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lunes, 10 de noviembre de 2008

Auméntanos la fe para descubrir la grandeza del perdón

Tito, 1, 1-9
Sal. 23
Lc. 17, 1-4

Habla en primer lugar hoy Jesús en el Evangelio de la gravedad del escándalo. ‘Es inevitable que sucedan escándalos, pero ¡ay del que los provoca!’ Escándalo, hacer o decir algo malo que puede inducir al otro a hacer el mal, al pecado. ‘Tened cuidado’, nos dice Jesús. Siempre tenemos que llevar a los otros a lo bueno, nunca a lo malo.
Pero luego Jesús sigue hablándonos del perdón y de la fe. Claro que alguno podría preguntarse, ¿Qué relación tiene la fe con el perdón?
Jesús habla de perdonar una y otra vez al hermano que nos ha ofendido. ‘Si tu hermano te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: lo siento, lo perdonarás’, viene a concluir el Señor. Nos recuerda otro pasaje del evangelio, cuando Pedro le pregunta a Jesús si hay que perdonar hasta siete veces. Y ya recordamos la respuesta de Jesús, ‘hasta setenta veces siete’, para indicarnos que tenemos que perdonar siempre.
Pues bien, es en ese momento cuando los apóstoles, después de escuchar a Jesús, le piden: ‘Auméntanos la fe’. Creo que bien podemos ver la relación si reflexionamos un poquito.
Aunque nos parezca lo contrario – porque es desgraciadamente lo que más comúnmente se realiza en nuestro mundo de violencias – podemos decir que la persona es más persona cuando ha sido capaz de perdonar.
Para perdonar hay que tener valentía y coraje en el corazón. El que es capaz de perdonar está manifestando la nobleza e hidalguía de su ser, la madurez de su personalidad, y su mayor grandeza de alma.
El hombre es más hombre, me atrevo a decir, cuando es capaz de perdonar. El hombre está alcanzando la cota más alta de su nobleza en su vida cuando es capaz de perdonar. La persona se está pareciendo más a Dios – a cuya imagen y semejanza ha sido creado – cuando es capaz de perdonar.
Guardar rencor, dejarse arrastrar por la venganza, responder con violencia ya sea física o moral al que te ha ofendido, manifiesta los instintos más primarios y menos racionales del ser humano, e indica la inmadurez de su corazón que así se ve afectado por lo que le puedan hacer los otros. No seré más grande o más noble por la venganza, ni por guardar rencor. No indica mayor fortaleza o valentía el responder con violencia al que te ofende. No es la forma de ganar la batalla emprender otra en la que vas a quedar más herido en el corazón.
Ya sé que esos son los primeros impulsos que podemos sentir en nuestro interior y que es necesario una fortaleza grande para no dejarse arrastrar por ellos. Pero en ese dominio de la situación que pasa por un dominio de ti mismo es donde vas a presentar el lado más noble de tu vida.
Con el perdón nos parecemos a Dios. ¿Por qué no recordamos a Jesús cuando está siendo crucificado y con su poder divino podía desbaratar todos los planes homicidas que contra El se planeaban? ‘Padre, perdónales porque no saben lo que hacen’. Perdona y disculpa. Tan grande es su amor.
Seremos capaces de practicar la valentía del perdón sólo con la fuerza de la gracia de Dios que nos engrandece. Porque la fe no nos anula, sino todo lo contrario. La fe nos hará descubrir , como si una nueva luz iluminara nuestra vida, donde está la verdadera grandeza de la persona.
‘Auméntanos la fe’, aunque sólo fuera como un granito de mostaza, para que no nos falte nunca en nuestra vida y nos ayude a descubrir la grandeza y maravilla del perdón.

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