La expulsión
de los vendedores del templo nos dice que es necesario detenerse a reflexionar,
a ver nuestra vida y cuanto nos sucede y saber leer esos signos de Dios para
nosotros hoy
1Macabeos 4,36-37,52-59; Sal. 1Cro 29,10-12;
Lucas 19,45-48
Hay ocasiones en que nos podemos
encontrar con un gesto realizado por alguien, un hecho que nos sucede y que se
salta todo lo previsible, algo que nos llama la atención, que puede incluso
escandalizarnos porque no lo entendemos, que de alguna manera nos conmociona y
nos hace pensar.
Claro que tenemos que saber estar
atentos en la vida porque a veces nos pueden pasar desapercibidos y no los
tenemos en cuenta ni siquiera captamos su sentido. Cuando nos detenemos algo a
pensar nos damos cuenta que aquello tiene un significado, que puede ser una
llamada a nuestra conciencia, que puede ser un despertar y un abrirnos a algo
nuevo que quizá nos trasciende.
Vivimos sin embargo muchas veces
demasiado superficialmente y dejamos pasar grandes oportunidades para nuestra
vida, hermosos testimonios que podrían hacer que nuestra vida sea mejor. Esa superficialidad
nos hace mucho daño en la vida porque nos puede hacer perder el sentido de
cosas que aparentemente son pequeñas pero que pueden cosas grandes para nuestra
vida. Es necesario detenerse a reflexionar, a rumiar lo que nos pasa, lo que
contemplamos, lo que vemos o lo que escuchamos en nuestro entorno; grande seria
la riqueza para nuestra vida. Tenemos que aprender también a dejarnos
sorprender.
Hoy el evangelio nos presenta un hecho verdaderamente
profético de Jesús. Después de aquellas lágrimas al contemplar su ciudad que le
hicieron aflorar todas sus emociones, se abre paso Jesús hasta el templo de
Jerusalén. El camino de bajada del monte de los Olivos, tras atravesar el
torrente Cedrón que circunvalaba la ciudad y el templo por su lado este sube de
nuevo la colina y atravesando la llamada Puerta Hermosa – hoy clausurada en la
actual muralla – introducirse en el templo.
Allí el espectáculo que se ofrece
realmente no es agradable ni da el sentido profundo que tendría que tener el
templo como lugar de oración y encuentro con Dios. Justificándose en la
necesidad de tener lo necesario para el culto y los sacrificios aparecen en
aquellas explanadas multitud de vendedores y cambista de dinero que lo
convierten todo en una muchedumbre tumultuosa. Qué parecido a lo que sigue
sucediendo en torno a nuestros templos y sobre todo santuarios de especial devoción
y afluencia de fieles.
Y ahí surge el gesto profético de Jesús
echando fuera a todos aquellos vendedores y quitando de en medio todo lo que
representaba un negocio en torno al culto debido a Dios. No entenderán el por
qué de ese gesto de Jesús y por que tiene que meterse con algo que parecía tan
natural en torno al templo. Suscitará preguntas, interpretaciones y será un
motivo más para querer quitar de en medio a Jesús. Andaban ya acechando como
acabar con El porque además desbarataba los intereses de tantos. Incluso las
palabras de Jesús serán utilizadas en su contra sin haberlas realmente
entendido cuando lo acusen ante el Sanedrín.
Nos habla el gesto de Jesús de la
necesaria purificación del templo, pero
nos estará hablando más hondamente de la purificación de nuestro templo,
de nosotros mismos que en verdad somos ese templo de Dios que quiere morar en
nosotros. ¿Estaremos lo suficientemente purificados? Fácil nos es el juzgar lo
que sucedía entonces en aquel templo de Jerusalén y en los intereses de tantos
que lo rodeaban, pero nos cuesta más mirarnos a nosotros mismos, mirar nuestra situación
actual, mirar también lo que nos sucede en la Iglesia para que sea en verdad
ante el mundo esa verdadera morada de Dios entre los hombres, ese signo vivo de
la presencia y del amor de Dios para todos.
Es necesario detenerse a reflexionar, a
ver nuestra vida y cuanto nos sucede y saber leer esos signos de Dios para
nosotros hoy.
Considero también que tiene que ver con poner límites sanos. El señor conoce nuestras intenciones, sondea los corazones. Muchas personas son engañadas con el afán que cualquier cosa se puede hacer para llegar a cierto fin, pero la cuestión también está en el modo con que se llega a ese fin. ¿Estamos dañando algo para alcanzarlo? Analizar eso también me parece relevante. No dejarse llevar por las olas, por las modas.
ResponderEliminarGracias por el mensaje de hoy, muy importante considerar el templo en su integral concepto. Saludos cordiales.