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miércoles, 12 de noviembre de 2008

Se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias

Tito, 3, 1-7
Sal. 22
Lc. 17, 11-19

‘Uno, viendo que estaba curado... se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias...’
hemos escuchado el relato del evangelio. ‘Salieron a su encuentro diez leprosos... a gritos le decían: Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros’. El mandato de Jesús de cumplir lo prescrito por la ley de Moisés para quien fuera curado de la lepra. ‘Mientras iban de camino, quedaron limpios’. La queja final de Jesús. ‘¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gracias a Dios?’
‘Levántate, vete: tu fe te ha salvado’.
Son las palabras finales de Jesús. Es lo más grande que le ha sucedido a aquel hombre.
Una súplica que se corresponde con la compasión de Jesús. Quedaron limpios, fueron curados, recobraron la salud, maravillas de Dios. Reconocimiento y acción de gracias de uno de los curados, a lo que se corresponde fe y salvación. Un camino para despertar la fe, para alcanzar la salvación.
Jesús que en el camino de la vida nos va saliendo a nuestro encuentro. Acudimos a El desde nuestras necesidades, incluso materiales, pidiendo compasión y misericordia. Lo hacemos de tantas maneras. Y de tantas maneras se van manifestando en nuestra vida las obras maravillosas de Dios. Pero tiene que surgir el reconocimiento de esa acción de Dios y la acción de gracias. No siempre acabamos de hacerlo de verdad. Fáciles para pedir, prontos para olvidar, abandonados para realizar ese reconocimiento y esa acción de gracias. Nos sucede tantas veces en la vida.
Tenemos que dar el salto de esa súplica que hacemos a Dios desde nuestras necesidades hasta el aprender a hacer el reconocimiento de esas obras de Dios, para que así surja la acción de gracias. Pero hemos de aprender a no quedarnos en lo inmediato que recibimos sino que tenemos que saber ir más allá para descubrir lo que la fe nos manifiesta. Es entonces cuando descubriremos y alcanzaremos la salvación de Dios.
Fue el camino que hizo el samaritano leproso y curado. Vio más allá de ese quedar limpio de la lepra para reconocer la acción de Dios. Fue el que ‘volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias’. Descubrió quién era Jesús. Se despertó en él la fe verdadera y alcanzó la salvación. ‘Tu fe te ha salvado’, le dice Jesús.
Hagamos el recorrido nosotros también. Sepamos descubrir esa acción de Dios en nuestra vida y reconocerla. Dar gracias es reconocerla. Es sentir que es una gracia que Dios nos ha otorgado. No son obras nuestras. ‘Mas cuando ha aparecido la bondad de Dios y su amor al hombre, no por las obras de justicia que nosotros hayamos hecho, sino que según su misericordia nos ha salvado: con el baño del segundo nacimiento y con la renovación por el Espíritu Santo’, que nos ha dicho san Pablo en la carta a Tito.
‘Seremos justificados por su gracia, seremos, en esperanza, herederos de vida eterna’. Es grande el regalo. Es grande el gozo de la salvación que obtenemos. Es inmensa, porque es eterna, la herencia que nos tiene reservada, ‘la vida eterna’.

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