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domingo, 22 de octubre de 2023

Dar a Dios lo que es de Dios, o lo que es lo mismo respetar, valorar, engrandecer la dignidad de la persona, de toda persona, en ellos estamos viendo la imagen de Dios

 


Dar a Dios lo que es de Dios, o lo que es lo mismo respetar, valorar, engrandecer la dignidad de la persona, de toda persona, en ellos estamos viendo la imagen de Dios

Isaías 45, 1. 4-6; Sal 95; 1Tesalonicenses 1, 1-5b; Mateo 22, 15-21

Hay gente que le gusta poner en apuros a los demás; parece que son especialistas en preguntas de doble sentido, muchas veces con aviesas intenciones queriéndonos hacer decir lo que nosotros no queremos decir; luego vendrán las interpretaciones, los juicios, las cosas que confunden. De todas maneras la vida misma nos pone muchas veces en la encrucijada. ¿Qué tenemos que hacer en cada momento? ¿Qué es lo más correcto? Viéndonos envueltos en tantas cosas confusas, ¿cómo tenemos que reaccionar? ¿Cómo tenemos que actuar?

Vivimos en medio de una sociedad, ese mundo en el que vivimos, las tendencias de muchos van por una parte que a nosotros no nos terminan de convencer, pero nos vemos envueltos por mayorías que opinan o piensan de manera distinta a nosotros, ¿qué hacemos? ¿Nos acomodamos? ¿Nos dejamos arrastrar cobardemente por no enfrentarnos?

Hoy escuchamos decir con frecuencia de hacer lo políticamente correcto, para no ponernos en contradicción con nadie; es una tentación cuando nos sentimos débiles e indefensos. Pero, ¿dónde están nuestros principios, nuestros valores? Vendemos lo que sea por un plato de lentejas. Tenemos que buscar seguridades, tenemos que fundamentar bien nuestra vida, ponerle buenos cimientos, para que esos vientos y huracanes no nos arrastren y terminen por arrasarnos. Ya Jesús nos lo repetirá en el evangelio, aunque nosotros en nuestra debilidad y muchas veces también en nuestra cobardía, no sabemos bien ni donde estamos.

Con frecuencia vemos que vienen a Jesús con preguntas capciosas. Hoy nos encontramos en el evangelio una de esas preguntas. En cierto modo es un dilema serio el que le están planteando a Jesús. Y saben entrar con mucha astucia, y podríamos decir también, con mucha diplomacia. ‘Sabemos que eres veraz, que eres sincero’. De alguna manera es un reconocimiento de la personalidad de Jesús, lo que sucede es que la frase está dicha con cierto veneno.

Y con esa veracidad, con esa sinceridad Jesús responde. Ojalá nosotros en la vida siempre fuéramos así de sinceros, de veraces, de íntegros en nuestro actuar y en nuestro decir. Lo que le plantean a Jesús pudiera parecer que tiene cierta connotación política, pero en al ambiente judío tenía también sus resonancias religiosas. Para un buen judío el único impuesto que en su conciencia podía aceptar eran los diezmos y primicias que se ofrecían en el templo. Un pueblo teocrático que todo lo centraba en Dios, era ese el camino de su contribución.

Pero ahora vivían sometidos a la autoridad de Roma, y como todo  pueblo dominado tenían que pagar sus impuestos al pueblo dominador, en este caso a Roma. De mala gana lo aceptaban. Por eso consideraban como unos colaboracionistas a los encargados de cobrar los impuestos, a los que además por la usura con la que actuaban en todo lo referente al dinero porque al mismo tiempo se convertían en prestamistas para los que tuvieran necesidad de dinero, los consideraban unos pecadores, publicanos los llamaban, como tantas veces hemos visto a lo largo del evangelio.

La pregunta que le plantean a Jesús va por ese camino. ¿Es lícito o no pagar los impuestos al Cesar? La pregunta en las dos posibles respuestas que ellos podían esperar tenía su veneno. Siempre podía quedar mal Jesús, si justificaba sin razón los impuestos, o si se oponía a ello con lo que se iba a encontrar las autoridades romanas en su contra. Pero la sabiduría de Jesús es mayor que la que ellos pueden imaginar. Pregunta que le enseñen la moneda de curso legal y pregunta que es lo que se representa en esa moneda, cual es la imagen que aparece. Era normal que si era moneda romana fuera la figura del César y es lo que no les queda más remedio que reconocer. ‘Pues dad al César lo que es del César, pero dar a Dios lo que es de Dios’.

¿Y qué es lo que es de Dios? ¿Dónde encontramos esa imagen de Dios que nos manifiesta su grandeza y su señorío? Es el hombre la verdadera imagen de Dios, hecho a su imagen y semejanza como lo manifiestan ya las primeras páginas de la Biblia y donde encontramos la verdadera antropología con sentido cristiano. Es lo que Jesús nos viene a revelar, pero también a purificar y a engrandecer. Con nuestro pecado hemos mancillado esa imagen de Dios en el hombre y Cristo viene a redimirnos. Hemos arruinado nuestra vida y Cristo viene a hacer una verdadera restauración que además nos engrandece, porque somos de tal manera hechos a imagen de Dios que nos quiere hacer sus hijos. ‘A los que creen en su nombre les da poder ser hijos de Dios’, como se nos dice al principio del Evangelio de san Juan.

Tendremos, es cierto, que dar al César lo que es del César, tendremos que trabajar por ese mundo en el que vivimos porque además sabemos que Dios lo ha puesto en nuestra manos para que continuemos con nuestro desarrollo su obra creadora; pero tenemos que trabajar por la dignidad del hombre, de la persona, porque así es como estaremos dando gloria a Dios.

No podemos permitir que nuestra dignidad sea mancillada, no podemos permitir la destrucción de la persona, pero seguimos en un mundo donde no se termina de respetar la dignidad de toda persona; seguimos con esclavitudes y con discriminaciones, seguimos con violencias y con muerte, seguimos con nuestra injusticia queriendo aprovecharnos de los demás y mancillando su dignidad, seguimos destruyéndonos cuando incluso destruimos el mundo en el que vivimos y no todos pueden alcanzar igual dignidad.

He ahí nuestra tarea, dar a Dios lo que es de Dios, o lo que es lo mismo respetar, valorar, engrandecer la dignidad de la persona, de toda persona, porque en ellos estamos viendo la imagen de Dios, porque en ellos tenemos que ver unos hijos de Dios a los que Dios ama, y por eso tenemos que amarlos nosotros también.

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