Entremos
en la sintonía de Dios para hacer una lectura creyente de lo que sucede
descubriendo las señales de Dios
Éxodo 3, 1-8a. 13-15; Sal 102; 1Corintios
10, 1-6. 10-12; Lucas 13, 1-9
Las señales
que encontramos en el camino o en la carretera no son una trampa para que
caigamos en el error y luego cebarse en el castigo sobre nosotros. Las señales
nos indican el camino y nos previenen de los peligros, nos hacen estar atentos
para no perder el rumbo y vigilantes para evitar el daño que nos podamos hacer.
Creo que siendo verdaderamente sensatos les prestamos atención, siendo
inteligentes no las tomaremos a mal como si estuvieran allí para que si no las
cumplimos merezcamos todo el mal que nos estamos haciendo.
Y aunque nos
parezca que estamos refiriéndonos a las señales de tráfico o las señales que
nos puedan indicar los lugares que merece visitar, creo que entendemos que
estamos queriendo referirnos a algo más. Dios también va poniendo señales en la
vida, que son llamadas, que son invitaciones a seguir un camino, que nos
quieren prevenir para que evitemos lo malo, que no las podemos mirar como
castigos divinos por lo malvados que somos, porque Dios siempre estará llamándonos
a que seamos capaces de dar buenos frutos en la vida.
Tenemos, es
cierto, la tendencia errónea de estar viendo castigos de Dios por todas partes
en lo que por la misma naturaleza sucede o lo que muchas veces también es
consecuencia de la maldad de los hombres. Son los accidentes producidos por el
discurrir de la naturaleza o son las catástrofes humanas que nos provocamos los
hombres cuando nos llenamos de odio o de ambición y para conseguir nuestros
objetivos o nuestras ambiciones no miramos el daño que podemos hacer a los
demás. Llevamos unos tiempos en que se suceden muchas cosas que nos
desconciertan desde el cambio climático con todas sus consecuencias, las pandemias
o las guerras como lo estamos sufriendo.
Es cierto que
esos sucesos o esos acontecimientos nos pueden producir muchos interrogantes en
nuestro interior y hasta muchas angustias, pero tendríamos que esforzarnos por
hacer esa buena lectura de lo que acontece. Hacer una lectura creyente de la
vida no siempre es fácil, y claro que tendríamos que tener una sintonía de Dios
para saber interpretar lo que en verdad Dios quiere decirnos. La lectura
creyente nos hace descubrir las señales de Dios.
El evangelio
comienza recordándonos algunos hechos desagradables que sucedieron Jerusalén en
los mismos tiempos de Jesús. Escandalizados vienen algunos a comentárselo a
Jesús pero Jesús les ayudará a hacer una buena lectura de aquellos hechos. Era
fácil ver castigos divinos en aquellos hechos, unos sacrílegos acaecidos en el
propio templo y otros accidentales como la caída del muro de la piscina de
Betesda donde murieron algunos. ¿Castigo de Dios?, piensan algunos. ¿Habrán
hecho algo malo en su vida para que merecieran una muerte así? Y Jesús les hace
pensar ¿es que pensáis que eran más pecadores que nosotros mismos? Pero sí
pueden ser llamadas de Dios para que obremos el bien, para que nos arrepintamos
de lo malo que hemos hecho, para que nuestro actuar en la vida sea de otra
forma, para que demos verdaderamente buenos frutos.
Y Jesús les
propone la parábola del hombre que viene a su terreno donde tenía plantada una
higuera y aunque estaba bien frondosa no daba frutos. ¿Vamos a arrancarla
porque para qué tenerla ocupando espacio en el terreno que podría dedicarse a
otras plantaciones? Pero el prudente agricultor le dice que va a cavar a su
alrededor, va a abonarla una vez más, esperando que al nuevo año al final de
fruto.
También
nosotros nos llenamos de rabia tantas veces cuando vemos el mal que hay en el
mundo e iríamos quitando de en medio a todos aquellos que nos parecen malos. O
sea, que iríamos actuando con la misma medida de maldad, de odio, de revancha,
de rencor quitando de en medio a los que nos parecen malos. ¿Es que tú no has
pecado nunca? ¿Es que nunca has hecho lo que no debías hacer? ¿Por eso ya
merecerías que te castigaran quitándote de en medio? ¿Dónde está el camino de
la compasión y de la misericordia? ¿Dónde está la esperanza de que podamos un día
cambiar nuestro corazón? Porque para nosotros pediríamos compasión y
misericordia, pero para los demás siempre el castigo y la condena.
¡Qué
distintos son los parámetros de Dios! ¡Qué distinto tendría que ser nuestro
actuar! Sed compasivos nos dirá el Señor, como es compasivo y misericordioso el
Señor tu Dios. Escuchamos las llamadas de Dios. Seamos capaces de ver las
señales que Dios va poniendo en los caminos de nuestra vida que siempre nos invitan
a la conversión, al amor, a la misericordia. Son los caminos de Dios,
inescrutables muchas veces, pero que son los caminos que nos llevarán a la
verdadera plenitud de nuestra vida.
Todas esas
señales nos están hablando del amor de Dios, nos están recordando cuánto nos
ama el Señor, nos están diciendo la paciencia de amor infinito que Dios siempre
tiene con nosotros, nos están señalando también esos nuevos parámetros con los
que nosotros tenemos que tratar a los demás desde la compasión y la misericordia.
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