Necesitamos
del Espíritu que nos abra el corazón y la mente para ser capaces de ver con
claridad nuestra propia realidad y con su fuerza se abran nuevos caminos de
vida
Hechos de los apóstoles 16, 11-15; Sal 149;
Juan 15, 26 — 16, 4a
Hay ocasiones
en que nos cuesta reconocer que las cosas van mal. Siempre buscamos una
disculpa, siempre tenemos una respuesta preparada. Igual que la persona mayor
no quiere reconocer las limitaciones que le imponen los años, o el enfermo que
no quiere reconocer la gravedad de su enfermedad; esto se me pasa, esto no es
nada, esto es ahora porque me encontró flojo, pero yo estoy bien… cuántas
disculpas; y no hablo ya solo de la enfermedad que nos puede aparecer, las
limitaciones de los años, sino otras muchas situaciones en la vida en las que
no queremos reconocer la realidad; el negocio está mal, pensamos, pero esto es
coyuntural, cuando pasen estos momentos difíciles todo se recuperará.
Pero nos
sucede en nuestro camino de superación personal, donde no logramos avanzar lo
que nos habíamos propuesto o lo que sería lo ideal, pero siempre decimos cuando
yo me ponga en serio eso lo voy a lograr enseguida, pero nos falta la voluntad
de ponernos en serio, o nos falta la constancia para seguir unos ritmos.
Lo
contemplamos en los derroteros de la Iglesia, y de la situación de la Iglesia
frente al mundo que la rodea, que no es tan bonita como queremos pintarla;
muchos espejismos se nos pueden meter por medio y nos impedirán ver la
realidad, nos quedamos en el espejismo y no queremos darnos cuenta de la
situación de descristianizacion que vive la sociedad actual, donde cada vez
importa menos lo religioso, importan
menos los principios o los valores cristianos, donde estamos viendo cómo
la vida vale tan poco, y ahí tenemos el aborto en esa carrera imparable en que
cada vez damos más derecho a la muerte, o también en la eutanasia donde a
nuestro lado tantos la ven ya como algo tan natural.
¿A dónde
vamos? ¿Nos daremos cuenta? ¿Dónde tenemos que pararnos, detenernos para ver
con claridad, para comenzar a actuar de una forma distinta desde la Iglesia,
desde el testimonio de los cristianos? Es duro y hasta cruel que no nos demos
cuenta de la realidad y todavía sigamos pensando en una sociedad de
cristiandad, y no en una sociedad en la que tenemos que ser misioneros que en
verdad nos pongamos a abrir caminos.
Jesús nos habla de la presencia del
Espíritu Santo que tanto vamos a necesitar. ‘Cuando venga el Paráclito, que
os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él
dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el
principio estáis conmigo’. Es la promesa de Jesús. Nos enviará desde el
Padre el Espíritu de la verdad. Será el Espíritu que remueva y renueve nuestros
corazones. El Espíritu que abrirá nuestra mente para que entendamos todo bien,
como hacía Jesús con los discípulos de Emaús, o como lo hizo luego en el Cenáculo. Les abrió los
corazones para que entendieran las Escrituras.
Necesitamos que se abra nuestro
corazón, que se abra nuestra mente muchas veces tan endurecida que no somos
capaces de ver con claridad lo que es nuestra propia realidad. Necesitamos el Espíritu
que abra nuevos caminos en nuestra vida. Necesitamos el Espíritu que nos
fortalezca para que podamos hacer esos nuevos caminos de evangelización.
Necesitamos el Espíritu que venga a ser nuestra fortaleza para ese testimonio
que hemos de dar y que no siempre será fácil, porque débiles nos sentimos para
llevar adelante esa tarea que se nos confía.
Pidamos a Dios que nos conceda la luz y
la fuerza de su Espíritu.
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