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martes, 4 de febrero de 2020

Necesitamos nosotros fe viva, sentirnos seguros porque sabemos en manos de quien nos hemos puesto, el optimismo de la fe, la esperanza que nos hace confiar y esperar



Necesitamos nosotros fe viva, sentirnos seguros porque sabemos en manos de quien nos hemos puesto, el optimismo de la fe, la esperanza que nos hace confiar y esperar

2Samuel 18, 9-10. 14b. 24-25a. 31 – 19, 3; Sal 85; Marcos 5, 21-43
A veces nos sentimos muy seguros de conseguir aquellos deseos o aquellas metas que nos proponemos y estamos como optimistas y hasta pregustando ya las mieles de lo conseguido; nos hacemos nuestro plan bien detallada, bien lo llevemos en la mente porque son quizás muchas las horas que le hemos dedicado a pensarlo y repensarlo, o bien porque plasmemos nuestros objetivo en un proyecto como si fuera una memoria de aquello que queremos conseguir.
Pero tras esos momentos de euforia nos puede sobrevenir de repente el pesimismo, nos llenamos de negatividad y ya no lo vemos tan fácil; nos aparecen en nuestra imaginación o en aquellas cosas que vemos que se van como encadenando dificultades, problemas que nos hacen ver ya nuestros proyectos, antes tan luminosos, ahora llenos de sombras que parecen que nos tiran abajo todas nuestras ilusiones.
Son los proyectos que el padre de familias se hace para su vida futura, pero sobre todo sus hijos soñando en su interior muchas cosas hermosas que espera conseguir; será el profesional en su trabajo, será el que trabaja en la vida social con sus proyectos de mejora de la sociedad con sus correspondientes planificaciones. Serán tantas cosas que soñamos y llevamos en nuestra mente de cara a nuestro futuro. Momentos ilusionantes, donde todo son luces, pero momentos que se nos intercalan de oscuridad con sus problemas y con las dificultades que encontramos en nosotros mismos, porque quizá nos sentimos incapaces de llevar esos proyectos adelante, o porque nos sentimos tan débiles y limitados que ya nos puede parecer imposible.
¿Qué hacer? ¿Resignarnos y esperar pasivamente a ver lo que podemos conseguir? ¿Llenarnos de miedos y temores que nos impiden dar un paso? ¿O buscar algo que nos dé ilusión, que nos haga sentir una fuerza interior que nos empuje, algo que nos haga creer en nosotros mismos para encontrar razones para luchar por esos objetivos?
¿Qué luz podemos encontrar en el evangelio de este día? Dos testimonios de dos personas que se sentían seguras en lo que deseaban y que, podríamos decir así, no les temblaron las piernas para llegar a conseguir lo que pedían o lo que deseaban, porque una de ellas ni siquiera llegó a expresarlo con palabras.
Nos habla de Jairo, jefe de la sinagoga, que tenía a su hija muy enferma, prácticamente en las últimas, y que con fe se acerca a Jesús para pedirle que haga algo por él. Y Jesús se pone en camino a casa de Jairo.
Pero en el camino se intercalan otras cosas; por una parte una mujer que se considera impura a si misma por causa de sus hemorragias y que había gastado toda su fortuna y no lo había conseguido. Pero ahora tiene a mano a Jesús; está segura que con solo tocarle la orla de su manto curaría. Y en medio del revuelo de la gente que siguen a Jesús ella se acerca por detrás y toca el manto de Jesús. Siente en su interior que está curada y ahora no sabe donde meterse, porque Jesús pregunta quién le ha tocado. Aunque ya está curada temblorosa se acerca a Jesús para reconocerlo. ‘Tu fe te ha curado’, le dirá Jesús. Aquella mujer no dudó aunque se interpusieran murallas de gente entre ella y Jesús.
Pero al tiempo vienen a decirle a Jairo que no moleste al maestro porque no hay nada que hacer, su niña ha muerto. Ya en la casa andan con los preparativos del funeral. Se le habían caído por tierra todas sus ilusiones y esperanzas; habría querido que el Maestro llegara a tiempo, pero el tiempo se había acabado. Seguro que la congoja también caería como una loza sobre Jairo. ¿No te he dicho que te basta que tengas fe?, interpela ahora Jesús a Jairo.
Y mantuvieron viva su fe, tanto la mujer como Jairo; la mujer se curó, la niña volvió a la vida. Necesitamos nosotros esa fe viva; necesitamos llenarnos de certezas y de confianza; necesitamos sentirnos seguros porque sabemos en manos de quien nos hemos puesto; necesitamos esa confianza y esa perseverancia en tantos momentos de la vida; necesitamos ese optimismo que nos da la fe, esa esperanza que nos hace confiar y esperar. Saquemos muchas conclusiones de este pasaje del evangelio que bien lo necesitamos en el día a día de nuestra vida.

1 comentario:

  1. Aún entre las multitudes, Él nos ha escuchado y nos escucha, porque escucha nuestro corazón, ¿qué hermoso,verdad? A veces nos angustiamos cuando las cosas no nos salen tal y cual las habíamos planificado, o en el tiempo que pensábamos que irían a ocurrir. Y qué importante aquello de "amarás al Señor, con todo tu corazón, tu mente, tu alma" Todo todo nuestro ser, porque aquí venimos a cumplir Su voluntad, Él nos sostiene en el camino. Él nos sana. Qué precioso que nos escuche, en lo basto del universo, el amor del Señor eterno, superior a todo. ¡Bendiciones!

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