a todo hombre de todo mal.

Pero necesito antes estar con el Señor, ser su compañero, caminar a su lado, empaparme de su vida. Compañero viviendo un espiritu de oración grande que me ha sentirme siempre unido al Señor; compañero sintiéndole a mi lado y sintiendo su palabra allá en lo más hondo de mi corazón; compañero con una espiritualidad especial nacida de mi sacerdocio. No podría de otra manera realizar la misión que me confía.

Pienso al meditar este texto y compartirlo con vosotros en todas aquellos que en la Iglesia ejercen algun ministerio especial, se han consagrado al Señor o viven comprometidos en el apostolado. Prolongan también en sus vidas la misión del Señor. Han de ser también compañeros del Señor. Sin esa unión con El en la oración, en la escucha y la meditación de la Palabra del Señor no podrían realizar su misión. Porque no van a realizar obra, sino la obra del Señor. Cuánto hemos de crecer en espiritualidad entonces.

Pero tendríamos que decir que todos los que escuchan este evangelio escuchan también Palabra de Dios para sus vidas. A todos tiene algo que decir el Señor. Por nuestra fe también todos, en nuestra condición de bautizados, de cristianos, hemos de vivir unidos al Señor. Hay también una llamada e invitación del Señor a estar con El. Todo cristiano ha de vivir una espiritualidad profunda, que es unión con el Señor para dejarme conducir por su Espíritu. Desde esa espiritualidad vivirán su ser cristiano allí donde está su vocación, en la vida familiar y el matrimonio, en el trabajo y el ejercicio de una profesión, en la vida de relación con los demás y en todo el compromiso social que viva en medio de la comunidad.

‘Llamó a los que quiso y se fueron con El… los hizo sus compañeros…’ Y pensamos en los sacerdotes; y pensamos en los religiosos/as que se han consagrado al Señor; pero pensamos en todos los que viven un compromiso apostólico en medio de la Iglesia; pero pensamos también en todos los cristianos, porque todos estamos invitados a estar con El. Cuántas cosas más podríamos decir.

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