Miedos, temores, inseguridades pero no es solo que perdamos la vida sino que caigamos por la pendiente resbaladiza de la inmoralidad y la irresponsabilidad
Efesios 1, 11-14; Sal 32; Lucas 12, 1-7
Quizás estamos
volviendo de nuevo a épocas de inseguridades y de miedos; ya sabemos como hay
lugares donde es un tema muy grave y la gente tiene miedo; la situación social
que se vive les lleva a esa inseguridad y muchos incluso temen por su vida. En
otros tiempos quizá teníamos miedo a los asaltos en los caminos o en la noche
donde tantos perdían no solo sus bienes sino también la vida. No será de la
misma manera o circunstancias pero volvemos a llenarnos de miedo cuando salimos
de nuestros lugares habituales.
Cuando escuchamos
noticias de robos y violencias de todo tipo comenzamos a temer por la seguridad
de la vida y nos llenamos de desconfianza ante todo lo que nos pueda parecer
sospechoso. Decimos que vivimos en un mundo en paz, pero no siempre es así y de
nuevo aparece la agresividad en el trato, en las relaciones humanas o en
cualquier tipo de desencuentro que tengamos con los demás donde las reacciones
fácilmente las llenamos de violencias. ¿Habremos progresado de verdad en
humanidad de la misma manera y con la misma intensidad como vemos el progreso
en otros campos?
Comento estas cosas a raíz
de lo que escuchamos hoy en el evangelio. Repetidamente Jesús nos dice que no
tengamos miedo. Y habla de los miedos a los que nos puedan quitar la vida. Pero
Jesús quiere decirnos algo más y quizá tendríamos que pensar en otros miedos
que podemos o no podemos tener por esas desconfianzas que se nos meten en el
alma que nos hacen ir por la vida temerosos. Si hablamos antes de la situación
social que nos llena de inseguridades, la inseguridad no está solo en perder o
no perder la vida o lo que tenemos porque la inseguridad la podemos tener ante
un futuro incierto en medio de las sombras que muchas veces nos envuelven donde
parece que no tenemos salida.
En la vida llevamos
muchos temores en el corazón ante lo que nos puede suceder a nosotros o a
aquellos a los que amamos, pero también pensamos en otros peligros de tantas
cosas que nos acechan y nos cercan, nos llenan de confusiones y nos pueden
hacer perder la estabilidad de unos principios morales y al final caemos en la
trampa y la pendiente de tanta corrupción como contemplamos en la sociedad. No
queremos, pero algunas veces las ofertas que recibimos del mundo son tentadoras
y nos hacen caer en sus redes; vemos a tantos que quisieron ir construyendo su
vida desde la rectitud de unos principios y valores, pero que de la noche a la
mañana cambian y ya no les importa entrar en esa espiral ambiciosa de la que
tan difícil es salir. ‘Los negocios son los negocios’, dicen algunos
para olvidar unos principios y valores de ética y justicia social. ¿No será un
temor que también nos aceche de alguna manera?
Cuando andamos
envueltos en un ambiente de irresponsabilidad, donde la gente va a salir del
paso como pueda y no le importa la seriedad de sus trabajos sino unas ganancias
que pueda obtener si es posible con el menor esfuerzo, podemos estar tentados
también a esa dejadez, a ese abandono de responsabilidades, a esa poca seriedad
en los compromisos y caer por esa resbaladiza pendiente de hacer como todos
hacen.
Ese mundo tan sensual
que nos rodea donde parece que la diversión y el placer es lo primordial es
algo que a todos nos puede contagiar. No es que no tengamos que ser felices y
disfrutar de las cosas buenas que la vida nos ofrece, pero para algunos parece
que es la única motivación, el único pensamiento y no se sabe afrontar lo que
pueda ser sacrificio diciéndonos incluso no en un momento determinado en
búsqueda de valores más espirituales que nos llenen de verdad interiormente y
no nos dejen ese sabor a vacío que muchas veces nos dejan esos placeres cuando
los convertimos en único objetivo de nuestras vidas.
Nos decía Jesús que no
temiéramos a los que nos pudieran matar el cuerpo, sino a quienes pudieran
destruirnos en lo más profundo de nosotros mismos cuando nos destruyen nos valores,
nos cautivan en esas redes de injusticia e irresponsabilidad o nos quieren
envolver en esa sensualidad que termina por no ser verdaderamente humana. Hemos
mencionado algunas cosas pero ahí podemos pensar en tantas cosas que nos
tientan en la vida, que destruyen nuestros valores, que nos hacen olvidar
nuestros principios, que terminan por embrutecernos porque nos van restando
incluso en nuestra dignidad humana. ‘Cuidado con la levadura de los
fariseos…’ les decía Jesús a los discípulos. Cuidado con esa levadura del
mal que nos hace caer por pendientes resbaladizas, tendríamos que decir.
Algo más que aquellos
miedos de los que hablábamos al principio por los peligros a perder la vida o
los bienes con aquellas inseguridades que mencionábamos. Esas cosas si hemos de
temerlas, pero el temor no se puede convertir en angustia y en obsesión, porque
sabemos quien está a nuestro lado, quien es nuestra fuerza y nuestra vida,
quien eleva nuestro espíritu y nos llena de algo verdaderamente grande, noble y
espiritual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario