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miércoles, 14 de octubre de 2020

La vida del seguimiento de Jesús no son unas recetas o unas normas de mínimos que cumplir sino un camino de amor siempre creativo con la libertad del Espíritu

 


La vida del seguimiento de Jesús no son unas recetas o unas normas de mínimos que cumplir sino un camino de amor siempre creativo con la libertad del Espíritu

Gálatas 5, 18-25; Sal 1; Lucas 11, 42-46

‘Me tienes que dar la receta’, habremos escuchado o dicho más de una vez cuando la anfitriona de la casa nos ha ofrecido una comida exquisita que ella misma ha elaborado. Que nos digan como se hace, que nos digan sus ingredientes, que nos digan los pasos que tenemos que dar y nos dirán que si lo hacemos con toda fidelidad nos saldrá a nosotros igualmente bien.

Pero no andamos por caminos culinarios sino con ello quiero expresar un poco o un mucho de lo que hacemos en la vida. ¿Qué tenemos que hacer? y queremos, sí, los detalles de lo que hemos de hacer, o mejor dicho esas cosas mínimas o indispensables para quedarnos contentos. Son actitudes y posturas que fácilmente tenemos en la vida, en que queremos lograr cosas, pero tampoco queremos complicarnos la vida demasiado y es algo así como los mínimos ‘papeles’ que necesitamos para conseguir que nos arreglen determinadas cosas o con las que queremos salir airosos en la vida sin muchas complicaciones.

Pero eso afecta a lo que puedan ser nuestros principios o postulados éticos, y como andamos en los negocios sobre el filo de una navaja para no saltarnos la ley, pero para evitar lo que nos pueda exigir demasiado. Y esto afecta a lo que es nuestra vida cristiana. Cuántas veces en nuestras prácticas religiosas estamos a ver con cuántas avemarías o padrenuestros resolvemos toda nuestra religiosidad.

Y de ahí van surgiendo tradiciones, y normas, y preceptos y reglamentos con los que llenamos la vida, pero que al mismo tiempo la vamos encorsetando y no dejamos que la fuerza del Espíritu actúe en nosotros y caminemos con el espíritu de libertad de los hijos de Dios que se guían por los caminos del amor. Y esto nos sucede hoy y ha sucedido siempre; y esto ha provocada muchas veces la frialdad con que vivimos nuestra vida cristiana y el poco compromiso al que queremos llegar; así aparecen las superficialidades y las apariencias cuando queremos dar la impresión de algo, pero en el fondo quizá no tenemos nada.

Hoy Jesús se lo echa en cara a los fariseos de los que dice que andan muy preocupados por pagar ‘el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de hortalizas, mientras, les dice, pasáis por alto el derecho y el amor de Dios’. Les echa en cara que solo busquen apariencias y honores externos buscando puestos de honor y recibir los saludos de todos en las plazas. Pero al final, ¿qué queda? Como un sepulcro sin lápida que nadie sabe quien está allí enterrado serán olvidados de todos y hasta pisoteados.

Jesús quiere prevenir a los que quieran seguirle. Bien sabemos que muchos cuando se decidían a seguirle también andaban buscando de alguna manera esa ley de mínimos. ‘¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?’ era una pregunta que se repetía, era una actitud que podía estar en lo profundo de los que querían seguirle, por eso Jesús les habla de las exigencias de su seguimiento y que seguirle a El no es ir en búsqueda de esos honores y esos aplausos.

Jesús quiere prevenirnos hoy también a nosotros porque algunas veces podríamos pensar que porque somos cristianos y seguimos a Jesús a nosotros siempre tienen que salirnos las cosas fáciles, nosotros no vamos a tener problemas y dificultades. No es eso lo que nos garantiza Jesús aunque nos dirá que alcanzaremos la vida eterna. Pero nos habla de las exigencias que tiene que haber en nuestra vida en que tenemos que saber también tomar el camino de la cruz, pero nos habla de un sentido nuevo de vivir donde ni buscaremos puestos de honor ni grandezas humanas. Entre nosotros no cabe el estilo del mundo lleno de vanidades y de pedestales; nuestro estilo ha de ser siempre el del servicio y el del amor. Por eso nos dirá que tenemos que aprender a hacernos los últimos y los servidores de todos.

La vida cristiana no son unas recetas donde todo está bien especificado ni unas normas de mínimos que nos contentamos con cumplir. Es un camino de amor, es un camino abierto, es un camino lleno de creatividad como siempre lo es el amor y donde siempre surgirá la iniciativa nueva de cómo mejor servir al prójimo.

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