El
corazón lleno de mansedumbre de Jesús es una invitación que nos da seguridad y
nos da confianza, es la brisa fresca que nos da descanso y nos llene de
serenidad y de paz
Zacarías 9, 9-10; Sal 144; Romanos 8, 9.
11-13; Mateo 11, 25-30
Solemos decir
que ‘quien a buen árbol se arrima buena sombra le cobija’, y en la vida
buscamos siempre quien nos de buena sombra. Pero esta es la cuestión, ¿a
quienes solemos arrimarnos en la vida? La tendencia fácil es arrimarnos a
quienes consideramos que saben más, a quienes vemos con mejores o mayores
influencias, a aquellos que consideramos importantes o con posibilidades para
que si nos vemos en una mala situación nos puedan echar una mano.
Y aunque
decimos que nos llevamos con todos siempre hay personas a las que consideramos
que nada nos pueden aportar o que incluso nos pueden dar mala imagen, y a esos
los evitamos, procuramos quizás que no nos vean con ellos, y ya sabemos de
cuántas discriminaciones somos capaces.
Pero,
¿quiénes son los que realmente nos a echar una mano, o estarán disponibles para
lo que pudiéramos necesitar? ¿Quiénes son realmente esos sabios que realmente
van a ilustrar nuestra vida ofreciéndonos lo que realmente nos puede hacer
mejores? Pero nos podría suceder que aquellos que descartamos, porque
pobrecitos, ¿qué nos van a poder ofrecer?, serán quizás los que más pronto
tendremos a nuestro lado en esas situaciones difíciles que nos podamos
encontrar en la vida.
Nos sentimos
confundidos tantas veces, no terminamos
de entender, nos encandilamos con brillos que son oropeles pero que realmente
no son un verdadero tesoro que vaya a enriquecer nuestra vida. ¿Dónde podremos
encontrar esa verdadera sabiduría de la vida?
Hoy nos
encontramos en el evangelio con unas palabras de Jesús que en principio nos desconciertan,
aunque luego cuando las meditamos bien encontramos una esperanza grande para
nuestra vida, porque vamos a encontrar ese verdadero árbol donde nos podemos
cobijar porque nos dará las mejores sombras. Comienza Jesús dando gracias al
Padre que se nos revela y que se nos manifiesta, pero como dice Jesús no ha
sido a los sabios y entendidos de este mundo, sino a los pequeños y a los
sencillos.
Si recorremos
las páginas del evangelio vemos claramente quienes son los que acogen la
palabra de Jesús. En aquellos que se consideraban a si mismo importantes y
poderosos, los que se tenían por los dirigentes de Israel, va a encontrar
siempre oposición. La gente sencilla, los que se sienten pequeños y humildes
serán los que proclamarán las mejores alabanzas al actuar de Jesús. Los que se
sienten pobres y limitados, los que tienen un corazón oprimido por tantos
dolores y sufrimientos que no solo del cuerpo sino de su espíritu porque han
perdido todas las esperanzas que puedan provenir de este mundo, los que reconocen
que con pecadores y nada merecen son los que acuden a Jesús, los que escuchan a
Jesús, los que abren su corazón a Jesús.
¿Quiénes son
los que rodean a Jesús? unas personas sencillas como aquellos pescadores a los
que llamó a seguirle, unos pecadores, publicanos y mujeres pecadoras, que
sienten su corazón atormentado pero que saben que en Jesús encontrarán el
perdón y la paz, la gente sencilla que no se avergüenza de sentarse en la
orilla del lago para escucharle o que es capaz de seguirle incluso a la montaña
o a lugares inhóspitos porque lo que quieren es escuchar esa palabra que llena
de sus corazones de esperanza, aquellos que a pesar de su pobreza estarán
siempre dispuestos a preocuparse de los demás o a compartir lo poco que tienen
para que se multiplique en bien de los demás, aquellos que a pesar de sus
poderes o sabidurías humanas – recordemos a Nicodemo, a Jairo el jefe de la
sinagoga, o al centurión romano - acuden como sea a Jesús porque tienen la
humildad para reconocer que es alguien que viene de Dios.
Por eso
podemos escuchar a Jesús invitamos a que vayamos a El todos los nos sentimos
cansados y agobiados porque en El vamos a encontrar nuestro descanso. Por eso
nos invita a que tengamos un corazón como el suyo, lleno mansedumbre y de
humildad, porque va a ser la manera de que en verdad nos encontremos con Dios.
Así se nos quiere revelar, así nos quiere revelar lo que es el corazón de Dios.
A la sombra
de Jesús con humildad nos queremos acoger. Su corazón lleno de mansedumbre es
una invitación para nosotros que nos da seguridad y nos da confianza. Agitados
y sudorosos por las carreras y las locuras de la vida buscamos esa brisa fresca
que nos dé descanso y nos llene el corazón de serenidad y de paz. Nos sentimos
pequeños porque nos sentimos débiles y pecadores pero sabemos que estamos
llamados a algo grande. Solo tenemos que recorrer un camino de humildad, de
vaciarnos de nuestras amarguras y de nuestros agobios, de desprendimiento de
nosotros mismos, de apertura de nuestro corazón a las grandes metas y a los
ideales que nos ofrece el evangelio; nos vamos a encontrar con Jesús, nos vamos
a encontrar con Dios que va a inundar nuestro corazón de paz y de una nueva
alegría.
Es Jesús ese
árbol que nos da buena sombra, pero es Jesús al que vamos a encontrar en los
demás, sobre todo en los pobres y en los sencillos, en los que tienen un
corazón humilde y generoso, y los que mantienen la paz en el corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario