En el
Reino de Dios, en el Reino de los cielos una cosa hemos de tener muy clara, la
confianza absoluta que ponemos en Dios cuando nos ponemos en sus manos
Génesis 18,16-33; Sal 102; Mateo 8,18-22
Es humano que en la vida tengamos
seguridades en el camino que tengamos que hacer, puntos de apoyo fuertes en
aquellos planes o proyectos que nos tracemos para la vida; y ya nos enseñan
cómo a la hora de planificar algún proyecto tengamos bien claro no solo lo que
vamos a hacer, sino también con aquellos medios que contamos para llevarlo
adelante; no podemos perder el punto de vista de lo que son los objetivos en
si, sino también el camino que hemos de recorrer para llegar a alcanzar esos
objetivos; eso nos hace planificar muy bien para poner tener unas seguridades o
unas certezas en aquello que vamos a realizar.
Ahora bien si nos viene alguien que nos
presenta un proyecto o un plan pero no nos da la seguridad de tener al menos un
techo bajo el cual nos podamos cobijar, seguro que nos lo pensamos muy bien y
no estaremos tan seguros si realmente aceptamos o no ese plan.
Pues parece que con lo que nos dice hoy
Jesús en el evangelio todos esos presupuestos se nos vienen abajo. Un escriba
quiere seguir a Jesús y está dispuesto a todo para seguirle, vaya a donde vaya,
pero da la impresión de que Jesús le da un parón a su entusiasmo porque le dice
que quien le sigue a El ha de tener en cuenta que el Hijo del hombre no tiene
donde reclinar la cabeza; que más seguros andan los pajarillos del cielo con
sus nidos o las zorras con sus madrigueras donde refugiarse.
¿Qué nos querrá decir Jesús? En el
Reino de Dios, en el Reino de los cielos hay una cosa que hemos de tener muy
clara, que es la confianza absoluta que ponemos en Dios cuando nos ponemos en
sus manos. Y esto no lo hacemos para tener todos los problemas resueltos, sino
para lanzarnos con total disponibilidad por nuestra parte porque primero que
nada buscamos el Reino de Dios y su justicia, como nos dirá en otro momento,
que lo demás se nos dará por añadidura. Claro que esa disponibilidad
significará vaciarnos de nosotros mismos porque no actuaremos desde nuestros
intereses o nuestros caprichos, sino que siempre buscamos la gloria del Señor.
Y nos dirá también que cuando le
seguimos estamos optando por la vida, que no nos podemos entretener en cosas de
muerte, y que así tendremos que arrancar de nuestro corazón toda clase de
apegos. No significa que la familia y sus dolores humanos no los tengamos en
cuenta, todo lo contrario, pero es que el mensaje que allí siempre hemos de
llevar es un mensaje de amor y de vida.
Nos está previniendo Jesús para todas
esas tentaciones y todos esos apegos que nos pueden entorpecer para vivir en la
libertad del amor verdadero. Algunas veces tenemos la tentación de que en
aquellas cosas buenas que hacemos es como si quisiéramos estar cosechando unas
seguridades, unos beneficios o unos apoyos humanos. Eran aquellos que por la
rica posesión de unos bienes hacían donaciones a la Iglesia para que pusieran
placas con su nombre o pudieran tener unos lugares de honor en nuestros
templos. Y nos queremos rodear de prestigios a lo humano, nos queremos rodear
de oropeles de honores y lisonjear humanas, nos queremos subir a algunos
pedestales que nos hagan parecer grandes e importantes.
Y eso nos puede suceder en el ámbito de
nuestra iglesia, y eso puede suceder en el mundo religioso de los que se
consideran dirigentes de la Iglesia pero que más pueden parecer autoridades
políticas - hasta les hemos robado el
nombre porque obispos eran los gobernadores e inspectores de las provincias del
imperio romano - que auténticos pastores que caminan en medio de su rebaño y
como nos dice el papa Francisco con olor de oveja.
¿Llegaremos a entender bien lo que
significa seguir a Jesús, el Hijo del Hombre que no tiene donde reclinar su
cabeza?
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