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domingo, 20 de marzo de 2022

Entremos en la sintonía de Dios para hacer una lectura creyente de lo que sucede descubriendo las señales de Dios

 


Entremos en la sintonía de Dios para hacer una lectura creyente de lo que sucede descubriendo las señales de  Dios

Éxodo 3, 1-8a. 13-15; Sal 102; 1Corintios 10, 1-6. 10-12; Lucas 13, 1-9

Las señales que encontramos en el camino o en la carretera no son una trampa para que caigamos en el error y luego cebarse en el castigo sobre nosotros. Las señales nos indican el camino y nos previenen de los peligros, nos hacen estar atentos para no perder el rumbo y vigilantes para evitar el daño que nos podamos hacer. Creo que siendo verdaderamente sensatos les prestamos atención, siendo inteligentes no las tomaremos a mal como si estuvieran allí para que si no las cumplimos merezcamos todo el mal que nos estamos haciendo.

Y aunque nos parezca que estamos refiriéndonos a las señales de tráfico o las señales que nos puedan indicar los lugares que merece visitar, creo que entendemos que estamos queriendo referirnos a algo más. Dios también va poniendo señales en la vida, que son llamadas, que son invitaciones a seguir un camino, que nos quieren prevenir para que evitemos lo malo, que no las podemos mirar como castigos divinos por lo malvados que somos, porque Dios siempre estará llamándonos a que seamos capaces de dar buenos frutos en la vida.

Tenemos, es cierto, la tendencia errónea de estar viendo castigos de Dios por todas partes en lo que por la misma naturaleza sucede o lo que muchas veces también es consecuencia de la maldad de los hombres. Son los accidentes producidos por el discurrir de la naturaleza o son las catástrofes humanas que nos provocamos los hombres cuando nos llenamos de odio o de ambición y para conseguir nuestros objetivos o nuestras ambiciones no miramos el daño que podemos hacer a los demás. Llevamos unos tiempos en que se suceden muchas cosas que nos desconciertan desde el cambio climático con todas sus consecuencias, las pandemias o las guerras como lo estamos sufriendo.

Es cierto que esos sucesos o esos acontecimientos nos pueden producir muchos interrogantes en nuestro interior y hasta muchas angustias, pero tendríamos que esforzarnos por hacer esa buena lectura de lo que acontece. Hacer una lectura creyente de la vida no siempre es fácil, y claro que tendríamos que tener una sintonía de Dios para saber interpretar lo que en verdad Dios quiere decirnos. La lectura creyente nos hace descubrir las señales de Dios.

El evangelio comienza recordándonos algunos hechos desagradables que sucedieron Jerusalén en los mismos tiempos de Jesús. Escandalizados vienen algunos a comentárselo a Jesús pero Jesús les ayudará a hacer una buena lectura de aquellos hechos. Era fácil ver castigos divinos en aquellos hechos, unos sacrílegos acaecidos en el propio templo y otros accidentales como la caída del muro de la piscina de Betesda donde murieron algunos. ¿Castigo de Dios?, piensan algunos. ¿Habrán hecho algo malo en su vida para que merecieran una muerte así? Y Jesús les hace pensar ¿es que pensáis que eran más pecadores que nosotros mismos? Pero sí pueden ser llamadas de Dios para que obremos el bien, para que nos arrepintamos de lo malo que hemos hecho, para que nuestro actuar en la vida sea de otra forma, para que demos verdaderamente buenos frutos.

Y Jesús les propone la parábola del hombre que viene a su terreno donde tenía plantada una higuera y aunque estaba bien frondosa no daba frutos. ¿Vamos a arrancarla porque para qué tenerla ocupando espacio en el terreno que podría dedicarse a otras plantaciones? Pero el prudente agricultor le dice que va a cavar a su alrededor, va a abonarla una vez más, esperando que al nuevo año al final de fruto.

También nosotros nos llenamos de rabia tantas veces cuando vemos el mal que hay en el mundo e iríamos quitando de en medio a todos aquellos que nos parecen malos. O sea, que iríamos actuando con la misma medida de maldad, de odio, de revancha, de rencor quitando de en medio a los que nos parecen malos. ¿Es que tú no has pecado nunca? ¿Es que nunca has hecho lo que no debías hacer? ¿Por eso ya merecerías que te castigaran quitándote de en medio? ¿Dónde está el camino de la compasión y de la misericordia? ¿Dónde está la esperanza de que podamos un día cambiar nuestro corazón? Porque para nosotros pediríamos compasión y misericordia, pero para los demás siempre el castigo y la condena.

¡Qué distintos son los parámetros de Dios! ¡Qué distinto tendría que ser nuestro actuar! Sed compasivos nos dirá el Señor, como es compasivo y misericordioso el Señor tu Dios. Escuchamos las llamadas de Dios. Seamos capaces de ver las señales que Dios va poniendo en los caminos de nuestra vida que siempre nos invitan a la conversión, al amor, a la misericordia. Son los caminos de Dios, inescrutables muchas veces, pero que son los caminos que nos llevarán a la verdadera plenitud de nuestra vida.

Todas esas señales nos están hablando del amor de Dios, nos están recordando cuánto nos ama el Señor, nos están diciendo la paciencia de amor infinito que Dios siempre tiene con nosotros, nos están señalando también esos nuevos parámetros con los que nosotros tenemos que tratar a los demás desde la compasión y la misericordia.

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