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miércoles, 25 de mayo de 2022

Llenemos el corazón de verdadera humildad para abrirnos al misterio de Dios y dejarnos sorprender por la acción del Espíritu que nos lo revela

 


Llenemos el corazón de verdadera humildad para abrirnos al misterio de Dios y dejarnos sorprender por la acción del Espíritu que nos lo revela

Hechos de los apóstoles 17, 15. 22 — 18, 1; Sal 148; Juan 16, 12-15

En una ocasión un niño pequeño, de los primeros años escolares, entró en mi lugar de estudio y se quedó como paralizado con los ojos bien abiertos contemplando todos los libros que yo tenía en sus estantes y me preguntó asombrado ¿Tú te has leído todo esos libros y te los sabes todos?  Asombrado estaba que yo hubiera podido leer todos aquellos libros, pero además sabérmelos todos.

Me viene al recuerdo esta simple anécdota tras el anuncio que le escuchamos hoy a Jesús. ‘Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir’.

Mucho era lo que Jesús les había ido enseñando, pero mucho eran aun lo que les quedaba por aprender, por conocer. Me recuerda también el final del evangelio de Juan en que termina diciéndonos que allí en aquel evangelio está cuanto necesitamos para creer que Jesús es el Hijo de Dios, el Salvador del mundo y creyendo tengamos vida en su nombre, pero que muchas más cosas hizo y dijo Jesús que si se escribieran todas ni el mundo entero podría contener los libros que habría que escribir. Un lenguaje, es cierto, un poco hiperbólico pero que nos viene a expresar la grandeza del evangelio que nos lleva a nuestra fe en Jesús y a nuestra salvación.

Hoy nos promete Jesús la presencia del Espíritu con su Sabiduría que nos lo enseñará todo, ‘nos guiará hasta la verdad plena’. ¿Cómo podríamos tener nosotros la garantía de que no olvidamos las palabras de Jesús, su buena noticia de salvación? ¿Cómo se nos puede garantizar que no manipulemos las palabras de Jesús para hacerle decir cosas distintas a lo que El nos enseñó?

Podríamos tener la tentación de dudar de la autenticidad del evangelio que hoy enseñamos y trasmitimos, como podríamos tener también la tentación de tergiversar sus palabras. Es quizás la tentación de muchos que todo lo ponen en duda; lo escuchamos muchas veces en el mundo que nos rodea o nos puede pasar a nosotros también por nuestro interior. Son tantos los que se cierran a la fe y en todo ven manipulación.

En un mundo y en una sociedad en la que contemplamos a tantos que ansían el poder, no para servir a esa sociedad sino para tener dominio sobre ella, casi podría parecer normal que haya también quien dude del auténtico sentido de la autoridad dentro de la Iglesia y también pueden ver esas ansias de poder y de dominio en los pastores de la Iglesia.

Cuántas cosas escuchamos decir en este sentido y cuanto se manipula desde los medios de comunicación para ir envenenando la fe de los creyentes. Siembra dudas y crearás división; crea abismos que dividan y separen destruyendo la comunión y desde esa manipulación se irá logrando destruir hasta lo más sagrado, arrancando la fe del corazón de los creyentes.

Quienes en verdad nos dejamos conducir por la fe sentimos que verdaderamente es otra cosa, otro es el sentido de las cosas, porque creemos en la presencia del Espíritu Santo que nos prometió Jesús que es el que verdaderamente inspira la acción de la Iglesia. Esa presencia del Espíritu que nos guiará a la verdad plena, como nos dice hoy Jesús, es la garantía de esa autenticidad de la Verdad proclamada, transmitida y enseñada por la Iglesia.

No perdamos esa visión de la fe; dejémonos conducir por el Espíritu Santo; dejemos que su luz nos llene de su Sabiduría y podremos, aunque nos consideremos los más humildes y los más pequeños y precisamente por eso, conocer el misterio de Dios que en Cristo Jesús se nos manifiesta. Mientras no llenemos nuestro corazón de verdadera humildad difícilmente podremos abrirnos a Dios y a la acción de su Espíritu. Abramos bien los ojos del corazón para dejarnos sorprender por el misterio de Dios que podremos llegar a conocer.

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