También
nos dice Jesús que tengamos confianza y nos pongamos en pie para ser libres de
toda atadura, El nos regala el perdón y nos pone en camino de vida nueva
Génesis 22, 1-19; Sal 114; Mateo 9,1-8
‘Ponte en pie, coge tu camilla y
vete a tu casa’. ¿Era lo que
esperaban? Cuando Jesús llega a Cafarnaún lo primero que se va a encontrar es
aquel grupo de hombres que portando una camilla ponen ante El a un paralítico
para que lo cure. Ya ha corrido la
noticia de las obras y signos que realiza Jesús, por eso vendrán por si mismos
aquellos enfermos que aun pueden valerse, otros serán traídos de la mano quizá
como los ciegos que por sí solos no se pueden valer en medio de aquellas
muchedumbres que se agolpan en torno a Jesús, ahora será un paralítico en una
camilla el que llevan hasta los pies de Jesús. En el texto paralelo de los
otros evangelistas se nos dirá incluso que por el gentío no podían entrar por
la puerta y lo descolgaron del techo abriendo un boquete. De una forma o de
otra Jesús se fija, admira y valora la fe de aquellos hombres.
Era lo que esperaban, que aquel hombre
se pueda poner en pie, valerse por sí mismo e incluso regresar a su casa. Pero
Jesús quiere levantarlo de algo más. La enfermedad y la invalidez pueden ser un
signo de nuestro pecado, que no significa que tengamos que verlo como un
castigo divino por nuestros pecados y Jesús quiere que el signo sea lo
suficientemente significativo. Por eso sus primeras palabras serán ‘ten
confianza, hijo, tus pecados están perdonados’. Ha venido para que tengamos
vida y tengamos vida en abundancia; va a derramar su sangre en la cruz para
establecer una nueva alianza para el perdón de nuestros pecados. Nos va dando
señales ya.
No nos podemos quedar hundidos en
nuestra parálisis ni tumbados sobre la camilla que sea signo de nuestra
invalidez y nuestro pecado. ‘Ponte en pie…’ le dice. Ya no son
necesarias esas muletas o esas camillas que sostengan nuestra invalidez porque
para nosotros hay vida nueva. Tenemos que ponernos en pie y echarnos a andar
porque se abren caminos nuevos delante de nosotros. Aquello que nos parecía
imposible alcanzar ahora ya está a nuestra mano, pero no nos podemos quedar
quietos, como si todavía estuviéramos paralizados.
Vete a tu casa, vuelve a tu vida, vete
al encuentro con los tuyos y al encuentro con los demás, vete a ese mundo donde
siguen habiendo tantos que viven paralizados para que seas un signo de que es
posible un mundo nuevo, que también todos pueden levantarse y echarse a
caminar. No dejes aquí tu camilla que ya no la necesitamos, ahora podemos
caminar con la seguridad del hombre nuevo, del hombre libre, del hombre que se
ha liberado de todas las ataduras posibles, que ya nada lo detiene.
‘Tus pecados están perdonados’. ¿Cuáles son las peores ataduras de nuestra vida?
miremos desde nuestra experiencia aquellas pasiones que no nos han dejado ser
nosotros mismos, miremos desde nuestra experiencia aquellas rutinas que nos
hacían torpes en nuestro caminar, miremos desde nuestra experiencia aquellos
orgullos o aquellos recelos que ponían trabas al verdadero entendimiento o nos
endiosaban de tal manera que nos apartaban del encuentro verdadero con los
demás, miremos desde nuestra experiencia ese egoísmo que nos volvía
insolidarios con los otros porque solo nos hacía pensar en nosotros mismos, y así
podemos seguir mirando muchas cosas en nuestra vida que necesitan esa
liberación, ese romper ataduras, ese borrar tantas sombras que ennegrecían
nuestra vida. ‘Tus pecados están perdonados’, nos dice también a
nosotros Jesús.
Y aquel hombre se levantó de su
camilla, como le decía Jesús, la tomó y la cargó sobre sus hombros y marchó a
su casa. ¿Será acaso un signo del cargar con la cruz que Jesús nos pide para
seguirle de verdad?
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