Dar a
Dios lo que es de Dios, o lo que es lo mismo respetar, valorar, engrandecer la
dignidad de la persona, de toda persona, en ellos estamos viendo la imagen de
Dios
Isaías 45, 1. 4-6; Sal 95; 1Tesalonicenses
1, 1-5b; Mateo 22, 15-21
Hay gente que le gusta poner en apuros
a los demás; parece que son especialistas en preguntas de doble sentido, muchas
veces con aviesas intenciones queriéndonos hacer decir lo que nosotros no
queremos decir; luego vendrán las interpretaciones, los juicios, las cosas que
confunden. De todas maneras la vida misma nos pone muchas veces en la encrucijada. ¿Qué
tenemos que hacer en cada momento? ¿Qué es lo más correcto? Viéndonos envueltos
en tantas cosas confusas, ¿cómo tenemos que reaccionar? ¿Cómo tenemos que
actuar?
Vivimos en medio de una sociedad, ese
mundo en el que vivimos, las tendencias de muchos van por una parte que a
nosotros no nos terminan de convencer, pero nos vemos envueltos por mayorías
que opinan o piensan de manera distinta a nosotros, ¿qué hacemos? ¿Nos
acomodamos? ¿Nos dejamos arrastrar cobardemente por no enfrentarnos?
Hoy escuchamos decir con frecuencia de
hacer lo políticamente correcto, para no ponernos en contradicción con nadie;
es una tentación cuando nos sentimos débiles e indefensos. Pero, ¿dónde están
nuestros principios, nuestros valores? Vendemos lo que sea por un plato de
lentejas. Tenemos que buscar seguridades, tenemos que fundamentar bien nuestra
vida, ponerle buenos cimientos, para que esos vientos y huracanes no nos
arrastren y terminen por arrasarnos. Ya Jesús nos lo repetirá en el evangelio,
aunque nosotros en nuestra debilidad y muchas veces también en nuestra
cobardía, no sabemos bien ni donde estamos.
Con frecuencia vemos que vienen a Jesús
con preguntas capciosas. Hoy nos encontramos en el evangelio una de esas
preguntas. En cierto modo es un dilema serio el que le están planteando a
Jesús. Y saben entrar con mucha astucia, y podríamos decir también, con mucha
diplomacia. ‘Sabemos que eres veraz, que eres sincero’. De alguna manera
es un reconocimiento de la personalidad de Jesús, lo que sucede es que la frase
está dicha con cierto veneno.
Y con esa veracidad, con esa sinceridad
Jesús responde. Ojalá nosotros en la vida siempre fuéramos así de sinceros, de
veraces, de íntegros en nuestro actuar y en nuestro decir. Lo que le plantean a
Jesús pudiera parecer que tiene cierta connotación política, pero en al
ambiente judío tenía también sus resonancias religiosas. Para un buen judío el
único impuesto que en su conciencia podía aceptar eran los diezmos y primicias
que se ofrecían en el templo. Un pueblo teocrático que todo lo centraba en
Dios, era ese el camino de su contribución.
Pero ahora vivían sometidos a la
autoridad de Roma, y como todo pueblo
dominado tenían que pagar sus impuestos al pueblo dominador, en este caso a
Roma. De mala gana lo aceptaban. Por eso consideraban como unos
colaboracionistas a los encargados de cobrar los impuestos, a los que además
por la usura con la que actuaban en todo lo referente al dinero porque al mismo
tiempo se convertían en prestamistas para los que tuvieran necesidad de dinero,
los consideraban unos pecadores, publicanos los llamaban, como tantas veces
hemos visto a lo largo del evangelio.
La pregunta que le plantean a Jesús va
por ese camino. ¿Es lícito o no pagar los impuestos al Cesar? La
pregunta en las dos posibles respuestas que ellos podían esperar tenía su
veneno. Siempre podía quedar mal Jesús, si justificaba sin razón los impuestos,
o si se oponía a ello con lo que se iba a encontrar las autoridades romanas en
su contra. Pero la sabiduría de Jesús es mayor que la que ellos pueden
imaginar. Pregunta que le enseñen la moneda de curso legal y pregunta que es lo
que se representa en esa moneda, cual es la imagen que aparece. Era normal que
si era moneda romana fuera la figura del César y es lo que no les queda más
remedio que reconocer. ‘Pues dad al César lo que es del César, pero dar a
Dios lo que es de Dios’.
¿Y qué es lo que es de Dios? ¿Dónde
encontramos esa imagen de Dios que nos manifiesta su grandeza y su señorío? Es
el hombre la verdadera imagen de Dios, hecho a su imagen y semejanza como lo
manifiestan ya las primeras páginas de la Biblia y donde encontramos la
verdadera antropología con sentido cristiano. Es lo que Jesús nos viene a
revelar, pero también a purificar y a engrandecer. Con nuestro pecado hemos
mancillado esa imagen de Dios en el hombre y Cristo viene a redimirnos. Hemos
arruinado nuestra vida y Cristo viene a hacer una verdadera restauración que
además nos engrandece, porque somos de tal manera hechos a imagen de Dios que
nos quiere hacer sus hijos. ‘A los que creen en su nombre les da poder ser
hijos de Dios’, como se nos dice al principio del Evangelio de san Juan.
Tendremos, es cierto, que dar al César
lo que es del César, tendremos que trabajar por ese mundo en el que vivimos
porque además sabemos que Dios lo ha puesto en nuestra manos para que
continuemos con nuestro desarrollo su obra creadora; pero tenemos que trabajar
por la dignidad del hombre, de la persona, porque así es como estaremos dando
gloria a Dios.
No podemos permitir que nuestra
dignidad sea mancillada, no podemos permitir la destrucción de la persona, pero
seguimos en un mundo donde no se termina de respetar la dignidad de toda
persona; seguimos con esclavitudes y con discriminaciones, seguimos con
violencias y con muerte, seguimos con nuestra injusticia queriendo
aprovecharnos de los demás y mancillando su dignidad, seguimos destruyéndonos
cuando incluso destruimos el mundo en el que vivimos y no todos pueden alcanzar
igual dignidad.
He ahí nuestra tarea, dar a Dios lo que
es de Dios, o lo que es lo mismo respetar, valorar, engrandecer la dignidad de
la persona, de toda persona, porque en ellos estamos viendo la imagen de Dios,
porque en ellos tenemos que ver unos hijos de Dios a los que Dios ama, y por
eso tenemos que amarlos nosotros también.
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