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viernes, 2 de julio de 2021

Jesús nos propone en la opción de la misericordia, porque la necesitamos para nosotros mismos, y porque tenemos que saberla ofrecer generosamente a los demás

 


Jesús nos propone en la opción de la misericordia, porque la necesitamos para nosotros mismos, y porque tenemos que saberla ofrecer generosamente a los demás

Génesis 23,1-4.19; 24,1-8.62-67; Sal 105;  Mateo 9,9-13

¿Por qué iremos dándonos de orgullosos en la vida y creyéndonos los mejores? Al final tenemos que reconocerlo. No somos tan perfectos aunque nos creamos buenos; sin embargo ante los demás queremos aparentar, nos cuesta reconocer nuestras debilidades, es más, en ocasiones nos volvemos intransigentes porque les pedimos a los otros unos niveles de conducta que nosotros no nos preocupamos de alcanzar. Para nosotros siempre tendremos alguna disculpa, para los demás lo que más fácil nos sale es el juicio y la condena. Siempre estaremos mirando con lupa la vida de los demás, pero para nuestra vida ponemos unas pantallas.

Pero siempre hay en nosotros una miseria que necesita de la comprensión y de la misericordia. Montados en el caballo del orgullo y de la soberbia no podremos aguantar mucho tiempo, aunque nos cueste bajarnos de ese caballo. Y cuando con sinceridad llegamos a reconocer nuestras debilidades y encontramos en los demás comprensión y misericordia, qué distintos nos sentimos. Al final tenemos que estar agradecidos.

Por eso Jesús nos pone en la opción de la misericordia; porque la necesitamos para nosotros mismos, y porque tenemos que saberla ofrecer generosamente a los demás. El camino de Jesús es ir buscando allá donde hay un corazón roto porque con su amor quiere recomponerlo.

Por eso vemos cuáles son sus preferidos, los pobres y los que sufren; sufrimiento que vemos especialmente expresado en los enfermos de todo tipo de enfermedad que acuden a Jesús, pero que con esa cercanía Jesús quiere expresarnos otra hondura, para que seamos en verdad sensibles a todo tipo de sufrimiento; porque hay sufrimientos que llevamos en el corazón que son más duros de pasar que el tener algunas limitaciones físicas o tener nuestro cuerpo enfermo. Se expresa perfectamente en la búsqueda de Jesús de los pecadores. Aunque haya muchos que no lo entiendan, porque no llegan a vivir la experiencia de la misericordia.

Hoy lo contemplamos en el evangelio. La ocasión ha sido que Jesús ha llamado para que le siga y forme parte del grupo a un recaudador de impuestos. Es la vocación de Leví o de Mateo según sea el evangelista que nos traiga el relato. Ya es sorpresivo y verdaderamente significativo que Jesús llame para seguirle a alguien que no tiene buena prensa entre el pueblo. Los recaudadores de impuestos eran mal mirados, tan mal que los llamaban publicanos que era algo así como decirle que eran unos pecadores. Es cierto que los manejos de los dineros siempre tienen el peligro de manchar no solo las manos sino el corazón y muchos se convertían en verdaderos usureros; por otra parte eran considerados como unos colaboracionistas con el poder instituido, porque para ellos eran los impuestos que cobraban, lo que hacía que aún los consideraran peor.

Jesús ha llamado a Mateo que con una disponibilidad total deja atrás todas las cosas para irse con Jesús. Tan contento está que ofrece una comida a la que además de Jesús y los discípulos que ya le seguían estarán invitados los compañeros de profesión de Mateo. Los fariseos ponen el grito en el cielo, porque Jesús se ha mezclado con toda esa gente y come con ellos. Y es cuando nos deja el mensaje, el médico no es para los sanos sino para los enfermos, El ha venido para buscar a la oveja perdida por eso se acercará a los pecadores e incluso comerá con ellos porque es una manera de significar lo que es la misericordia del Señor que lo que mira es el corazón. ‘Misericordia quiero y no sacrificios’, recuerda Jesús con palabras de la Escritura.

Aquellos hombres y mujeres que eran despreciados por todos a los que consideraban unos pecadores y nadie querrá mezclarse con ellos se sienten acogidos y valorados por Jesús. Es el primer gesto que llama al corazón. Es decirnos que Dios nos ama y cuenta con nosotros a pesar de nuestras debilidades o nuestros pecados. Es un sentirnos levantados por la mano del Señor igual que levantaba a los paralíticos de sus camillas para ponerlos a andar, así levanta el corazón del hombre pecador para ponerlo también en camino de vida nueva.

Cómo nos sentimos reconfortados cuando a pesar de nuestras miserias nos sentimos comprendidos y aceptados, así tenemos que aprender a hacerlo con los demás. Tenemos que aprender a ser signos de esa misericordia sabiendo acercarnos con humildad y delicadeza, con mucha empatía y con mucho amor a esos corazones rotos que nos podemos encontrar a nuestro lado. Como Jesús sentarnos a la mesa con ellos, caminar a su lado, mostrar nuestra cercanía, nuestro respeto y nuestra comprensión, ser capaces de aceptar y valorar. ¿No será eso lo que también buscamos para nosotros? Sepamos ofrecerlo a los demás.

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