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miércoles, 24 de junio de 2009

Juan precursor del Mesías, nosotros precursores de Jesús para los demás


Solemnidad del nacimiento de Juan el Bautista
Isaías, 49, 1-6
Sal. 138
Hechos, 13, 22-26
Lc. 1, 57-66.80



‘Surgió un hombre enviado por Dios que se llamaba Juan para dar testimonio de la luz y preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto’. Así nos describe la antífona de entrada de esta fiesta la figura y la misión del Bautista, tomando la idea del principio de Evangelio de Juan y de san Lucas.
No era la luz, sino testigo de la luz. No era la Palabra viva y definitiva de Dios para nuestra salvación, pero sí era la voz que anunciaba la llegada de esa Palabra de vida y salvación. No era el Mesías, como se apresuraba a confesar a los enviados venidos de Jerusalén, ni se consideraba el profeta, pero sí era el que preparaba los caminos del Señor y el que venía ‘con el espíritu y el poder de Elías para preparar un pueblo bien dispuesto para el Señor’.
Hoy celebramos su nacimiento y todos hacemos fiesta. Es una solemnidad grande que está muy metida en la entraña del pueblo. ‘Te llenarás de alegría, le dijo el ángel a Zacarías allá en el templo cuando la ofrenda del incienso, y muchos se alegrarán en su nacimiento’. Y hoy nos dirá san Lucas que ‘los parientes y vecinos felicitaban a Isabel porque el Señor le había hecho gran misericordia… y la noticia corrió por la montaña preguntándose todos llenos de asombro ¿qué va a ser de este niño?’
‘A ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo’
cantará Zacarías alabando y bendiciendo a Dios ‘que ha visitado y redimido a su pueblo suscitándonos una fuerza de salvación’. Viene el testigo de la luz y ‘por la entrañable misericordia de Dios nos visitará el sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas… y para guiar nuestros pasos por el camino de la paz’.
Todo esto lo reflexionamos en esta fiesta de san Juan Bautista y es motivo para nosotros para alabar a Dios por lo que significó ya entonces el Bautista en la historia de la salvación. Es el precursor que Dios quiso enviar antes que su Hijo para que preparase el camino de la salvación. El que venía a preparar los corazones de los hombres, como la casa que se prepara para recibir una gran visita. Grande era la visita porque venía Dios mismo a estar con nosotros, a ser Emmanuel, a ser Dios con nosotros.
Dios sigue visitándonos hoy con su gracia y salvación. Dios quiere seguir iluminándonos para sacarnos de las tinieblas de la muerte y del error. Dios quiere seguir siendo el camino de nuestros pasos para que nos lleven por sendas de amor y de paz.
Tenemos que seguir escuchando la voz que grita, que nos despierta, que nos señala a donde hemos de ir. ¿Qué nos señala o a quien nos señala? Yo diría más bien a quien nos señala. Como a aquellos discípulos que estaban a su lado, a nosotros también nos dice: ‘He ahí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’. Y Juan se hizo a un lado para que aquellos sus discípulos fueran los primeros en ‘seguir al Cordero a donde quiera que fuera’, como nos dice el Apocalipsis; se hizo a un lado para que siguieran a Jesús y nada más que a Jesús. Es lo que a nosotros también nos señala, a donde quiere que nosotros caminemos. Todo tiende a Jesús.
Es a dónde tenemos que ir. Pero es también lo que nosotros tenemos que señalar a los demás. Precursores de Jesús tenemos que ser nosotros para los demás, porque todo nuestro interés tiene que ser señalar el camino con nuestras palabras valientes, con el testimonio claro de nuestra vida para que todos lleguemos a ese conocimiento de Jesús, a esa vida de Jesús.

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