En un
mundo de conflictos y crisis donde parece que todo se va a derrumbar no
perdamos la esperanza cristiana confiados en las palabras de Jesús que nos abre
a un mundo nuevo
Malaquías 4, 1-2ª; Sal 97; 2Tes. 3, 7-12;
Lucas 21, 5-19
No sé si recordáis hace unos años
cuando los talibanes destruyeron a bombazos unas inmensas imágenes sin ninguna
posibilidad de recuperación el impacto que se produjo por la destrucción de una
cultura de siglos reflejada en aquellas imágenes que se habían guardado religiosamente
en aquellas montañas de Afganistán; lo mismo sucedió cuando no hace mucho
tiempo las ruinas de la antigua ciudad de Palmira en Siria fueron igualmente destruidas en medio de las guerras
tenidas en los últimos años en aquel lugar de medio Oriente. Fue una conmoción
en los pueblos y en las gentes de cultura por esas destrucciones que hacían
desaparecer, por así decirlo, siglos de historia.
Recuerdo todo esto porque pienso en el
asombro ante las palabras de Jesús cuando admiraban y ponderaban la belleza del
templo de Jerusalén y Jesús les viene a decir que todo aquello será destruido y
no quedará piedra sobre piedra. Cuando se escribe el evangelio de Lucas que nos
transmite estas palabras de Jesús, ya había sucedido la destrucción del templo
y de la ciudad de Jerusalén. Algo nuevo estaba sucediendo para aquel mundo y
para aquella sociedad.
Podíamos preguntarnos, qué pretendía Jesús
con esos anuncios que de alguna manera hablaban de un final apocalíptico y de
alguna manera daban la sensación de que se estaba hablando del final de la
historia y del mundo. Aunque producen cierto temor en el corazón, porque nunca
nos gusta escuchar hablar del final de los tiempos y de la historia podríamos
decir que Lucas al transmitirnos estas palabras de Jesús pretende preparar a la
gente de su tiempo, como a nosotros también, para que sepamos leer los signos
de los tiempos, nos ayude a prepararnos para esos momentos difíciles a los que
tengamos que enfrentarnos tantas veces en la vida, y no nos falte la esperanza
por una parte y sepamos descubrir por otra el mundo nuevo que Jesús quiere
ofrecernos.
A lo largo de la historia no es la
primera vez que la humanidad haya que enfrentarse a momentos difíciles en los
que parecía que todo se acababa. Guerras y destrucción no han faltado a lo
largo de los siglos, como muchas veces no son solo las guerras los que nos
pueden producir pánico y temor sino esas otras situaciones difíciles llenas de
incertidumbres de cara a la solución de los problemas a los que el mundo y la
sociedad tienen que enfrentarse. Nos parece que todo se acaba, que es la
destrucción de la sociedad, de una cultura, de unas tradiciones y de alguna
manera se produce inquietud en el interior de las personas. Como nos dice Jesús
‘todo esto tiene que suceder primero – no os dejéis envolver por el pánico –
pero el final no vendrá enseguida’.
Y nos habla Jesús de perseverancia, de
fidelidad hasta el final, y nos habla también de las persecuciones a las que
nos veremos sometidos. Pero como nos dice ‘así tendréis ocasión de dar
testimonio’. Y es que por mucha que sea la perturbación que tengamos que
sufrir, a la que tengamos que enfrentarnos, nosotros hemos de tener una
seguridad interior que nos llena siempre de paz. Nos dice incluso que no
tengamos preocupación de preparar nuestra defensa ‘porque yo os daré
palabras y sabiduría a las que nadie podrá hacer frente’. Y es que Jesús
nos promete siempre la asistencia del Espíritu Santo en nuestro corazón, por
eso en nuestro corazón no nos ha de faltar la paz.
Es difícil, nos cuesta cuando nos vemos
envueltos en problemas, en dificultades, en oposición, que nos difamen o nos
quieran hacer perder el honor, donde todo parece que se vuelve en contra
nuestro. Es difícil mantenerse en pie y muchas veces en medio de esas revueltas
que tantas veces nos aparecen en la vida, mantenernos firmes, no perder la paz
en el corazón, no echarlo todo a rodar porque nos parezca que todo lo tenemos
perdido. Como nos dice Jesús ‘con vuestra perseverancia salvaréis vuestras
almas’.
Y es que hemos de tener la esperanza,
tener la visión de fe para ver como de todo eso puede surgir algo nuevo. Muchas
cosas pueden cambiar, nuestra situación pudiera ser distinta, pero en medio de
todo hemos de saber descubrir la presencia de Dios en nosotros, el actuar de
Dios en nosotros que siempre abrirá caminos nuevos. No podemos acongojarnos
porque veamos ese camino nuevo que tengamos que recorrer sin saber bien como va
a terminar. Hemos de tener puesta nuestra confianza en el Señor.
Seguro que tenemos la experiencia
cuando nos hemos visto en situaciones así, que tras aquellos momentos de
oscuridad luego se abrió una nueva luz delante de nosotros con otras
posibilidades nuevas en la vida. Es la perseverancia que hemos de mantener, es
la apertura del corazón a eso nuevo que nos está ofreciendo el Señor detrás de
esas tormentas de la vida.
Y esto hemos de experimentarlo en todo
lo que es nuestra vida cristiana, nuestro compromiso de fe, pero también en los
cambios que se puedan suceder en nuestra sociedad después de momentos de perturbación,
de incertidumbres, de oscuridad porque la situación social que nos envuelve
muchas veces no la entendemos. Se nos pueden barruntar momentos difíciles y
oscuros en que como cristianos nos veamos en la sociedad postergados o incluso
en cierto modo perseguidos. Pero confiemos en las palabras de Jesús,
mantengamos firme nuestra fe y nuestra esperanza y estemos atentos a las nuevas
señales que pueden aparecer ante nosotros que nos abren a un mundo mejor.
Sepamos hacer una lectura creyente de
la historia, pero también del vivir de cada día en cuanto sucede a nuestro
alrededor o en esa sociedad concreta en la que vivimos. Hay muchos momentos
revueltos en esta sociedad de hoy, cuantos conflictos y situaciones de crisis
contemplamos cada día en tantos lugares a lo largo y ancho del mundo, pero
sepamos actuar siempre movidos por la esperanza cristiana
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