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martes, 24 de mayo de 2022

Nos enviará Jesús el Espíritu que no solo nos liberará de nuestros agobios, sino que nos fortalecerá y nos hará crecer para darnos esa seguridad y riqueza interior

 


Nos enviará Jesús el Espíritu que no solo nos liberará de nuestros agobios, sino que nos fortalecerá y nos hará crecer para darnos esa seguridad y riqueza interior

Hechos de los apóstoles 16, 22-34; Sal 137; Juan 16, 5-11

Hay ocasiones en que nos ponemos tristes, nos ponemos tensos y agobiados solamente pensando en el futuro. Hay personas, y nos puede pasar algunas veces a nosotros, que solo pensando en lo que nos pueda suceder mañana, ya nos hace llenarnos de agobios; de alguna manera buscamos seguridades, buscamos seguridad ante el futuro. ¿Qué va a ser de mí? Si me sobreviene una enfermedad, ¿cómo la afrontaré? Y los padres se preguntan por el futuro de los hijos, o pensamos en nosotros mismos que nos podamos quedar solos en la vida. Muchas cosas que nos agobian. ¿Dónde encontrar la confianza que nos dé seguridad en la vida?

Ante los imprevistos que nos pueda presentar la vida hay quien se agobia sin que nada le haya sucedido. Nos tambaleamos muchas veces, nos sentimos inseguros, nos trabajamos unas seguridades en lo social para que tengamos las cosas resueltas y aun así nos agobiamos. ¿Serán las inseguridades que llevamos en nuestro interior? Nos faltan quizá certezas, queremos tener respuestas para todo y en ocasiones nos quedamos sin saber qué responder o cómo afrontar lo que nos puede venir. Y vienen las tristezas, la falta de una verdadera alegría por esa inseguridad en la que vivimos, por esa quizás desorientación que pudiera haber en nuestro interior. ¿Nos faltará valentía en la vida?

Necesitamos una fortaleza interior. Como el edificio que tiene que tener unos sólidos cimientos, pero también una muy elaborada estructura que no solo de forma, sino que dé fortaleza a todo el conjunto del edificio. Serán los valores por los que regimos nuestra vida, los principios que dan fundamento a lo que vamos haciendo en la vida, es esa riqueza interior que nos hemos ido creando para dar respuestas, para encontrar soluciones, para mantener la serenidad del espíritu frente a las tormentas que nos va ofreciendo la vida. Lo podemos llamar espiritualidad, o lo podemos llamar vida interior, es el alimento de nuestro espíritu que no es solo el alimento con que nutrimos nuestro cuerpo. De este alimento nos preocupamos, pero qué poco tenemos en cuenta ese otro alimento que nutra nuestro espíritu.

Hoy Jesús, ante la tristeza que se va apoderando de los discípulos por todo aquello que Jesús les está anunciado, les habla de la presencia del Espíritu que les enviará desde el seno del Padre. Físicamente van a dejar de ver a Jesús pero una nueva presencia van a sentir por la fuerza del Espíritu. No tendrán a Jesús que una y otra vez les corrija y les enseñe, tan duros como son de corazón y de mente, pero el Espíritu se los recordará todo.

‘Os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré’, les dice Jesús. El Espíritu que nos hará ver el juicio de Dios, pero el Espíritu que será nuestra luz y nuestra fuerza, que nos liberará de las peores angustias porque hará que se caigan tantas cadenas que nos atan en la vida, el Espíritu que pondrá alegría en el corazón porque nos hará sentir de manera nueva la presencia de Jesús, aunque podamos estar por otra parte pasando por noches oscuras de sufrimientos o de problemas. Es el Espíritu que en verdad nos hará grandes porque no solo nos liberará de apegos o de angustias, sino que nos fortalecerá y nos hará crecer para darnos esa seguridad y riqueza interior.

 

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