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sábado, 29 de mayo de 2021

Un corazón lleno de amor siempre será un corazón inquieto que sabrá tener una mirada nueva para descubrir las señales de lo nuevo que Dios pone en nuestro camino

 


Un corazón lleno de amor siempre será un corazón inquieto que sabrá tener una mirada nueva para descubrir las señales de lo nuevo que Dios pone en nuestro camino

Eclesiástico 51, 12-20; Sal 18; Marcos 11,27-33

¡Quién se cree que es él!, decimos o escuchamos decir cuando se cuestiona el por qué determinada persona intervino en un momento determinado, tomó una decisión en la que pensábamos que se sobrepasaba, o quizás cuando vemos a alguien que toma la iniciativa en asuntos de la comunidad en los que quizá nadie hace nada, pero que en su inquietud no puede quedarse quieto. Quizá alguna vez por aquello de que siempre le llevamos la contraria a quien con buena voluntad y quizás también acierto toma iniciativas que hacen cambiar las cosas, ese cuestionamiento de su autoridad pudiera ser también una forma de querer desprestigiar o quitar autoridad. ¿Seremos acaso como el perro del hortelano que ni como él ni deja comer al amo? A eso nos parecemos muchas veces.


Son los cuestionamientos que le hacen a Jesús al día siguiente de haber expulsado a los vendedores del templo. Por allá viene una comisión de autoridades, sumos sacerdotes, escribas, ancianos del sanedrín a interrogar a Jesús. ¡Quien te crees que eres! ¿Con qué autoridad te has atrevido a expulsar a los vendedores del templo? Pero como hemos visto Jesús en su sabiduría les toca en una fibra en la que ellos no quieren meterse para no echarse a la gente encima. ¿De quién era el bautismo de Juan? ¿Era cosa de Dios o era cosa de un hombre que se le ocurrió ponerse a bautizar allá en el desierto? Tampoco ellos querían reconocer la autoridad del profeta como ahora tampoco han sabido entender el gesto profético de Jesús.

No sabían leer, o no querían leer los signos de Dios que se les estaban manifestando. Se quedaban obcecados con sus rutinas o con sus intereses y las señales proféticas que ante ellos se estaban sucediendo, como había sido la presencia de Juan en el desierto, como era ahora la palabra de Jesús y los gestos y signos que iba realizando.  Tendríamos que ver qué es lo que mueve nuestro corazón, cuáles sean los intereses creados que tengamos en la rutina de cada día, pero no ver las señales de lo nuevo. Por eso no llegaron a reconocer a Jesús.

Dios nos sigue hablando hoy también a través de los acontecimientos, en las mismas cosas ordinarias de cada día o en aconteceres especiales o extraordinarios en los que nos veamos envueltos en la vida. No para hacer lecturas catastrofistas sino para hacer una lectura serena de lo que sucede descubriendo a lo que nos llama el Señor, los horizontes nuevos que pone ante nuestros ojos, ese nuevo actuar que tendríamos que realizar en nuestra vida.

Lecturas catastrofistas y amenazadoras de castigos son cosas fáciles de hacer, porque quizá ante el misterio de lo que sucede ante nosotros nos llenamos de miedos y temores. Aun en aquellas cosas que nos cuesta entender tendríamos que descubrir una mirada de amor de Dios para con nosotros y al mismo tiempo una llamada de amor. En nuestro corazón inquieto, y es que un corazón lleno de amor siempre será un corazón inquieto, hemos de sentir que no nos podemos quedar cruzados de brazos ni seguir con nuestras rutinas de siempre.

Muchas veces el que en un momento determinado tengamos que apretarnos el cinturón, como se suele decir, porque quizá nuestras comodidades hacen agua y ya no las tenemos al alcance de la mano de la misma manera, sin embargo eso nos puede hacer pensar en cuáles con las cosas verdaderamente importantes que muchas veces hemos dejado de lado; nos podemos dar cuenta de que hay otras cosas, otros valores que pudieran centrar mejor nuestra vida. Tenemos que saber sacar la lección, tenemos que aprender a mirar todo eso también desde la mirada de un creyente y podremos entonces descubrir algo que Dios estará queriéndonos decir.

Escuchemos esa voz de Dios en nuestro corazón, sepamos leer esas señales de Dios, tengamos la disponibilidad de ser capaces de ponernos en camino, no temamos implicarnos y complicarnos en cosas que mejorarán nuestra vida y harán también mejor a nuestro mundo.

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