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viernes, 14 de julio de 2023

Se acabaron los miedros y rebrota la valentía del corazón, porque nos sentimos amados de Dios nos sentimos llenos de su Espíritu

 


Se acabaron los miedros y rebrota la valentía del corazón, porque nos sentimos amados de Dios nos sentimos llenos de su Espíritu

Génesis 49,29-32; 50,15-26ª; Sal 104; Mateo 10,24-33

No todos somos iguales ni reaccionamos de la misma manera ante las diversas situaciones que nos vamos encontrando en la vida, pero una cosa importante sería que tuviéramos suficiente confianza en nosotros mismos para desempeñar una tarea, para enfrentarnos a unos problemas, para vivir la vida, en una palabra.

No es orgullo ni autosuficiencia, es conocerse a sí mismo y descubrir todas las posibilidades que tenemos, todas esas cualidades que adornan nuestra vida, pero no pueden ser solo un adorno, sino que han de ser valores que nos tracen rutas, que nos den fuerza y entereza en cada situación. Es una tarea humana en nuestro crecimiento y en nuestra maduración como personas; hemos de saber encontrar esos motivos, esas razones que tenemos allá en lo más hondo de nosotros mismos que nos abren caminos y que nos dan fuerza.

En este sentido hay un factor que es importante para nuestro crecimiento y maduración personal, el sentirnos queridos y valorados. No es que hagamos las cosas por el qué dirán de los que nos rodean, pero cuando nos sentimos valorados nos crecemos, cuando nos sentimos amados nos sentimos fuertes, porque ese amor es un buen caldo de cultivo para el desarrollo de nuestra personalidad.

Y ese es un mensaje fundamental del evangelio que no siempre captamos. Cristo viene a dignificarnos, a engrandecernos, a hacer que creamos en nosotros mismos, nos quiere hacer capaces de grandes tareas, de grandes obras, escuchando el mensaje de Cristo tendrían que acabarse nuestros miedos, nuestra timidez, nuestra cobardía que tantas veces nos envuelve y nos anula. ¿Y cómo no sentirse fuerte cuando nos sentimos amados? Es el gran mensaje de Jesús.

En el texto del evangelio que hoy se nos propone hasta por tres veces vamos a escuchar la palabra de Jesús que nos dice que no tengamos miedo. No tengamos miedo y anunciemos con valentía la Palabra de Dios que va a ser escuchada; no tengamos miedo a la oposición que podamos encontrar, que ya en otro momento nos dice que nos dará la fuerza de su Espíritu para llevar adelante nuestra tarea, y nos dice que no tengamos miedo porque nosotros valemos mucho más que un jilguero que nos alegra con sus trinos, pero que nada le faltará porque Dios cuida de esos pajaritos que vuelan por el cielo. Y nos dice que nosotros valemos mucho más, que Dios nos tiene en cuenta y no se olvida de nosotros, que Dios nos ama. Ahí tenemos todo el punto de arranque.

¿Cómo no nos vamos a sentir seguros de nosotros mismos si sabemos que somos amados de Dios, si sabemos que siempre podemos contar con el amor de Dios? No es por autosuficiencia, como decíamos antes, porque si fuera así al final estaríamos destruyéndonos a nosotros mismos; no es por orgullo o por amor propio por lo que hacemos las cosas. Podemos, valemos, el amor de Dios nos lo garantiza, es el motor de nuestro actuar y de nuestra vida.

Con el amor de Dios estamos descubriendo nuestra grandeza y nuestra dignidad, porque somos amados de Dios, porque Dios nos ha regalado su vida para hacernos sus hijos. Con el amor de Dios descubrimos todo ese regalo de gracia con que nos ha dotado de valores y cualidades, de capacidades en nosotros mismos, de fortaleza de espíritu. Es esa profunda espiritualidad que sirve de base a nuestra vida y que nos elevará a cosas grandes.

Sintiéndonos así amados de Dios no enterraremos el talento, sabemos que tenemos que hacerlo producir, de ahí la tarea que con valentía afrontamos en la vida. Sintiéndonos así amados de Dios nos sentimos seguros, se acabaron nuestros miedos, tenemos la fortaleza del Espíritu con nosotros.

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