2Tim. 4, 9-17
Sal. 144
Lc. 10, 1-9
‘Designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó por delante, de dos en dos... Pones en camino... cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa... curad a los enfermos que haya, y decid: Está cerca el Reino de Dios...’
Es la misión de los enviados. Anunciar la Buena Nueva de que el Reino de Dios está cerca. Mensajeros del Evangelio, evangelizadores, evangelistas. Al final, antes de la Ascensión, serán enviados también para ser ‘mis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra...’ Misión de todo creyente en Jesús que se convierte en testigo, en un enviado a evangelizar, a anunciar el Evangelio.
Hoy estamos celebrando a un Evangelista, Lucas. De origen pagano y probablemente de Antioquia, se convirtió a la fe, acompañó a san Pablo en alguno de sus viajes, y que se convierte en evangelizador, en evangelista que nos ha trasmitido el Evangelio que lleva su nombre.
No conoció a Jesús y sin embargo nos trasmite su evangelio lleno de detalles de la vida de Jesús, que incluso algunos que los otros evangelistas no nos trasmiten. Pero quiso conocer a fondo a Jesús e investigó. Como dice él mismo en el principio de su evangelio ‘me ha parecido también a mí, después de haber investigado cuidadosamente todo lo sucedido desde el principio, escribirte una exposición detallada para que llegues a comprender la autenticidad de las enseñanzas que has recibido’.
Como decíamos en la oración litúrgica, ‘elegiste a san Lucas para que nos revelara con su predicación y sus escritos tu amor a los pobres...’ Con todo detalle insiste el evangelista esa cercanía de Jesús a los pobres y a los que sufren, a los marginados y a los pecadores. Ya, cuando nos presenta a Jesús en la Sinagoga de Nazaret se nos habla de ese evangelio que se ha de anunciar a los pobres. ‘El Espíritu está sobre mí porque me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres...’ Y así lo veremos a través de todo el evangelio.
Evangelio de la misericordia, del perdón, de la paz y de la alegría. Las más bellas parábolas de la misericordia y del amor de Dios, como la del hijo pródigo, los gestos más sorprendentes de cercanía a los pobres y a los marginados, las más hermosas muestras del amor que se hace perdón – la mujer pecadora que llora a sus pies, la mirada de amor a Pedro tras la negación o la promesa del paraíso al ladrón arrepentido en la cruz -, la paz y la alegría que va repartiendo con su presencia – desde el anuncio invitando a la alegría por la llegada de la paz a los hombres de buena voluntad en su nacimiento o como hemos visto hoy mismo su mandato de llevar la paz anunciando el evangelio – y tantos otros momentos que sería bueno repasar en las páginas del evangelio.
Pero todo ello se ha de traducir luego en un nuevo estilo de vivir. Por eso, en los Hechos de los Apóstoles estaremos viendo la imagen que nos da Lucas de lo que han de vivir los que cree en Jesús. Es la descripción que nos hace de las primeras comunidades de Jerusalén. ‘Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común... en el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo, y nadie consideraba como propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común...’ Todos se admiraban de ese nuevo modo de vivir y de cómo se amaban y con ese testimonio se convertían a la vez en anunciadores del Evangelio.
Es lo que también hemos pedido en la oración litúrgica, ‘Concede, a cuantos se glorían en Cristo, vivir con un mismo corazón y un mismo espíritu y atraer a todos los hombres a la salvación’.
Pero hemos de hacernos una consideración. Si al contemplar la obra y la figura de un evangelista, sentimos al mismo tiempo la urgencia de que nosotros hemos de ser también evangelizadores, porque a la larga esa es la misión que Cristo nos ha confiado, creo que antes tendríamos que saber hacer como Lucas. Nos pudo hablar con tanto conocimiento y tanto detalle y profundidad de Jesús y del Evangelio, porque antes se había preocupado de conocer a Jesús, como ya vimos.
Que nosotros también cada día más queramos crecer en ese conocimiento de Jesús, Que nosotros cada día más tengamos también esas ansias de empaparnos del Evangelio, y lo leamos, los reflexiones, no oremos para llenarnos verdaderamente de El y así podamos convertirnos en verdaderos evangelistas, evangelizadores, para los demás.
‘Que el Señor nos dé fortaleza para confesar con fe el Evangelio que san Lucas nos predicó’.
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