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miércoles, 25 de octubre de 2023

Vivimos tiempos inseguros, pero cuidado que esa inseguridad sea porque no hemos puesto los cimientos suficientemente fuertes y seguros para mi vida

 


Vivimos tiempos inseguros, pero cuidado que esa inseguridad sea porque  no hemos puesto los cimientos suficientemente fuertes y seguros para mi vida

Romanos 6,12-18; Sal 123; Lucas 12,39-48

Dicen que vivimos tiempos inseguros. Lo cierto es que ya no vemos las puertas de las casas siempre abiertas como veíamos antaño; los que somos mayores añoramos aquellos tiempos de tranquilidad en que incluso la llave se dejaba puesta en la puerta y los vecinos cercanos entraban con naturalidad en nuestras casas abriendo la puerta y simplemente llamándonos por nuestro nombre. Ante la inseguridad, vigilancia; no es raro ver sobre la puerta el cartelito que nos dice la casa está conectada a unos servicios de vigilancia y de alarma para evitar que los amigos de lo ajeno se acerquen por nuestros hogares.

Pero esto me hace pensar; andamos muy preocupados por esas alertas y vigilancias de nuestros bienes, pero ¿andaremos con una vigilancia semejante sobre todo lo que pueda atentar contra nuestra vida, nuestra dignidad o los peligros que en ese sentido podamos tener? ¿Nos preocuparemos más de las cosas que de la propia persona?

Es cierto que cuando rezamos – y repito cuando rezamos – pedimos en el padrenuestro que nos veamos libres de todo mal y no caigamos en la tentación. Lo decimos, ¿pero realmente será algo que tenemos muy en cuenta en nuestra vida? Creo que muchas veces andamos muy a la ligera no temiendo los peligros que pudieran atentar contra nuestra integridad interior. Decimos que somos buenos, que queremos o intentamos hacer el bien, pero que se hace lo que se puede. ¿Significa eso que no ponemos todo el esfuerzo que tendríamos que poner? Eso me hace pensar, no sé a ti, que estás leyendo esta reflexión.

Hoy Jesús nos dice que si el dueño de casa supiera cuando viene el ladrón, estaría vigilante y al acecho para no poner en peligro los bienes de su casa. Necesitamos poner alarmas. No de esas que suenan escandalosamente en la calle, sino aquellas alarmas que nos llaman y nos tocan en nuestro interior. Vigilancia desde la rectitud con que quiero vivir mi vida y asumir lo que son mis responsabilidades en la vida. El vigilante repasa aquellos lugares donde tiene que ejercer su vigilancia, el vigilante está atento a cuanto sucede en su ámbito y si descubre algo anormal que pudiera ser un peligro acude al lugar con los medios necesarios para solventar la situación; el vigilante revisa aquellos medios de los que dispone para ejercer su oficio para que en todo momento estén a punto.

¿No será lo que tenemos que hacer en la vida? Responsabilidad en aquello que vivimos y que tenemos que hacer, que nos exige una rectitud, una madurez interior para hacer las cosas no porque me vigilen o me vayan a tomar cuentas, sino porque desarrollo mi vida con responsabilidad. Atención y cuidado ante los peligros que se pudieran presentar. No basta decir líbrame de todo mal y no me dejes caer en la tentación, sino que yo voy a apartarme de aquello que sé que no es bueno, de aquello que pudiera ser una tentación en mi vida. Cuidar mi interioridad, mi vida interior, mi espiritualidad, para poder sentirme seguro y fuerte, porque sé bien en qué, o mejor, en quien me estoy apoyando; no me puedo dejar arrastrar por la tibieza, la desgana espiritual, porque es una pendiente muy peligrosa, de la que es difícil salirse.

Vivimos tiempos inseguros, comenzábamos diciendo. Pero cuidado que esa inseguridad nos esté atacando por dentro, venga de donde no hemos puesto los cimientos suficientemente fuertes y seguros para mantener levantado ese edificio de mi vida. Sabemos bien cómo tenemos que hacerlo.

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