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viernes, 25 de marzo de 2022

Como María estemos dispuestos a someter nuestros deseos y nuestros planes a lo que son los planes de Dios para nosotros, siempre es Emmanuel, Dios con nosotros

 

Como María estemos dispuestos a someter nuestros deseos y nuestros planes a lo que son los planes de Dios para nosotros, siempre es Emmanuel, Dios con nosotros

Isaías, 7, 10-14; 8, 10; Sal. 39; Hebreos, 10, 4-10; Lucas, 1, 26-38

Mas o menos todos en la vida sabemos, o creemos saber, que es lo que vamos a hacer; nos hacemos nuestros planes, nuestros proyectos, más o menos vamos definiendo lo que queremos que sea nuestro futuro; es la tarea que hemos ido realizando en nuestro crecimiento humano y en nuestra maduración como persona. Y eso es bueno y necesario; tenemos que saber a donde vamos, qué queremos, cuales son las metas de nuestra vida; es lo que insisten padres y educadores en la juventud y es lo que nos va abriendo al futuro.

Pero supongamos que en un momento concreto cuando ya tenemos todo esto determinado viene alguien con cierta ascendencia sobre nosotros y nos dice que no puede ser, que para nosotros hay otros planes, que nuestra vida tenemos que dedicarla a otra cosa. Lo normal es que haya un rechazo por nuestra parte, que defendamos lo que son nuestros proyectos, que tratemos de convencer a quien nos hace esas nuevas propuestas que no estamos dispuestos a aceptar porque tenemos claro lo que queremos ser. Estamos hablando de algo hipotético, pero quizá haya sucedido a más de uno en la vida y que han tenemos que cambiar todos sus planes, porque quizá ahora le proponen algo que se presenta como algo superior.

Me estoy haciendo estas consideraciones a partir de lo que hoy se nos propone en la Palabra de Dios y sobre todo en el evangelio. Aquella muchachita de Nazaret tenía definida su vida, allá en el silencio de aquel pueblo medio perdido entre los valles y colinas de Galilea. Prometida estaba con José pero algo había en su interior que de alguna manera iba trazando los derroteros de su vida. Pero de la noche a la mañana todo cambió; en el silencio de su recogimiento y de su oracion el ángel del Señor viene a proponerle algo distinto.

María se siente sorprendida. Sorprendida por la presencia del ángel del Señor, que era como sentir de una manera especial la presencia de Dios en su vida; sorprendida por las palabras y las propuestas del ángel; la llama la llena de gracia porque Dios ha pensado en ella de manera especial y hay un proyecto de Dios para ella. Todo va a cambiar, va a ser madre y le dirán que será el Hijo del Altísimo, lo llamarán Hijo de Dios; ella no conoce varón y no entiende lo que se le propone, porque se le anuncia que será el Espíritu de Dios el que la cubrirá con su sombra, para que aquel hijo de la jovencita de Nazaret sea llamado el Hijo de Dios; el nombre que se le ha de imponer tiene también hondo significado, porque se llamará Jesús porque El salvará a su pueblo de sus pecados.

Los planes de María y los planes de Dios; el camino humilde, sencillo y callado que había escogido en aquella aldea poco menos que perdida y desconocida en Galilea, con el camino que de ahora en adelante se va a abrir en su vida aunque quizá aun no termine de comprender toda la amplitud de los planes de Dios. Lo que parece un imposible en ella se va a poder realizar de la misma manera, como le anuncian, que su anciana prima Isabel también va a ser madre. Porque para Dios nada hay imposible.

Y es que con los planes de Dios para Maria se va a realizar el misterio más grande de la historia. El Hijo de Dios se va a convertir en el hijo del hombre en las entrañas de María, lo que significa que Dios se va a encarnar en nuestra carne para sin dejar de ser Dios ser también hombre como nosotros. Es el misterio de la Encarnación que hoy estamos celebrando. Es un momento culmen en toda la historia de la Salvación porque Dios va a comenzar a ser en verdad el Emmanuel, el Dios con nosotros, cuando se encarna en el seno de María.

Y aquella mujer humilde y sencilla, que es la llena de gracia como la ha llamado el Ángel porque Dios está en ella y con ella, se deja hacer por Dios, aceptar los planes de Dios que serán planes de salvación para todos los hombres; y aquella pequeña mujer que ahora será grande porque será la Madre de Dios, se siente humilde, se hace pequeña, acepta que la Palabra de Dios se realice en ella, se encarne en ella, porque como dice solamente es la pequeña esclava del Señor. ‘Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra’, que le responde al ángel.

Pero cuando sentimos el gozo inconmensurable de este día grande de la Encarnación de Dios en las entrañas de María, ha de tener más consecuencias para nuestra vida. Como decíamos al principio nos hacemos nuestros planes, decimos que sabemos lo que queremos para nosotros en la vida, pero ¿alguna vez nos hemos preguntado cuales son los planes de Dios para nosotros? ¿En esos deseos, buenos deseos que podamos tener habremos sabido vislumbrar tras ellos lo que es la voluntad de Dios para nosotros?

Como María, ¿estaríamos dispuestos a someter nuestra voluntad y nuestros deseos a los planes de Dios? ¿Qué quiere Dios para nuestra vida? ¿Sentiremos en todo ese complejo que es nuestra vida que Dios es en verdad Emmanuel para nosotros, porque Dios está con nosotros?

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