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viernes, 8 de mayo de 2009

No perdamos la calma, Cristo es nuestro camino y nuestra vida

Hechos, 12, 26-33
Sal. 2
Jn. 14, 1-6


Dijo Jesús a sus discípulos: no perdáis la calma...’ Algunas veces nos falta paz: nos agobiamos por los problemas que se nos presentan, surgen miedos en nuestro corazón ante situaciones a las que nos debemos enfrentar, no sabemos cómo afrontar las dificultades que nos van apareciendo en la vida... Quizá aparece la enfermedad o nos sentimos con un montón de limitaciones y achaques... Pensamos en el futuro, lo que nos puede ir apareciendo en la vida, o quizá pensamos en el más allá... y nos llenamos de temores, nos sentimos inquietos dentro de nosotros, perdemos la paz.
Jesús nos dice: ‘No perdáis la calma...’ Y nos invita a creer en El, a creer en Dios, a fiarnos de su Palabra. Su presencia no nos faltará nunca. Por eso tiene que renacer la confianza en nuestro corazón. Y la esperanza. No nos puede faltar la paz en el corazón. Porque en el día a día de nuestra vida, en esas situaciones en que nos encontremos o con los problemas que tengamos, sabemos que está a nuestro lado. El se hizo hombre para manifestarnos esa cercanía de Dios, esa presencia amorosa de quien camina a nuestro lado pero también nos enseña el camino. Más aún El es el camino.
Y si pensamos en el futuro, no sólo de este mundo, sino en lo que hay más allá de la muerte ya hemos escuchado lo que nos dice. Quiere que estemos a su lado. ‘Donde yo estoy, estéis también vosotros’, nos dice. Y nos habla de ese vivir junto a Dios. Nos habla poniéndonos imágenes que podamos entender, pero que nos están señalando una vida en plenitud. ‘En la casa de mi Padre hay muchas estancias, y me voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo...
Decíamos que Jesús es el camino. Cuando les está hablando de llevarlos con El, los discípulos que en aquel momento presentían todo lo que iba a suceder y estaban como aturdidos y no terminaban de entender sus palabras – recordemos que este texto del evangelio de hoy, se corresponde a la última Cena – Jesús les dice: ‘Y adonde yo voy, ya sabéis el camino’. A lo que uno de los discípulos, Tomás, le replica: ‘Señor, no sabemos adonde vas, ¿cómo podemos saber el camino?. Y Jesús le responde: Yo soy el camino, y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí’.
Cristo es el camino que nos lleva al Padre, nos lleva a Dios. Para eso ha venido, se ha encarnado haciéndose hombre y viviendo una vida como la nuestra, pero para indicarnos cómo podemos vivirla en plenitud. Es el Maestro que nos enseña, pero El es la Verdad misma. El quiere alimentar nuestra vida, pero es que El es la Vida misma. A quien vamos a vivir es a El. Se hace alimento nuestro para que así lo asimilemos de tal manera que ya no tengamos otra vida que la suya. Y de tal manera nos inunda con su vida, que por la fuerza de su Espíritu nos hace hijos, hijos de Dios.
Todo esto que estamos reflexionando tendría que llenarnos de paz y de esperanza. Porque ya no somos nosotros los que vivimos por nosotros mismos, sino por la vida de Jesús. Muchos serán los problemas, las dudas que puedan surgir en nuestro interior pero con la fe que tenemos en Jesús nos sentimos seguros y fortalecidos. Si Dios está con nosotros, qué podrá importarnos esas situaciones difíciles a las que tengamos que enfrentarnos o por las que incluso tengamos que sufrir un poco. Sabemos que caminamos hacia la plenitud y en ese camino Jesús está a nuestro lado, está con nosotros.
‘No perdáis la calma: creed en Dios y creed también en mí...’

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