La
inmovilidad nos puede llevar a quedarnos anquilosados en la vida perdiendo
vitalidad y sentido profundo lo que hacemos
1Reyes 8, 22-23. 27-30; Sal 83; Marcos 7,
1-13
Es frase muy
socorrida, que habremos escuchado muchas veces y que se nos presenta como argumento
de inmovilidad y en cierto modo de conservadurismo es aquello de que ‘esto
siempre se ha hecho así’. Entra en el ámbito de las costumbres de los
pueblos y en el mantenimiento de tradiciones como en muchos aspectos de la vida
social, en nuestras fiestas, en lo que hacemos cada año sin variar ni un ápice,
y no digamos nada en cuanto toca el tema de la religión. ‘Esto se ha hecho
siempre así’ y no hay más vueltas que dar.
Cuando llega
alguien convencido de que la vida es renovación y si no hay renovación nos
quedamos anquilosados y las cosas van perdiendo la vitalidad y por eso intenta
mejorar cosas, revisar lo que se está haciendo, o plantearnos nuevas cosas que
se podrían hacer, nos encontramos con el muro infranqueable de los que nos
dicen ‘esto se ha hecho siempre así’.
¿Alguien se
pregunta por qué se comenzaron a hacer esas cosas que ahora nos parecen
inamovibles? Eso resulta incómodo; no queremos reconocer que hay cosas que nos
pueden valer para un tiempo determinado, pero que esas cosas con el paso de los
años hay que renovarlas para que adquieran pleno sentido y significado. Quizá
fue el fruto de quien en aquel momento tuvo una buena visión para iniciar algo
que en aquel momento podía ser muy dinamizador para la comunidad. Pero
fácilmente las cosas caen en la rutina y en el sinsentido porque ahora serán
otras cosas a las que tendríamos que dar más importancia. Es una tentación en
la que todos podemos caer porque fácilmente huimos de exigencias nuevas que nos
lleguen a lo hondo de lo que hacemos.
Hablamos en
general de muchos aspectos de la vida social donde las posturas inamovibles no
siempre son fructuosas; hay que tener visión de la realidad del momento y de lo
que nos puede valer también para el futuro; no todo es desechable de lo pasado,
pero lo pasado también hay que renovarlo. Decimos en todos los aspectos de la
vida social y también en los planteamientos de las prácticas religiosas que
realizamos.
A muchos les
ha costado el aceptar la renovación del concilio Vaticano II en muchos aspectos
de la vida de la Iglesia y sobre todo de su liturgia; añoranzas de pasado,
muchas veces añoranzas de oropeles, vistosidades que hoy no tienen sentido, y
compromiso con la vida de aquello que celebramos, son cosas que para muchos
pueden ser un choque. Lo vemos en la vida de cada día, lo vemos en muchas de
las actividades de nuestras parroquias, lo vemos en planteamientos
anquilosados, donde parece que el número y la apariencia son lo fundamental, lo
vemos en muchas vanidades que se pretenden mantener.
De esto nos
está hablando el evangelio que hoy se nos propone. A los judíos, sobre todo
aquellos grupos que querían mantener una cierto lugar privilegiado de poder y
de influencia en la sociedad les choca los nuevos planteamientos que Jesús hace
del Reino de Dios. Quieren mantenerse en sus tradiciones sin querer dar un
sentido vivo a aquellos actos religiosos que realizan; parece que lo importante
es cumplir, aparentar una religiosidad que en el fondo se manifiesta vacía, y
vienen los choques con los planteamientos de renovación que hace Jesús.
El evangelio
de hoy nos habla del problema de las purificaciones, en cierto modo ritualistas
y legales, que tienen que realizar porque en todo podían ver contaminación e
impureza. Les extraña que los discípulos de Jesús comen sin lavarse bien las
manos antes, como realizan concienzudamente los fariseos y sus discípulos. Es
lo que le vienen a reclamar a Jesús. Pero Jesús habla de otra pureza interior,
de una autenticidad de vida, de una sinceridad del corazón que ellos no quieren
entender.
¿No será eso
lo que también nos está pidiendo Jesús hoy? ¿Por qué nos queremos quedar en
tradiciones inamovibles o en boatos externos mientras quizás nuestro corazón
está vacío y frío? ¿Cuál es la autenticidad que nos está pidiendo Jesús en este
momento concreto que vivimos? ¿Qué levadura nos estará faltando cuando no somos
capaces de dinamizar nuestro mundo con los valores del evangelio?
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